Otras miradas

El Niño Jesús contra Papá Noel

Antonio Gómez Movellán

El Niño Jesús contra Papá Noel
19 de diciembre de 2021, Vaticano, Ciudad del Vaticano: el Papa Francisco (C) y el cardenal Konrad Krajewski se reúnen con niños asistidos por el Dispensario Pediátrico de Santa Marta en un evento previo a la Navidad en el Salón Pablo VI del Vaticano.- Fabio Frustaci / Europa Press

En la bendición urbi et orbi del Papa del año 2014, Francisco volvió afirmar que "sin Jesús la navidad está vacía"; una declaración que da escalofríos y que resume a la perfección la tentación totalitaria del catolicismo, que pretende identificar la creencia en su dogmática como la única moral posible, relegando a los no cristianos a la vacuidad moral. De hecho, la iglesia católica siente desasosiego con el carácter profano de estas fiestas navideñas. Para ello acude a criticar la navidad como una fiesta consumista, mercantilista, contraponiendo como virtud la fiesta navideña católica centrada en la familia y la caridad; por eso denuncian el carácter mundano y hedonista de la navidad profana, ya que es ese, precisamente, el que lo aproxima al carácter pagano de estas fiesta ancestrales del solsticio de invierno.

Por eso, la iglesia católica siempre ha huido de aquellas manifestaciones profanas de estas fiestas y tiene tanto interés en poner belenes católicos en todo tipo de espacio públicos -en escuelas, en ayuntamientos, en ministerios, en parques, etc.-  y también en exhibir, de forma humillante y hasta obscena, la pobreza para, de esta forma, resaltar la caridad católica.  En España las administraciones públicas se pliegan absolutamente a este interés de la iglesia, incluso adaptando la parrilla de la programación de la RTVE al calendario ritual católico y haciendo retrasmisiones en directo de misas y apariciones del Papa de Roma.

Cuando en los años cincuenta se introdujeron en la Europa católica algunos ritos paganos como el Papá Noel, la Iglesia católica arremetió con mucha fuerza contra ellos, intentando cristianizarlos. En el año 1951, en la ciudad de Dijon en Francia, ocurrió algo muy curioso que dio la vuelta al mundo; en una parroquia de la ciudad un cura católico, junto con un pastor protestante, reunieron a 200 niños y quemaron a un Papá Noel gigante: era una protesta por el carácter secular que estaban tomando estas fiestas. El antropólogo Claude Levi Strauss escribió un librito, El Suplicio de Santa Claus, estudiando este hecho. En definitiva se trata de la aparición de nuevo simbolismo secular enfrentado a un predominio simbólico religioso y cómo las religiones se resisten a estas nuevas realidades. El hecho escandalizó a la opinión pública por la intransigencia del deán de la catedral.

En palabras de Levi Strauss: "Papá Noel fue colgado de las rejas de la catedral de Dijon y públicamente quemado en el atrio. Esa ejecución espectacular se llevó a cabo en presencia de varios centenares de niños de distintos patronatos y había sido decidida con el acuerdo del clero, que había condenado a Papá Noel por usurpador y hereje. Se le había acusado de paganizar la fiesta de la Navidad y de haberse instalado en ella como un pájaro cucú, tomando un lugar cada vez más preponderante. Se le reprochaba, sobre todo, el haberse introducido en todas las escuelas públicas, donde el belén -dado el carácter laico del Estado francés- está escrupulosamente prohibido. El domingo a las tres de la tarde, el desgraciado muñeco de barba blanca pagó, como muchos inocentes, por una falta de la cual eran culpables quienes irían a aplaudir su ejecución. El fuego abrasó su barba y el muñeco se desvaneció en el humo".

Al término de la ejecución el clero, tanto católico como protestante, de Dijon sacó este comunicado: "Representando a todos los hogares cristianos de la parroquia deseosos de luchar contra la mentira, doscientos cincuenta niños, agrupados frente a la puerta principal de la catedral de Dijon, quemaron a Papá Noel.
No se trataba de una atracción, sino de un gesto simbólico. Papá Noel ha sido sacrificado como holocausto. A decir verdad, la mentira no puede despertar el sentimiento religioso en el niño y no es, de ningún modo, un método de educación. Para nosotros, cristianos, la fiesta de la Navidad debe seguir siendo la fiesta del aniversario del nacimiento del Salvador".

La iglesia católica, como casi todas las religiones, pretende sustituir los ritos naturales que suponen una canción a la vida y a la naturaleza por los ritos de adoración a los ídolos y los dioses; por ello esa permanente lucha contra el paganismo de estas fiestas y su incasable insistencia en que los belenes y la imagen del niño Jesús estén por todos lados en Navidad. Levy Straus considera que el rito navideño tiene una relación inmemorial en la glorificación de la vida, de ahí la importancia de los niños en estas fiestas del solsticio de invierno. En palabras de Levy Strauss: "En el fondo de nosotros, todavía late el deseo de creer, aunque sea un poco, en una generosidad sin control, en una gentileza sin segundas intenciones; en un breve intervalo durante el cual quedan suspendidos todo temor, toda envidia y toda amargura. Sin duda no podemos compartir plenamente la ilusión, pero lo que justifica nuestro esfuerzo es que, al alimentarla en los otros, esa ilusión nos procura al menos la ocasión de calentarnos a la luz de la llama encendida en esas jóvenes almas. Esa creencia en que mantenemos a nuestros hijos de que sus juguetes vienen del más allá aporta una coartada al secreto movimiento que nos incita, de hecho, a ofrecerlos al más allá so pretexto de regalárselos a los niños. Por ese medio, los regalos de Navidad son un verdadero sacrificio a la dulzura de vivir, la cual consiste ante todo en no morir".

Dado el significado natural y no sacro de los ritos humanos inmemoriales, alrededor del solsticio de invierno, la Iglesia católica no se equivoca en absoluto cuando identifica la creencia en Papá Noel  y otros símbolos seculares con focos activos del paganismo en el hombre moderno; por eso su interés en que RTVE siga retrasmitiendo sus ritos navideños y que los belenes se armen en los ayuntamientos, aunque sea en nombre de la tradición y lo cultural: lo importante es que estén en todos lados y colonicen la conciencia de las personas desde niños, asociando esta fiesta no con la vida, sino con Dios.

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