Otras miradas

Diez años  

María Guijarro

Portavoz GPS de Cooperación Internacional en el Congreso y secretaria de Igualdad y Convivencia en PSE-EE de Bizkaia.

Han pasado diez años. El próximo 20 de octubre se cumplirán diez años.

ETA, encapuchada, nos comunicaba el cese de "su actividad armada". Eufemismo para referirse a más de 850 asesinatos, personas heridas, secuestros, persecuciones, extorsiones que pretendía usurpar la voluntad democrática de la ciudadanía.

Eufemismo para referirse al terror continuado que nos infringieron a tantas personas.

Pero ese día recuperamos un derecho tantos años secuestrado: el de vivir en paz y libertad.

Y  diez años después, les debemos en primer lugar, un recuerdo, lleno de sensibilidad y empatía, a las familias de las más de 850 víctimas mortales, tan plurales y diversas como la sociedad. Todas merecen respeto y consideración. Solidaridad. Ellas son la razón  para negar todo lo que significó ETA.

Reconozcamos que durante tiempo fueron invisibles a insensibles ojos. Inmenso respeto por el sufrimiento ejercido en nuestro nombre, en nombre del pueblo vasco.

Respeto que se merecen y que implica no enaltecer ni homenajear a las personas que les han causado ese daño. Hay que seguir exigiendo con toda contundencia a quienes lo hacen o lo justifican que abandonen esas prácticas. Pero no hagamos de esto un espectáculo partidista. Duele demasiado.

Y diez años después, reconocimiento también a nuestros políticos, sobre todo los que estaban directamente amenazados. Reconocerles su trabajo en unas condiciones realmente adversas. Fue insoportable, desde el pueblo más pequeño hasta la ciudad más grande, defender sus ideas bajo la presión de las pistolas y las bombas. A muchos les costó la vida defender sus ideas, de mi partido y de otros. Ellos y quienes sin haber sido asesinados han vivido la presión tan grande de la amenaza de muerte, son los máximos exponentes de la defensa de la democracia y la libertad. A todos ellos, gracias. Gracias a las juezas y jueces que mantuvieron dignamente el ejercicio de su profesión a pesar de haber sido presionados hasta el infinito con el asesinato de sus compañeros. A las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que se convirtieron en objetivo prioritario,  a los empresarios y empresarias  que  fueron secuestrados, extorsionados y que supieron mantener la dignidad como pocos. A los medios de comunicación que defendieron la libertad de prensa y que también fueron acosados, y asesinados. Tantos colectivos, y la ciudadanía en general, que nos convertimos en blanco directo de una ETA violenta y despiadada que solo y exclusivamente nos causó dolor y sufrimiento.

Y diez años después debemos seguir mirando al futuro.  Siempre desde una memoria deslegitimadora. Debemos seguir poniendo el foco en las crueldades que soportaron las víctimas y sus familiares, muchas no las conoceremos nunca.

La memoria que deslegitima es un ejercicio de verdad. Nos alerta sobre la irracionalidad de la violencia. Nos aterriza en todo lo que ocurrió y nunca debió ocurrir. Nos enseña a mirar al futuro. Y los cimientos de esa memoria son el respeto, la justicia y el diálogo constructivo. Debemos seguir construyendo una sociedad de valores. De ética y de verdad.

Diez años son eso. Diez años. Si los ponemos en perspectiva con todos los años que nos infringieron de terror, crueldad y sufrimiento nos queda camino por recorrer. Las huellas son demasiado profundas. Pero tenemos la necesidad de convivir. Sí. Pero para convivir tenemos el deber de la memoria. Una memoria que deslegitime para siempre la violencia. Solo así podremos convivir en paz y en libertad.

 

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