Otras miradas

Lo que queda del día de la Constitución

Ernest Maragall

Presidente del grupo de Esquerra Republicana de Catalunya en el Ayuntamiento de Barcelona

Lo que queda del día de la Constitución
La presidenta del Congreso, Meritxell Batet; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes, en el acto institucional por el Día de la Constitución en el Congreso de los Diputados, a 6 de diciembre de 2021, en Madrid (España). EUROPA PRESS

El lunes asistimos, desde casa naturalmente, a la "celebración" del Día de la Constitución. La escena hablaba por sí sola. Difícil ver nada más triste y más forzado. Puro cartón piedra caracterizado por las ausencias y, todavía más, por la confrontación interna entre los que sí asistían al acto. Las intervenciones respectivas añadían intensidad al desastre.

Los socialistas haciendo una vergonzosa marcha atrás de una supuesta intención de mínima reforma constitucional. Populares y Voxistas haciendo ostentación impúdica de hasta qué punto se han apropiado y secuestrado la Constitución y de cómo han conseguido imponer la interpretación más reaccionaría, más centralista y más limitadora de derechos y libertades.

Con la todavía más impúdica exhibición de cómo pueden -incluso sin respeto a las mayorías democráticas- condicionar, bloquear y contradecir explícitamente previsiones tan básicas como la renovación de los órganos centrales del Estado que deberían, ¡oh sorpresa!, asumir y garantizar una genuina separación de poderes. Todo ello, naturalmente, dando por hecho la negativa total a cualquier pretensión de ejercicio democrático desde Catalunya para decidir el futuro político propio.

Esto es lo que queda de aquella remota esperanza del 78, de aquel posible punto de partida hacia una democracia avanzada, definida por la diversidad nacional, la cooperación entre los pueblos y la conquista de derechos y libertades al más alto nivel.

Pero todo esto no es casual, puntual ni provisional. Responde a una muy determinada trayectoria histórica, expresada en sucesivas y concretas decisiones políticas que ahora se ven confirmadas y consolidadas en el peor sentido.

Decisiones o acontecimientos que han dejado huella visible y destructora en el devenir del supuesto "espíritu del 78" entendido como la aspiración a conquistar la mayor calidad democrática y el respeto a los derechos políticos de pueblos, ciudadanos y ciudadanas.

Es fácil seguir el rastro:

-El golpe de estado del 23-F, formalmente fallido pero de efectos reales y profundos.

-La LOAPA (Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico) como primera concreción de la marcha atrás en el reconocimiento del autogobierno.

-El proceso de incorporación de España a las instituciones internacionales (primero la OTAN, después la UE), con toda la carga de impulso al nuevo Estado que se añadía al club que todavía hoy controla y domina las instituciones europeas.

-En coherencia con ello, la inmediata orientación política hacia una concepción de Estado centralizado y centralista, primero de la mano de Felipe González y después llevada al extremo por José María Aznar.

-El impulso de la privatización de las grandes corporaciones públicas con el explícito encargo de conquistar mercados y representar económicamente la potencia del nuevo Estado.

-La construcción de Madrid como ciudad-Estado, sede de todos los poderes políticos y económicos. La concepción de gran capital que ahora vemos expresada hasta límites desmesurados con un terrible efecto de "agujero negro" devastador y expoliador del conjunto del Estado.

-La progresiva y muy visible decantación del Tribunal Constitucional, especialmente a lo largo de los años 90, hacia la interpretación más restrictiva y contraria a la más que legitima aspiración a un autogobierno lleno de contenido político y ejercicio real de poder político y económico.

-El fracaso de la operación Zapatero con el recorte inicial en el Congreso (2006) y el rechazo definitivo del TC (2010) a la última oferta catalana (Estatuto 2005) para compartir un genuino Estado federal basado en el respeto mutuo y la lealtad institucional.

-....y finalmente, claro está, la brutal represión, bien viva todavía, contra el movimiento independentista crecido hasta su máximo histórico y legítimo poseedor de una consistente mayoría democrática.

La conclusión, en este 43º cumpleaños constitucional, es tan explícita como escasamente discutible: España es un Estado fallido, incapaz de reconciliarse con su historia terrible y aún más incapaz de reconocer el carácter propio que podría hacerla moderna, interesante y de alta calidad democrática.

Y las preguntas que quedan abiertas también son, creo, del todo pertinentes:

- ¿Qué piensan hacer los demócratas españoles, especialmente los progresistas, pero no solo ellos, para mantener una mínima coherencia con sus valores y principios, olvidando la aversión al riesgo de la democracia que los mantiene paralizados?

- ¿Cómo y cuándo piensan estos mismos demócratas afrontar la verdad sobre una monarquía obsoleta y solo capaz de representar valores caducos o comportamientos inaceptables?

- ¿Cuándo piensa el presidente Sánchez y la fuerza política que representa abordar con franqueza y rigor democrático la aspiración catalana de libertad y emancipación política?

- ¿Cuánto tiempo más tendremos que vivir sufriendo una vez y otra las decisiones de un poder judicial reaccionario y de unos poderes ejecutivo-legislativo cobardes e impotentes para abordar las reformas que desde hace años el país entero sabe imprescindibles?

En todo caso, aquí estamos. Catalanas y catalanes mayoritariamente decididos a construir un país libre y plenamente democrático, un país que trabajará  intensamente para llegar a ser referencia de calidad democrática, social y ambiental en Europa. Un país abierto, solidario y sinceramente amigo de todos los pueblos de España.

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