Otras miradas

Frente al elitismo ecofriendly construyamos el ecologismo popular

Naiara Davó

Diputada en les Corts Valencianes por Unides Podem

Frente al elitismo ecofriendly construyamos el ecologismo popular
Imagen de Pete Linforth en Pixabay

El informe del IPCC para la ONU ha sido contundente: el cambio climático ya es irreversible y de nosotras depende que sus efectos no sean tan devastadores como pueden llegar a serlo.

El cambio climático es una realidad innegable, a la que hemos llegado en una situación débil a nivel discursivo, político y económico. La hegemonía neoliberal impregna casi todas las esferas de la vida y la del ecologismo no iba a ser menos. Es el momento de plantarse ante todos los discursos que apelan a la responsabilidad individual y a la culpabilización de la gente en relación con el cambio climático. El cambio climático ya es irreversible y, por lo tanto, hay que gestionar las consecuencias sociales del mismo.

Existe un elitismo ecofriendly que construye un discurso del ecologismo sobre un moralismo que expulsa toda alternativa política viable. Es un discurso que nos hace conscientes de ser más a la hora de asumir las culpas, pero que niega la dimensión de ser más a la hora de afirmar nuestro poder frente a las minorías. Es un discurso que pretende hacernos a todas responsables de una cosa que tiene unos responsables determinados. Si todas somos igual de culpables del cambio climático, todas deberemos asumir sacrificios importantes. Y en esa asunción de sacrificios importantes (que siguen la lógica del libre mercado) quienes se va a librar son los ricos y poderosos.

Porque hay que ser muy claras aquí: mientras existan personas con varias mansiones y sus campos de golf, sus jets privados, sus yates y sus coches de gran cilindrada y su consumo abusivo de todo tipo de productos no podemos permitir que nadie nos aleccione sobre nuestros comportamientos individuales. Un multimillonario contamina como todas las personas de un bloque entero de pisos. El truco que pretenden hacer los elitistas ecofriendlys es hacernos pagar al resto esos excesos.

Lo hacen con la siguiente trampa ideológica: "Los ricos son pocos y el resto son muchos, hay que poner el foco en los muchos porque a esa escala se contamina más". Pero esto no es verdad: un coche de gran cilindrada contamina 3 veces más que un vehículo pequeño. Un crucero atracando en el puerto de València contamina como todos los vehículos privados que circulan por la ciudad. Una mansión con piscina y jardín contamina como un decena de apartamentos.

Lo que intentan las grandes fortunas (y las grandes multinacionales) es diluir la enorme responsabilidad que tienen en el cambio climático haciéndola pasar por responsabilidad de cada uno de nosotros.

No hay proyecto político construido en base a la culpabilización individual. Eso solo comporta actuar de forma reactiva, a la defensiva, y que el ecologismo no sea algo deseable sino únicamente un límite moral a nuestra forma de estar en el mundo. A imagen y semejanza de "si no te esfuerzas y trabajas mucho no serás rico" nos inundan con "sino te mentalizas y reciclas, no acabaras con el cambio climático". Y así hemos convertido nuestras cocinas en plantas de selección de reciclaje y eso no ha solucionado el problema. Jamás se había reciclado tanto a nivel individual como se recicla ahora, pero la Tierra nunca había estado tan mal como ahora.

El foco en la responsabilidad individual produce el efecto contrario al deseado. Muchas personas mantienen una actitud positiva de sostenibilidad individual en su día a día, pero que les lleva a creer que no es necesario tener un compromiso colectivo. Muchas de ellas piensan: "Yo ya he cumplido mi parte del trato, ahora le toca al resto".  Y eso es precisamente lo que impide la asunción de ese compromiso colectivo real y sostenido en el tiempo. Ahí muere la posibilidad de la dimensión política.

Siguiendo sus premisas, el ecologismo ecofriendly aplica además las lógicas del mercado para solucionar problemas que son comunes. Por ejemplo, para reducir el número de vuelos intentará encarecer los precios. Pero encareciendo los precios de las cosas únicamente hacemos que los que puedan pagar sigan disfrutando de los excesos que han provocado el problema, excluyendo a cada vez más gente que no pueda pagar. Puede ser una medida para reducir la contaminación, a costa de que los humildes no puedan acceder a ciertos servicios. La solución pasa por aplicar una lógica socialista: en el caso de los aviones, una limitación de KM de vuelo por ciudadano. Así sí se actúa igualando realmente a las personas y generando un sentimiento colectivo de pertenencia, eliminando las trampas ideológicas de este elitismo.

Y esta es la lógica que hay que implementar en el resto de esferas de la lucha contra el cambio climático. Actualmente, las soluciones que se van imponiendo únicamente establecen una confrontación entre ricos y no ricos, excluyendo y culpabilizando a los segundos para que los primeros sigan disfrutando de los privilegios de su posición social.

Hace poco, Berna León -citando el informe del Carbon Disclosure Project- señalaba en la SER que el 70% de las emisiones de carbono procedían de solo 100 empresas. Ahí reside uno de los problemas y es donde debemos poner el foco. Señalar esas multinacionales y exigir a los gobiernos nuevas normativas medioambientales para que esas empresas dejen de hipotecar el futuro de la Tierra.  El cambio climático nos afecta a todas por igual, pero no todas tenemos la misma responsabilidad ni debemos asumir los mismos costes. Las grandes fortunas tienen más responsabilidad y deben asumirlo y verse obligadas a actuar en consecuencia.

Se da la paradoja de que podríamos estar ante el final de nuestro mundo, y la condición social que ha provocado ese final del mundo siga siendo innombrable: el capitalismo. Decía Frédéric Jameson que imaginamos antes el fin del mundo que el fin del capitalismo. Nuestra tarea política es que eso deje de operar así. El ser humano lleva más de 2 millones de años en la tierra, 300.000 como Homo Sapiens y sólo ha sido en los dos últimos siglos de capitalismo cuando ha provocado un desequilibrio catastrófico del clima. El problema no es el humano, sino la condición social efectiva que ha adoptado estos 200 últimos años.

Es ahora cuando se hace más necesario que nunca fundar un nuevo ecologismo, popular y en positivo. Una nueva idea que persiga superar las lógicas de este sistema, para cuidar nuestro planeta, para imaginar y crear nuevas formas de organizarnos colectivamente. Un proyecto que no se haga a la contra de la gente, sino fortaleciendo sus deseos y aspiraciones. Porque las que creemos firmemente en la lucha contra el cambio climático, sabemos quiénes son los principales responsables y cual es el sistema que lo ha provocado. Y no tenemos ningún miedo a que deban pagar y asumir su parte de responsabilidad para salvar nuestro hogar que es el planeta Tierra.

Algunos sueñan con la falsa ilusión de que podremos huir del planeta y vivir igual en otro. Tesla ha puesto la primera piedra de esa ilusión con los viajes espaciales para los ricos. No hay escapatoria a la Tierra, y si la hubiera pasaría lo mismo en otro planeta. Es la idea de Jameson elevada al cuadrado: no me puedo imaginar el fin del capitalismo así que me imagino viajando a otro planeta cuando haya destrozado éste.

Esto no va de huir a otro planeta ni de añorar un pasado de armonía con los ciclos naturales que ya no existe. Va de fundar un nuevo sistema que logre acoplarse a los ciclos de la Tierra, que erradique los excesos de los privilegiados y la arrogancia de las multinacionales, que ponga la vida de todas en el centro y volvamos a ser comunidad y pueblo para afrontar colectivamente los desafíos que tenemos en el futuro.

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