Otras miradas

Quiero follar también es sí, de eso se trata

Beatriz Gimeno

Quiero follar también es sí, de eso se trata
Pixabay

Leí con atención el artículo que público Mónica Oltra en este medio el otro día titulado Quiero follar también es sí y quiero, con todo respeto, contestar algunas cuestiones que me ha sugerido. El artículo comienza con una falacia argumentativa de manual.  Una falacia es un argumento lógico pero cuya conclusión resulta ser falsa y es creada con fines manipulativos.

En este caso Oltra comienza su exposición con una serie de frases que sirven, únicamente, para poner a la mayoría de las lectoras de acuerdo con ella: "Quiero follar contigo, también es sí. Me gustaría tener relaciones sexuales contigo, también es sí. Tengo una fantasía sexual que quiero explorar contigo, también es sí. Me gusta el sexo oral, ¿quieres que probemos?, también es sí", escribe. Yo también estoy de acuerdo con estas frases, lo malo es que la conclusión que ella pretende que saquemos es que la ley del Sí es Sí se opone a todo eso.

Esa conclusión es falsa, pero así argumentada hace recaer la carga de la prueba en la propia ley; es decir, la manera en que ella argumenta pretende que se crea que a todo eso, tan apetecible, se opone la ley. Sin embargo, hay una pequeña contradicción, supongo que no deseada, porque ella misma dice que todo eso "también" es Sí. Evidentemente. Todo eso entra dentro del Sí, grande, enorme, placentero, gozoso, que una mujer otorga cuando desea sexo, cualquier tipo de sexo, como quiera.

Si "quiero follar contigo" también es Sí, como ella misma dice, ¿qué problema tiene con el planteamiento? Si le damos la vuelta al argumento, "quiero follar contigo" es otra forma de decir "sí".  "Sí es sí" quiere decir todo eso que Oltra expresa y muchas más cosas, todas las que se nos ocurran, todas las que queramos. La única premisa necesaria es esa: que las deseemos. ¿De verdad Oltra cree que la ley del Sí es Sí desposee a las mujeres de tomar la iniciativa en las relaciones sexuales? Tomar la iniciativa es, precisamente, un enorme "Sí", pero, en todo caso y desde luego, la ley no impide ni desanima a tomar la iniciativa.


Después de ese comienzo falaz Oltra dice que, por lo demás, claro que coincide en el necesario cambio del Código Penal por el cual la falta de consentimiento y no la resistencia física determine cuando existe una agresión sexual. Es decir, que está de acuerdo con el principal objetivo de la ley, que es situar el consentimiento de la víctima en el centro. No importa si ella se resistió o no, lo que importa es si quería follar, hacer sexo oral o explorar todas esas fantasías de las que habla Oltra. También se muestra de acuerdo en la gradación de las penas que impone la ley porque... efectivamente, no es lo mismo que te toquen el culo en el autobús a que te violen (a no ser que quieras que te toquen el culo, en cuyo caso estarías dando un enorme Sí). Seguimos de acuerdo.

"Ahora bien", escribe Oltra a continuación, y suponemos que tras esta introducción viene aquello en lo que no está de acuerdo: "A mi juicio el conjunto de políticas públicas para combatir la violencia sexual debe ir mucho más allá. Es más, serán más determinantes en la erradicación de violencia contra las mujeres las políticas públicas de toda índole: educativas, de fomento de marcos igualitarios en la vida pública y privada, el prestigio de las relaciones interpersonales igualitarias o la promoción de una masculinidad no tóxica, que todas las normas penales". Perfecto. Esto es de manual también y de nuevo hay una pequeña falacia al insinuar que la ley se opone a todo porque es precisamente lo contrario. Desde las primeras leyes socialistas (la de Igualdad, la Ley contra la violencia y todas las leyes autonómicas) a todas las políticas públicas desarrolladas desde entonces se viene insistiendo en todo eso que ella menciona como factores imprescindibles para conseguir la igualdad que deseamos. Esta ley también recoge todo eso.

Es verdad que estas cuestiones, especialmente aquellas que se tienen que desarrollar en la educación, o las que dependen de los medios de comunicación o que requieren cambios culturales, resultan complicadas de aplicar.  Las medidas sociales y educativas, imprescindibles, son siempre muy difíciles porque encuentran enormes resistencias desde los ámbitos más conservadores o desde los ámbitos en los que está en juego el negocio, pero no cejamos en ello y por ello las leyes siempre las recogen. Decir que es necesario que queramos follar, es decir, situarnos como iguales a los hombres, explorar fantasías, tener sexo oral o lo que se nos ocurra para que dicha relación sea legítima e igual, no borra nada de la necesidad de medidas transformadoras en lo cultural; la ley lo recoge, y todas las leyes de igualdad también.

