Como bien escribía José Antonio Zarzalejos, en un artículo titulado, "Vasco, español, conservador y monárquico, pero jamás con Vox" hay líneas rojas que nunca deben tolerarse, y es la falta de respeto hacia los derechos humanos básicos. Pero cuando hablamos de derechos humanos, lo solemos tratar como una cuestión de adultos, y dejamos en el olvido casi siempre los derechos de los menores. Y esto es lo que una sociedad democrática jamás puede permitir.
En esta "breve" campaña electoral ha aumentado la criminalización hacia los menores extranjeros. Durante mucho tiempo se les ha deshumanizado bajo el concepto MENA. Viendo el nivel de riesgo que se estaba produciendo, Unicef España hizo una acertada campaña en redes sociales donde tachaba ese concepto y lo sustituía por "niño". Porque son lo que son, y como son menores necesitan protección y atención, no ir a las puertas del centro donde viven para atacarlos con mensajes de odio, como hizo Vox. Porque los señalan como delincuentes cuando no lo son y porque eso atenta a su presunción de inocencia y al derecho que tienen de que no existan "injerencias arbitrarias en su vida privada, su domicilio, ni de ataque a su honra y su reputación". Que para eso está la Convención de los Derechos del Niño... de TODOS los niños y niñas, sean de la nacionalidad que sean. Una convención que ahora cumple 30 años, tiempo más que suficiente para haberla aprendido y cumplirla. Y esto, que es una línea rojísima, se ha vulnerado estos días. Por eso ayer, asociaciones como Unicef o Save the Children pidieron a Fiscalía que investigase posibles delitos de odio contra los menores inmigrantes.
A la misma vez que leía esta noticia, en la Asamblea de Madrid y en el Parlamento Andaluz se abría el debate sobre el aborto, a propuesta de Vox. A pesar de que es un asunto que, según el CIS, preocupa solo al 0,3% de la ciudadanía española. Al final, el resto de los partidos políticos han llamado a cumplir la ley porque, por mucho que diga este partido o asociaciones "provida", la ley NO provocó un aumento de los abortos, y existe porque el aborto seguro está reconocido como un asunto de derechos humanos por Naciones Unidas. ¿Por qué? Porque el aborto siempre ha sido un tema de clase: de las pobres que no se lo podían costear y morían (y mueren aún en algunos países) por no tener acceso a hacerlo en condiciones de seguridad, y de las ricas que podían pagarse un viaje y una clínica en el extranjero donde efectuarlo.
Y aquí es donde está la contradicción y lo tóxico del debate. Donde un grupo político como Vox se hace llamar "provida" si hablan de fetos, pero que criminalizan y atacan a menores extranjeros que llegan solos en busca de un futuro digno frente al trauma que han vivido en sus países. Por eso, para mí, no son ‘provida’, sino los ‘antivida’, y también es racismo y aporofobia. Para ellos, el que un joven extutelado se suicidara tras ser expulsado del centro de menores la semana pasada, es una vida que les importa poco.
Hay un vídeo estupendo de la filósofa Adela Cortina, donde reflexiona cómo no tenemos rechazo al extranjero, sino a determinados extranjeros, porque "cuando vienen los turistas sacamos en los periódicos con mucho entusiasmo: han venido 81 millones de turistas este año. La cuestión es para los extranjeros que no vienen con dinero, sino del otro lado del Estrecho, en nuestro caso, o en EEUU donde se pone una valla para los mexicanos (...) pero no para los jeques árabes. Esta mezcla lleva a preguntarse si molestan los extranjeros o lo que molestan son los pobres, aunque sean de la propia casa".
Por eso, hay que dejar claro que a Vox no les importan los menores, les importan solo SUS menores. Lo mismo digo de sus asociaciones afines, como Hazte Oír. De ahí el paso de estas ONGs en pedir a Fiscalía el análisis de estos mensajes de odio.
Algunos se darán golpes en el pecho reclamando la libertad de expresión. Y sí, claro que la hay, pero está la paradoja que anunciaba Karl Popper, y es que no se puede ser tolerante con la intolerancia. Y en eso, algunos países nos sacan ventaja. Ayer los partidos alemanes destituyeron a un diputado ultraderechista de la presidencia de la Comisión de Derechos del Bundestag por su discurso de odio. Y no se cae el mundo por eso, al revés, se construye un mundo mejor. Esa noticia, tal vez, nos marca el camino.
Comentarios
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