Otras miradas

Las conmemoraciones de la liberación de los campos nazis: legado y compromiso para el presente

Rosa Toran,
Vicepresidenta de la Amical de Mauthausen

Recién regresada la numerosa expedición de la Amical de Mauthausen y otros campos de los actos conmemorativos de Mauthausen, el último campo liberado, que incluyen los celebrados en otros recintos, es oportuno desgranar algunas reflexiones para aportar luz a lo que han sido los actos a lo largo de su trayectoria histórica y lo que deben significar en el contexto actual de pérdidas de los últimos supervivientes y del relevo generacional en las asociaciones y en los Comités internacionales que agrupan las representaciones de los diversos estados.

En buena parte de los países europeos, las asociaciones que amparaban a los antiguos deportados y las familias de las víctimas nacieron en el mismo año de 1945, con el deber de cumplir el compromiso adquirido en los campos, los conocidos juramentos de Buchenwald y Mauthausen, entre otros, que los supervivientes de todo el mundo pronunciaron en la misma appellplatz antes de ser repatriados como personas libres en sus países.

Es bastante conocido el caso de los hombres y mujeres republicanas, para los que la dictadura de España significaba un nuevo muro o enfrentarse a todo tipo de peligros. No fue hasta 1962 que antiguos deportados regresados a su lugar de origen desafiaron al régimen y se reunieron en la Amical de Mauthausen y otros campos; condenados al ostracismo y a la clandestinidad, la asociación se convirtió en un emblema más del amplio abanico del antifranquismo y no fue legalizada hasta el año 1978. Para el régimen seguían siendo enemigos, "rojos irreductibles", sobre los cuales sólo cabía la venganza del silencio, el olvido y la condena. No en vano, el principal impulsor de la Amical, Joan Pages Moret, sufrió encarcelamiento en el penal de Ocaña y en la Modelo barcelonesa por sus acciones contra la Dictadura, entre ellas la huelga de tranvías de 1951; otros sufrieron confinamientos, controles policiales y dolorosas estancias en las comisarías.

Este contexto, excepcional, debido a que el régimen de España había germinado y crecido gracias al nazifascismo derrotado en toda Europa, pero que acabó siendo tolerado por los vencedores, explica las condiciones en que vivieron los antiguos deportados y sus familias: protegidos en Francia y perseguidos en su casa. Pero hay más. Sólo la perseverancia de aquellos pioneros permitió la erección del monumento a los republicanos en el memorial de Mauthausen, como un hecho singular.

En efecto, desde el año 1949, cuando las autoridades soviéticas entregaron los terrenos donde se habían ubicado los barracones de las SS a la nueva república de Austria, con la condición de erigir un memorial, los diferentes países empezaron a levantar monumentos a sus víctimas, de entre los que los de Francia y la URSS fueron los primeros. España debía quedar totalmente al margen de las iniciativas que fueron impulsando los diferentes estados y fue la solidaridad de los compañeros franceses, que cedieron una parte de su terreno en el memorial, y la suscripción iniciada por los republicanos españoles lo que permitió la inauguración del monumento el 6 de mayo de 1962.

Frente a la Dictadura, los republicanos pertenecían al bando de los vencedores, además de ser los primeros luchadores antifascistas de Europa, hecho del que se deriva la persistente admiración de todas las representaciones internacionales hacia aquellos apátridas y la profusión de flores entorno al monumento republicano. Y la fraternidad que siempre unió deportados de todos los territorios de España y franceses se ve simbolizada con los homenajes mutuos en ambos monumentos, sin que falte la presencia en el monumento judío, para recordar la deportación de tantos sefardíes y de tantos brigadistas internacionales que lucharon a favor de la República.

Las peregrinaciones fraternales de la Amical de Mauthausen y otros campos se han ido sucediendo año tras año, desde aquel lejano 1962, con acompañamientos de instituciones públicas desde la restauración democrática. Marcó un punto de inflexión el año 1978, cuando, el 2 de febrero, pocos días antes del reconocimiento legal de la entidad, el Jefe de Protocolo de la Casa Real depositó una corona al pie del monumento republicano y se fijó una lápida en el muro del recinto de prisioneros, con la presencia de Manuel García Barrado, antiguo deportado y guía del campo.

El gesto fue recibido con satisfacción por los antiguos deportados y por las viudas, con palabras dirigidas al rey Juan Carlos I, expresivas de los aires conciliadores que se respiraban en los años de la Transición; y a partir de entonces la representación de los gobiernos de España en los actos oficiales y en los propios de la Amical ha sido continuada. Y otro hito singular fue la presencia, por primera vez, de un jefe de gobierno español en Mauthausen, en los actos conmemorativos del 60 aniversario de la liberación, ocasión en la que José Luis Rodríguez Zapatero visitó el campo de la mano de antiguos deportados y recibió su cariñoso agradecimiento. En esta ocasión tampoco faltó la presencia de consejeros y de parlamentarios de otras comunidades autónomas, entre ellas la nutrida comitiva institucional llegada desde Cataluña, con dos Mozos de Escuadra flanqueando el monumento republicano.

A partir de entonces se han ido abriendo paso los viajes con estudiantes de toda España, que se iniciaron en el campo de mujeres de Ravensbrück, en 2003, y que se han extendido también por Buchenwald y Auschwitz. Año tras año, su acompañamiento en los lugares de esclavitud y muerte ha supuesto un trabajo de compromiso entre los jóvenes que, durante unos días, comparten conocimiento y emoción bajo el cobijo del internacionalismo, que se enfrentó al nazismo en los mismos campos y que permite también afrontar los retos del presente. La convivencia entre diversas generaciones y su protagonismo en los homenajes enriquece y estimula el proceso de trabajo persistente y cotidiano en los centros educativos y en los municipios y se convierte en excelente medio de difusión del trágico y aleccionador periplo de los deportados republicanos.

Si aquellos encarnaron la defensa de los valores republicanos frente al fascismo destructor, los jóvenes tienen la oportunidad de enlazarlos con la lucha universal por la fraternidad, la paz y la libertad, tal como juraron los mismos deportados, el 16 de mayo de 1945, y que pudieran sentir, el día 7 de este año, en varias lenguas en el mismo lugar, ante el sarcófago de la appellplatz donde permanecen, como símbolo, los restos del último deportado soviético muerto en el campo. Nuestras flores, nuestros compañeros de viaje, nuestros jóvenes dejan su huella en numerosos lugares y son un emblema del compromiso de compartir y universalizar el dolor, el de ayer y el de hoy, encarnado por las decenas de miles de personas desplazadas. Las paredes de los crematorios de Gusen, llamado "cementerio de los españoles", y Mauthausen muestran un amplio abanico de placas recordatorias de las víctimas republicanas, depositadas por familiares e instituciones, en un número que crece año tras año, como exponente de la voluntad de desafiar las voces proclives al olvido.

Este año, los viajeros de la expedición han apoyado a los representantes de los ayuntamientos de Madrid y de Navas que han dejado su huella de honor a sus conciudadanos muertos en el campo, y a la nutrida representación de la Generalitat de Cataluña, que ha querido rememorar y honrar todas las víctimas en el muro que cierra el recinto. Iniciativas loables para resarcirse del olvido y menosprecio de largas décadas de silencio, y que pasarán a ser patrimonio ejemplar entre las 195.000 víctimas de casi 70 nacionalidades que penaron en el campo de Mauthausen y sus comandos, y entre ellas serán reconocidos nuestros deportados, aquellos 7.200 que fueron encerrados por su condición de enemigos de Franco y enemigos de Hitler.

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