Otras miradas

Masajes mediáticos, ¿conformadores y confirmadores?

Luis Moreno

Profesor Emérito de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)

Masajes mediáticos, ¿conformadores y confirmadores?
Pixabay

"All media work us over completely" ("Todos los medios de comunicación nos conforman completamente")
- Marshall McLuhan, The medium is the message, 1964

La cita que se reproduce sobre estas líneas animó al redactor de este artículo a preparar una tesina en la vieja Escuela de Periodismo de la Iglesia (Instituto Social León XIII), hace ahora 50 años. Entendí entonces que el innovador ‘descubrimiento’ del filósofo de la comunicación canadiense fue interpretar que la interacción entre emisor y receptor de noticias y opiniones estaba (pre) determinada por la naturaleza y características del medio de comunicación empleado. El continente informativo conformaba los contenidos emitidos.

En uno de sus visionarios requiebros conceptuales, el pensador canadiense convertía a los media como insuperables masajistas de creencias y expectativas ciudadanas. Con un sugerente juego semiótico de palabras, McLuhan hacía confluir ideas como Message (mensaje), Mess Age (época confusa), Massage (masaje) y Mass Age (tiempo de masas).Todos estos vocablos concernían a las transformaciones sociales propiciadas por los cambios mediáticos en la que, allá por los años 60 del siglo pasado, se vislumbraba como aldea global, y sus consecuencias para la vida política postindustrial.

Posteriormente, en The Medium is the Massage, elaborado junto a Quentin Fiore (1967), se recogía una anticipadora observación sobre los medios y el gobierno de la ‘cosa pública’: "Una nueva forma de política emerge. Las salas de estar de nuestras casas ya se han convertido en colegios electorales. La configuración de los media lo cambia todo". Según McLuhan, la percepción de la vida política quedaba conformada mediáticamente de manera irreversible. Años más tarde, la telemática y la reconfiguración virtual del espacio comunicacional no ha hecho sino acelerar el proceso de transformación de los usos políticos y sus recursos masajistas. Aquellos partidos y formaciones que se han adaptado mediáticamente a los nuevos escenarios de la pugna política han visto recompensados sus esfuerzos electoralmente.

En Estados Unidos, la campaña de Barack Obama para su nominación como candidato presidencial por el Partido Demócrata visibilizó las potencialidades de las tecnologías de comunicación interpersonal. Su empleo por las redes de voluntarios electorales fue altamente efectivo. Los responsables de la campaña de Obama pusieron en marcha una eficaz técnica de optimización propagandística con la implicación telemática de su red de oficinas electorales locales. En paralelo, su equipo de asesores supo explotar en los grandes soportes mediáticos sus cualidades retóricas mediante un discurso articulado y generalista. El decisivo incremento de 5 puntos en el porcentaje de participación respecto a las elecciones de 2004, con la incorporación de buena parte de abstencionistas hispanos y afroamericanos, fue resultado del despliegue telemático reticular y la movilización de sus activistas electorales ‘telemáticos’.

También Giovanni Sartori nos había avisado de algunos efectos en el desarrollo del medio televisivo, donde la imagen prevalecía sobre la palabra. En sus análisis recogidos en Homo videns: la sociedad teledirigida, el seminal politólogo y sociólogo italiano llamaba atención sobre la forma en la que los estímulos inducidos por la TV se producía en el marco de una regresión fundamental: el empobrecimiento de la capacidad de entender de los telespectadores. El ‘homo videns’ fatigaba en desarrollar procesos cognoscitivos y, muy especialmente, en desplegar su capacidad de abstracción. Desde tiempos de la Antigua Grecia, la capacidad de abstracción es el pilar epistemológico de nuestra civilización occidental.

Fernando González Urbaneja, compañero de aula en la vieja Escuela de Periodismo, afirma que el periodismo tiene que competir, más que nunca, porque ha perdido el monopolio de informar. ¿Quieren las nuevas generaciones ser informadas? ¿O se conforman/deforman ellas solas en las redes sociales? ¿Les trae al pairo el periodismo ‘serio’ a las nuevas generaciones? Cabría polemizar si el periodismo, como articulación de una función social imprescindible en sociedades civilizadas y democráticas, es suficiente para vehicular la información que conforman crecientemente los medios ahora dominados por los intereses de los Nuevos Señores Feudales Tecnológicos (Ej. Jeff Bezos-Amazon, Tim Cook-Apple, Sundar Pichai-Google o Mark Zuckerberg-Facebook).

Mi colega y amigo, Pau Marí-Klose, sostenía hace unos días -un tanto imperativamente- que son los media los principales responsables de la polarización política y que "... los manifiestos para pedir políticos más responsables, competentes y comprometidos con el interés general continuarán siendo papel mojado mientras no dirijan también el foco hacia quienes ponen las cámaras, montan el escenario y lo iluminan, e invitan a los políticos a los juegos que les proponen".

La labor de ‘confirmación’ por parte de los receptores de los mensajes mediáticos se configuran como la gran variable interviniente -e independiente- en el debate político y electoral. Algunos de los polarizadores más estrambóticos y conspicuos, como Trump o Boris Johnson, han sabido maximizar la demagogia de sus ‘masajes’ hasta límites insospechados. Para sus seguidores no importa si lo que dicen es verdad o mentira. Cuenta que ‘confirmen’ sus creencias o presunciones, por disparatadas que sean. Poco les inquietan el denominado Principio Asimétrico de la Gilipollez, la conocida como Ley Brandolini, que establece que la energía necesaria para refutar una afirmación sin sentido es bastante superior a la necesaria para producirla. Si piensas que la tierra es plana, y tal aseveración la sostiene tu chat telemático, la ‘veracidad’ de semejante despropósito queda confirmada.

¿Y cuál es rol cambiante que juegan los periodistas? Debe aceptarse la complicidad de los periodistas con la polarización, entre otras razones, porque es evidente. Aunque como dice González Urbaneja, cabe la excusa de que el periodismo es ejercicio de poner espejos para reflejar una realidad que incluye los discursos políticos y sociales sesgados y polarizados. Afortunadamente hay periodistas que siguen la ética de responsabilidad de denunciar las ‘malas prácticas’ del capitalismo global.

Recuérdese cómo siguiendo la estela de anteriores filtraciones de documentos como como los Archivos FinCen, los Papeles del Paraíso, los Papeles de Panamá y LuxLeaks, la última exposición pública de los chanchullos financieros abierta por los Papeles de Pandora es la mayor conocida hasta el momento. El esfuerzo investigativo ha sido enorme. En esta última filtración del ICIJ (Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación) han participado más de 600 periodistas de 117 países y medios reconocidos de todo el mundo.

Volveremos sobre un asunto tan poliédrico.

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