Otras miradas

No son errores ni pecados: son delitos

María Guijarro

No son errores ni pecados: son delitos
Ayuso, en una imagen de archivo. EFE

Mientras seguimos celebrando la aprobación de una Reforma Laboral, que beneficia a los más vulnerables, y mientras esperamos resultados en las elecciones de Castilla y León, otros temas se acumulan en el trabajo parlamentario. Uno de ellos, es el de la posible creación de una Comisión independiente para investigar la pederastia en la Iglesia Católica española. Un asunto tabú durante largo tiempo y que ya es hora de resolver o cuando menos de investigar y que se asuman responsabilidades.

Dice la teóloga Margarita Pintos que "la Iglesia ha tratado de minimizar el escándalo alegando que son pocas las víctimas, como si un solo niño no mereciera la pena, el criterio del número es antievangélico".

Ahí le has dado. Si la Iglesia católica no asume, después de tantos años y tantas víctimas, su responsabilidad en presuntos delitos de pederastia por una cuestión "cuantitativa", que ni siquiera, ¿A quién pretende predicar? Y lo que es más grave, ¿qué pretende predicar?

Porque la Iglesia católica siempre clama justicia y verdad. Reza contra las desigualdades y por las injusticias en el mundo. Así que mi sorpresa y sobre todo mi indignación, como cristiana de base, es que no haya, por parte de la Iglesia desde hace mucho tiempo, un examen de conciencia saludable, liberador y catártico.

La Iglesia católica española debería estar y reconocer con su presencia en cualquiera de las instancias donde se investigue qué ocurrió, cómo y dónde ocurrió. Porque es la primera culpable de la realidad que ahora le toca sanar. El Episcopado español no puede dar la espalda a la teología actual, y por supuesto a la cabeza de su Iglesia que es el Papa Francisco.

Él ya ha reconocido, que "es un momento de vergüenza". Que lamenta la larga incapacidad de la Iglesia para gestionar este asunto y anima "a los obispos, a los superiores religiosos y a hacer todo lo posible para que no se repitan tragedias similares", añadía el Papa, que "mostraba también a las víctimas todo su dolor y tristeza por los traumas sufridos".

Así que no. No es como dicen algunos miembros de la jerarquía eclesiástica española "una campaña de desprestigio orquestada por un anticlericalismo desatado".  O no es como dice cierta política madrileña "errores como los que cometemos todos". No y mil veces no.

No todas las ciudadanas y ciudadanos, ni por supuesto, todos los católicos hemos cometido esos delitos. No son errores, se trata de delitos que instancias como la comisión independiente de asesoramiento propuesta por el PSOE y con la Defensoría del Pueblo como cabeza visible deberán esclarecer.

Y sí comparto que sea una comisión integrada por expertos, representantes de administraciones públicas, de asociaciones de víctimas y de la propia Iglesia. Se necesita, para un tema tabú durante tanto tiempo, un trabajo riguroso, profundo que transite de la investigación al reconocimiento, pero sin presión mediática para las víctimas. Muchas de ellas no se atreverían a exponerse después de los años.

Como decía la exvicepresidenta y diputada Carmen Calvo, "el formato elegido pretende ser el más empático y justo posible" con las víctimas. "Se trata de averiguar la verdad, de oírlas, de repararlas, de hacer justicia y de prevenir para que no ocurra más".

Y en eso, no valen los populismos ni los enredos. No son errores, señora Ayuso. Son delitos y como tal habrá que investigarlos. Le pese a quien le pese.

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