Otras miradas

La mili, la política y las puestas de largo

Miguel Lorente Acosta

 

Miguel Lorente Acosta

Ex delegado de Gobierno para la violencia de género y profesor de medicina legal en la Universidad de Granada

La escenificación de algunos políticos cada vez se parece más a las historias de la mili. Debe de ser que desde que suprimieron el Servicio Militar muchos hombres andan un poco perdidos y sin  saber qué hacer para demostrar su hombría y lo machos que son, de ahí su comportamiento. Con la mili no había problema porque podían "quemar testosterona" y hacer de todo ello un relato heroico, pero ahora no es tan sencillo, hasta el punto de que la testosterona "puede llegar a acumularse" y alcanzar niveles tóxicos, algo muy peligroso en la política al ser este un campo lleno de minas donde la oportunidad se junta con el estímulo para hacer de la conducta machista algo explosivo. La situación se ha potenciado aún más desde que Trump ha cambiado el "machismo de salón" de antes, en el que los comentarios se producían con el ruido de fondo del hielo sobre el cristal, al "machismo exhibicionista", donde la ostentación da el valor que se presuponía en la otra mili.

Es lo que ha debido de pasar con el portavoz del Gobierno de Cifuentes, Ángel Garrido, al utilizar la tribuna del Parlamento de la Comunidad para llevar el debate político al ataque personal contra la candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Lorena Ruiz-Huertas. El diputado Garrido ha comparado la trascendencia de la moción de censura con la "puesta de largo" de la candidata, lo cual, además un machismo rampante, demuestra el poco respeto y valor que da al Parlamento, y lo relevantes que deben de ser para él las puestas de largo. Se ve que se trata de una ceremonia importante para su partido, porque ya en 1996, el entonces secretario de Estado del primer Gobierno de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, para celebrar el décimo octavo aniversario de la Constitución dijo de ella que "si fuera mujer se pondría de largo, y si fuera ciudadano iría a votar". Por lo visto, en el PP las cuestiones de Estado y parlamentarias son algo secundario e intrascendente, y las mujeres sólo adquieren notoriedad en sus "puestas de largo".

Lo que demuestra el diputado Garrido es que hay muchos hombres en la política que como él se aún mueven con las referencias de la mili, unas referencias que giran, básicamente, alrededor de tres ideas: demostrar valor en sus actos, buscar el reconocimiento y la gracia de otros hombres, y cuestionar, atacar, utilizar o ridiculizar a las mujeres para reforzar su hombría.

El problema es que el protagonismo que se ha dado a esa política de mili facilita las manifestaciones del machismo de manera repetida, algo que no deberíamos permitir, ni por su significado ni por las consecuencias que tiene para una sociedad en la que cada día más de 1.600 mujeres son maltratadas, y cada año una media de 60 son asesinadas sobre el ruido de fondo de esa violencia verbal machista revestida de insultos o gracias. Nadie admitiría que un diputado hiciera un comentario similar sobre el racismo, o sobre la discapacidad, o sobre una creencia religiosa... pero en cambio sí permiten que se haga para alimentar el machismo de una sociedad como la nuestra en la que a pesar del impacto comentado de la violencia de género,  sólo un 1,3% de la población considera que es un problema grave (CIS, mayo 2017).

El machismo es cultura y es poder, y la política es parte de esa cultura donde el poder se materializa en acciones, por eso el machismo necesita a la política y a políticos que mantengan las referencias sociales sobre las ideas, los valores y las creencias que hacen de él algo natural. No es casualidad que conforme la sociedad avanza más hacia la igualdad, la reacción sea mayor y más explícita. Vivimos un recrudecimiento del machismo a nivel social, con un aumento de la violencia de género y una crítica expresa a las mujeres, y a nivel político, donde en la era Trump tenemos eurodiputados que afirman que las mujeres "son más débiles y menos inteligentes", tal y como dijo Janusz Korwin-Mikke, por cierto, no muy diferente a lo que comentó el ministro Arias Cañete sobre la "superioridad intelectual de los hombres", y en la línea de lo que ya antes expresó el entonces alcalde de Valladolid, León de la Riva, al referirse  a los "morritos" de la ministra Leire Pajín o al presentar a las mujeres como una amenaza en el ascensor... Al final siempre es lo mismo: hombres con el "valor" suficiente para hacer esos comentarios, un ataque a las mujeres a partir la construcción machista, y un coro de hombres (y algunas mujeres) que le ríen las gracias y refuerzan el valor de las ideas que hay detrás, y el de la persona que se atreve a decirlos. No sé si se "hacía la rubia", pero las sonrisas de complicidad de la presidenta Cifuentes a los comentarios de su portavoz le hacen un flaco favor a las mujeres, también a ella y a las de su partido.

Las consecuencias ya las sabemos, las sufrimos a diario, por eso deberíamos poner límite a quienes utilizan el espacio que les da la democracia para actuar contra la igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad... en definitiva, contra la propia democracia. No debe salir gratis hablar de ese modo de las mujeres y contra las mujeres, la democracia se construye sobre la convivencia y la paz, no sobre los ataques y la desigualdad. Quien actúe de ese modo no debe tener una "puesta de largo", sino que se le debe aplicar lo de "puerta y largo". Esas conductas deben estar fuera de las instituciones democráticas.

 

 

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