Otras miradas

¿Espachurramiento de teta deporte olímpico?

Marta Nebot

Periodista

Marta Nebot
Periodista

Había una vez un periodista de la BBC, Ben Brown, famoso y sesudo por sus entrevistas políticas, que la semana pasada, estando en directo en su canal, haciendo lo que mejor sabe hacer (entrevistando), tuvo la mala suerte de que una espontánea se le colara en el plano, entre el entrevistado y él.  La situación es muy desagradable (lo digo por experiencia);  así que Ben, nuestro Ben de toda la vida, sin mediar palabra ni interrumpir a su interlocutor que, en ese momento, estaba en el uso de la palabra, decidió echar a la señora molesta con un solo gesto:  le estrujó un pecho como si fuera una bocina. ¡Meg, Meg!

Ella primero no reaccionó y se retiró un poco, abochornada suponemos; luego, segundos después, tras recapacitar, volvió a acercarse a la pareja de hombres que seguían en directo, para propinarle un torpe golpe en el hombro a su agresor y, así al menos, supongo, no irse a casa con la sensación de no haberse ni defendido.

(Aquí esta el video)

Nuestro Ben, inexplicablemente, también sintió la necesidad de defenderse después en Twitter:

Que traducido al español dice:

"La lamentable interrupción de la emisión en Bradford -solo trataba de minimizarla, pero es difícil vivir esto en directo- no fue para nada intencionada".

Y traducido al cristiano quiere decir:  fue sin querer sin querer, de verdad, de verdad de la buena.

El problema de su versión de los hechos es que en el vídeo, si se mira bien, se ven cosas que desmienten su coartada...

Primero: No se espachurra un seno varias veces por accidente a menos que hayas perdido la sensibilidad de la mano con la que lo tocas (lo normal sería al primer bocinazo sorprenderse, avergonzarse y pedir perdón).

Segundo:  no se aparta el chaleco de tu víctima para agarrar mejor el seno por accidente, a menos que sufras un parkinson  esporádico, caprichoso y muy oportuno y con esa excusa no se ha defendido.

Y tercero y más importante: no sigue uno como si nada con su directo, a menos que confíe en que, como era el otro el que estaba hablando, el plano estuviera cerrado en el que hablaba y, por lo tanto, podía estar tan tranquilo pensando que su hazaña (quitarse de encima a una pesada, sin palabras) estaba quedando en el anonimato, solo para comentar después en el bar con los amigos.

Muy de amigos ha quedado también el hecho de que el vídeo en España lo hayan colgado el As y Marca, prensa deportiva que no sabemos muy bien qué deporte ve en este episodio. Quizás se estén planteando el espachurramiento de teta como nuevo deporte olímpico.

Para cerrar quiero explicar la torpeza de nuestra protagonista (y no me refiero a querer salir por la tele). A mí me han pasado varias veces cosas parecidas en la vida, como a todas. La primera vez que me tocaron el culo en la calle era una adolescente. Ocurrió a la puerta de una sala de juegos, donde un grupito de malotes le rieron la gracia al agresor. Yo me fui a la vuelta de la esquina, me quise morir unos segundos y luego volví para darle un más que torpe carpetazo con mi carpeta grande de dibujo. La segunda vez, fue en una discoteca abarrotada. Esa vez no lo pensé tanto. Me di la vuelta y le pegué un bofetón al que tenía detrás que acusó al que iba a su lado, que se llevó otro de rebote. La siguiente que recuerdo fue desde una moto en marcha mientras yo cruzaba un ceda al paso (algunos se juegan la vida). Aquella vez me puse a gritar como una posesa en mitad de la calzada, como si me hubieran robado el bolso o la vida. La única vez que me callé por algo parecido fue para contarlo por la tele y diez años después todavía no sé si decidí bien en eso momento.

La conclusión a la que llego por la evolución de mi histórico de reacciones es que a nuestra amiga (a estas alturas de esta columna ya lo es)  no le había pasado algo así en la vida y, sin querer irse como si nada, porque nada no es lo que le había pasado, tampoco se sintió con derecho de parar la entrevista  dándole un bofetón en condiciones al que le había humillado de manera tan grosera.

Por último, tengo que confesar que yo también he tocado tetas accidentalmente, como todas también (reconozcamos que están en un sitio más accesible que lo de ellos). El caso es que siempre me he disculpado al instante, disimulando la vergüenza y creo que la mayoría de nosotras reaccionamos de la misma manera porque sabemos lo que se siente cuando te toca ser a la que tocan. No me ha pasado pero, si me imagino un accidente así en partes masculinas, lo que me dice la lógica es que actuaría de la misma manera y me pondría más roja todavía. Lo que seguro no haría es hacer cómo que no ha ocurrido, la vergüenza me lo impediría, estuviera en directo o en diferido. Que quede claro: estar en directo en televisión no nubla los sentidos.

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