Otras miradas

La democracia como amenaza, la libertad como excusa: Occidente y su herida narcisista

Marga Ferré

Co-presidenta de Transform Europe

La democracia como amenaza, la libertad como excusa: Occidente y su herida narcisista
Una manifestación negacionista en Madrid. /
JAVIER SORIANO (AFP)

Van 1.739.000 muertos por la Covid-19 en Europa y contando... La OMS advierte que pueden morir 700.000 personas más en nuestro continente este invierno y que en marzo llegaremos a los dos millones de muertos. El dato es demoledor. En Europa han perdido la vida el 33% de todos los fallecidos por la covid-19 de esta pandemia teniendo solo el 6% de la población mundial y sin embargo...

En septiembre tuve que ir a Viena a una reunión y cuando salí a dar un paseo por sus bellísimas calles no di crédito. Nadie llevaba mascarilla, nadie respetaba la distancia de seguridad en un país donde el hoy defenestrado primer ministro había anunciado el fin de la pandemia. Surrealista. Hace dos semanas, antes de volver a confinarse, la ciudad del Danubio vivió una de las manifestaciones más grandes de su historia: 40.000 personas salieron a la calle contra la vacunación y cualquier restricción sanitaria al grito de "Libertad contra la dictadura".

Como lo mismo ha ocurrido en muchos (demasiados) países europeos, intento pensar por qué. Cómo es posible que en nuestra educada Europa haya tanta gente que piense que su "libertad" individual está por encima de contagiar una enfermedad mortal a otros. Libertad letal tengo la tentación de llamarlo, pero no les voy a regalar el término porque, además, no es verdad. No se manifiestan por la libertad, lo hacen por otra cosa.

La Universidad Sigmund Freud de Viena ha hecho un estudio sobre los manifestantes de las protestas antivacunas  entre cuyas conclusiones me llama poderosamente la atención una, además de las previsibles, a saber, que la mayoría de los manifestantes tienen simpatías por la extrema derecha (un 56,7%) y que el 33% restante está en contra de los partidos establecidos, aunque es significativo que un 20% votaron a los verdes en las últimas elecciones. La inmensa mayoría cree que el gobierno les miente y que la covid no es peor que una gripe y cosas por el estilo, pero lo llamativo no es eso, sino su composición social. Según este estudio, el nivel educativo de los manifestantes antivacunas está significativamente por encima de la media austríaca, el 60,2% pertenece a la clase media y, lo que es más importante, hay una enorme sobrerrepresentación de trabajadores autónomos (más de tres veces la media del país). Es decir, trabajadores autónomos formados y de clase media.... Los perdedores de la globalización.

Esas clases medias, hoy en flagrante descenso, a los que les vendieron que, siendo europeos, blancos, formados y emprendedores, el mundo sería suyo y que hoy ven amenazados sus privilegios al devolverles la realidad, como en un espejo roto, la imagen de una Europa que ya no es el centro del mundo. Se niegan a reconocerlo apelando a la melancolía del imperio perdido y a un racismo intolerable que revela cierto complejo de superioridad que se da de bruces con la realidad. Europa sangra por su herida narcisista.

La democracia según Biden

Algo de eso también hay en la Cumbre de la Democracia del presidente Joe Biden, cuya Administración decide quién es una democracia y quién no. Ha invitado a 110 países con un criterio que no hay quien entienda si uno se cree ingenuamente que esto va de democracias. No sé ni por dónde empezar, así que me limitaré a recordar que los EEUU han patrocinado golpes de estado en 12 países solo en América Latina y que sus 800 bases militares en 70 países del mundo hacen sospechar que quizá esta Cumbre va más de una nueva guerra fría con China que de defender derechos humanos. Es tan burdo que resulta insultante, y molesto, terriblemente molesto, el uso de una palabra tan hermosa como democracia para amenazar, porque "quien no está con nosotros, está contra nosotros" (presidente Bush dixit).

De nuevo el espejo roto, la imagen idealizada que se rompe en pedazos en la versión Covid de democracia y libertad. Ese Occidente que, como Narciso, se había enamorado de sí mismo y no acepta que el mundo no quiera ya ser su reflejo. En otro espejo, a través del que pasó Alicia, encontramos un diálogo que, si lo extrapolamos a lo que pretenden que sean la democracia o la libertad, parece haber sido escrito ayer:

- "Cuando yo uso una palabra -insistió Humpty Dumpty en tono desdeñoso-, significa lo que yo quiero que signifique. Ni más, ni menos.
-La cuestión está en saber – repuso Alicia- si usted puede conseguir que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
–La cuestión está en saber- replicó Humpty Dumpty- quién manda aquí. Eso es todo".

Reapropiarnos de las palabras

La buena noticia es que no cuela. Ni la libertad la definen los terraplanistas, ni la democracia los imperios, porque ninguna de las dos son conceptos, sino conquistas. Son praxis, algo que sabemos muy bien en un continente como el nuestro que sabe de revoluciones, de luchas, de guerras contra el fascismo, de libertades arrancadas a dentelladas. La Europa que reivindico se avergüenza de su pasado colonial porque ve en el espejo a esos otros que, desde Espartaco, nos trajeron derechos y libertades a un precio siempre demasiado alto.

Hoy que la globalización se rompe como proyecto optimista y que la covid-19 nos trae un mundo que nos resitúa como especie, habrá que renombrar las palabras. Ya lo hace el feminismo, y los ecologistas y, por supuesto, la renovada lucha de clases en occidente para que las mayorías trabajadoras no paguemos, una vez más, las consecuencias de esta crisis. Se me ocurre que 200 años después habrá que volver a reivindicar esa libertad, igualdad y fraternidad de la revolución que, en las calles de Paris y a pedradas, inauguró la historia moderna y, quizá, mirar al siglo XXI a través de su espejo.

 

Más Noticias