El mensaje de "solo sí es sí" no nos convierte en un semáforo, como ella dice, sino en personas capaces de expresar lo que deseamos. No sitúa el deseo en los hombres, sino en las mujeres también.  Y, precisamente, este es el gran cambio respecto a las leyes anteriores donde se suponía que lo normal era que dijésemos que no. Es decir, que la ley hace lo contrario de lo que ella dice que hace. Pasa de la necesidad del "no" anterior, al "sí" actual. En el colmo del absurdo, en uno de sus últimos párrafos Oltra dice literalmente que la ley del Sí es Sí pretende que las mujeres, en realidad, digan que no. "¿Hemos olvidado los calificativos que muchas mujeres tienen que oírse cuando ejercen su libertad, siguen su deseo y construyen las relaciones y prácticas sexuales que les placen?". No, no los hemos olvidado, y por eso, hemos pasado del "no es no" que gritábamos antiguamente, al "sí es sí" para poner en primer plano el deseo femenino y el "queremos follar". Es decir, Oltra critica a la ley justamente por lo que esta ley no hace y sí hacían las anteriores (recomiendo leer este artículo).

Vamos a los últimos párrafos de su artículo. De nuevo: "animar a explorar y expresar el deseo propio y hacerlo valer, trasladar la idea de que hacernos valer es hacer valer nuestros deseos y proporcionar las herramientas para este aprendizaje y transmitir que el sexo es un ámbito de placer para nosotras, es algo que las feministas debemos hacer, sí, y no por medio del Código Penal". De nuevo completamente de acuerdo, el feminismo debe hacer todo eso por medio, entre otras cosas, de la cultura y la educación, y el Código Penal debe usarse como la última ratio, justo lo que hace esta ley. Esta es una ley integral que prevé no solo punición, que está en una disposición adicional, sino detección temprana, prevención, sensibilización, protección... y reparación como nunca antes, incluida la reparación individual (física, psíquica, económica) y reparación social y simbólica para las víctimas y supervivientes de violencia sexual, algo inédito en nuestro ordenamiento jurídico. Oltra no se ha leído la ley... o, está hablando de otra cosa.

El artículo es un batiburrillo de argumentos falaces me temo. La pregunta entonces es: ¿por qué escribe este artículo Oltra? Puedo aventurar dos razones. Una porque busca adhesiones en este momento de alianzas y de dejarse ver (pretensión muy legítima, aunque no a costa de faltar a la verdad); ya sabemos que si hablas de sexo, da igual a qué te refieras, tienes ganado a una parte del público en un mundo en el que el sexo es, como dice Illouz, el mayor legitimador de casi todo.

En segundo lugar, me temo que bajo sus argumentos lo que late es un antiguo debate que ella no se atreve a mencionar. Lo que late enlaza con otros debates que tradicionalmente se vienen intentando resolver tachando de puritano a cierto sector del feminismo para así desacreditar sus argumentos políticos. Esto lleva haciéndose muchos años. El antiguo debate relacionado con la prostitución (y otras cuestiones) que califica de mojigatas a las abolicionistas está latiendo en esta crítica. Calificar de antisexo a quienes critican políticamente la institución de la prostitución está pasado de moda y ya no es efectivo, especialmente cuando miles de jóvenes nada mojigatas se han incorporado al abolicionismo en los últimos años. Es un argumento de los 70 y 80, un argumento de paja que no tiene nada que ver con el objetivo de esta ley, que sí, que además busca acabar con la impunidad de los proxenetas. Si Oltra no está de acuerdo con este objetivo que lo diga claramente, pero que no ataque a esta ley tan necesaria para el feminismo.

Sólo hay una cosa en la que le doy la razón a Oltra, pero no en relación con esta ley. Es verdad que mientras seamos nosotras las que tengamos que expresar el consentimiento y no ellos, o no ambos, no seremos iguales. Pero pensar que podemos situarnos más allá del consentimiento ahora es ignorar la existencia del patriarcado y de la violencia sexual y supone dejar, otra vez, en manos de la justicia patriarcal la posibilidad de que se imparta justicia.  Porque no se puede legislar sin tener en cuenta el mundo en el que vives. Sería como decir que las leyes contra la violencia de género son machistas porque asumen que son los hombres los que ejercen violencia contra las mujeres. Porque existe patriarcado y violencia sexual las leyes más feministas ponen el consentimiento, en el centro. Y es un gran avance porque hemos pasado del "no" al "sí", justamente por todo lo que ella dice en su artículo. Esto supone tener en cuenta la libertad sexual activa y no reactiva, precisamente. En fin, eso supone poner el placer y el deseo femenino en primer plano, supone asumir que las mujeres quieren follar, explorar fantasías o lo que les dé la gana y que decir que quieren todo eso es, además, lo normal. Podría haberse llamado "Ley de sí, quiero follar", pero, en fin, quizá el Parlamento no esté preparado.

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