La ciudadanía siempre ha estado creando la ciudad, es más, permanece recreando ésta constantemente y, por ello, cuando toma plena conciencia energética, de manera formada e informada, la invisibilidad de la ciudad se le revela y somos capaces hasta de fotografiar la energía para saber por dónde se escapa, para ser más eficientes y reducir la pobreza a la que su precio nos aboca. Porque la energía, ni se crea ni se destruye, solo se encarece y, en esta lógica, el kilowatio más sostenible no es el que se produce con energías renovables, sino el que no se malgasta.
Hoy se cumplen 70 años desde que Naciones Unidas proclamara el 14 de febrero Día Mundial de la Energía para concienciar a la sociedad sobre la importancia de su uso racional, algo que, desafortunadamente, sigue siendo de vital importancia siete décadas después.
Un día como hoy podríamos hablar de la necesidad imperiosa de sustituir las fuentes de generación contaminantes por energías renovables; de los objetivos de desarrollo sostenible; de un sinfín de políticas públicas energéticas; podríamos hablar de viviendas de consumo casi nulo o "Passivhaus"; o incidir en la necesidad de que todos los tejados cuenten con instalaciones fotovoltaicas; podríamos hablar de cómo impulsar las ciudades inteligentes o "Smart cities" en las que predomine el vehículo eléctrico, la domótica y la monitorización; y hasta del intercambio de energía entre nuestros coches, casas y oficinas trazándolo a través de blockchain. Pero no, no hablaremos de esto, sino de la transición energética ciudadana, que tiene mucho que ver con sensibilizarse para fomentar la eficiencia energética y reducir la pobreza que genera.
La clave: el empoderamiento ciudadano
Desde el proyecto MARES creemos en una transformación y regeneración urbana desde el empoderamiento de las vecinas y vecinos, desde los barrios, desde lo local. Y al igual que hicimos en la Academia ciudadana de la energía del año pasado, ahora estamos visibilizando lo invisible de la energía en nuestros edificios.
¿Por qué? Porque la causa de una situación de pobreza energética se sitúa en la interacción de tres factores: Elevados precios de la energía, bajos ingresos de los hogares y baja eficiencia energética en las viviendas. En este caso, lo que queremos es atacar directamente el último factor.
Para ello, estamos aterrizando en los distritos una tecnología de difícil acceso y cara, pero que permite atender a los procesos físico-térmicos de las pérdidas y ganancias de energía, en forma de calor o frío, de nuestras viviendas, las denominadas fotografías térmicas o cámaras termográficas. El uso y manejo de las cámaras termográficas por parte de las y los vecinos, siempre asistidos por las iniciativas del Mar de Energía, les hace partícipes de esta tecnología.
Una ciudadanía concienciada
La ciudadanía siempre ha estado creando la ciudad, es más, permanece recreando ésta constantemente y, por ello, cuando toma plena conciencia energética, de manera formada e informada, la invisibilidad de la ciudad se le revela. La fenomenología de la percepción del filósofo Maurice Merleau-Ponty, propone al individuo como mediador activo entre sí mismo y el mundo, y a la ciudadanía como vehículo que proporciona la misma percepción estando en relación con el conocimiento y la sensibilidad.
Por eso, en estos "Safaris Termográficos" se pretende que los vecinos y las vecinas empiecen a ver sus casas, sus barrio y sus ciudades con otros ojos; que dejen de lado el alienante gris de nuestras urbes que no nos permite ver las tonalidades del derroche energético del parque residencial, que en la actualidad supone un consumo energético del 28% en nuestro país.
El ejercicio es simple, los resultados emocionantes. La cara de las y los vecinos al descubrir por donde se escapan los euros, no tiene precio. La pérdida de energía sí y se puede cuantificar. Pero aquí no acaba la tarea, se les traslada el conocimiento desde lo empírico de la actividad y surgen muchas preguntas: "¿Cuánto podría ahorrarme si cambio las ventanas o sustituyo la caldera o mejoro el aislamiento de la fachada?"; "¿Mis vecinos querrán hacer lo mismo?". Pero también nos muestra la cruda realidad: la imposibilidad de muchas familias que no pueden pagar sus facturas energéticas.
Necesitamos más aliadas
Esto nos lleva a pensar en cómo abordar la rehabilitación y cómo el fomento de políticas públicas deben ser también "aliadas", promoviendo diferentes tipos de enfoques y ayudas (a fondo perdido, ayudas puntuales, financiación, beneficios de otro tipo...) en función del grupo de situación o vulnerabilidad de pobreza energética o monetaria en que se encuentre la ciudadanía, adaptándose a las situaciones económicas, sociales y del parque inmobiliario de los diferentes hogares.
La energía ni se crea ni se destruye, se encarece, por lo que el kilowatio más sostenible no es el que se produce con energías renovables, sino el que no se malgasta.
Comentarios
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