Otras miradas

El reto de saber canalizar la antipolítica

Daniel V. Guisado

El reto de saber canalizar la antipolítica
Un grupo de simpatizantes del partido político de Vox celebra los resultados obtenidos por su formación en los comicios para Castilla y León durante la noche electoral del 13F en el Hotel Palacio Santa Ana, a 13 de febrero de 2022, en Valladolid, Castilla y León (España).- EUROPA PRESS

Pablo Casado quiso ser Ayuso, pero se quedó en trampolín de Vox. Se ha comentado mucho, pero no está de más empatizarlo. El botón de adelanto electoral se pulsó únicamente por una doble ambición personal: la de reforzarse internamente (mirando de reojo a Ayuso) y la de fortalecerse externamente (intentando mirar de frente a Sánchez). Con los datos encima no ha conseguido ninguno de los dos objetivos. De hecho, en su lugar ha dado aire a la presidenta de la Comunidad de Madrid en la pugna interna y avivado el fuego que representa Santiago Abascal, hoy mucho más alternativa de Sánchez que ayer.

Quizás es pronto para afirmar si el cambio de ciclo ya está entre nosotros, pero no lo es para comprobar importantes cambios de estrategia. La más notoria es la que anunció el líder de Vox en la noche electoral: "El derecho y el deber de formar gobierno". La entrada de la derecha radical en la Junta de Castilla y León supone un punto y aparte en la trayectoria vital de la formación. De opción outsider a partícipe de la gestión. Los cambios que llevan años pregonando necesitan materializarse y la intensidad retórica concretarse.

Es una dicotomía difícil. Formar parte de la élite gubernamental a la que llevan años criticando les hará ganar una importante imagen institucional y de gestión, pero perderán por el camino la gasolina que les ha permitido llegar hasta aquí: la impugnación del establishment. No es nada nuevo a nivel europeo, otras formaciones de la cuerda ideológica de Vox han visto truncadas sus expectativas por implicarse en gobiernos a distintos niveles administrativos. Dar solución al malestar es mucho más difícil que simplemente alimentarse de él.

Más de la mitad de los votos y más de un tercio de los escaños del PP son datos tan legítimos para exigir un gobierno de coalición como real es la amenaza de morir de éxito prematuro para los de Abascal. En el largo camino que resta hasta los comicios generales tendrán lugar toda una serie de elecciones (Andalucía, Comunidad Valenciana, municipales, resto de autonómicas) donde Vox mejorará resultados, pero también donde la imagen de pata subsidiaria de los verdes se intensificará si no consiguen adelantar por la derecha a los de Casado. Ser partícipes de la consolidación de gobiernos populares, ahora participando directamente en ellos, irá en detrimento de la vocación de alternativa a los mismos que necesita desplegar Vox. Cada vez que se abran las urnas el marco será que la derecha radical en España crece, pero colateralmente este crecimiento solo servirá en el corto-medio plazo para apuntalar a esa "derechita cobarde" que critican. Demostrar que el crecimiento no viene de la mano de la impotencia será un gran reto.

Con este cambio de rumbo en el horizonte, la izquierda bien haría en recomponerse de la miopía adolecida en los últimos tiempos y entender que la mejor estrategia es la que profundiza contradicciones concretas, no la que ensalza relatos caducos. En jerga politológica, acudir al policy (las políticas públicas) y no solo al politics (la campaña, el relato, las alianzas). Subrayar las leyes que Vox impulsa, los derechos que recortan, la parte de la sociedad que expulsa o no reconoce. Como comentábamos hace una semana, interiorizar que la alternativa no puede apostarlo todo al ruido o a las causas justas, además debe convencer.

Y ese convencimiento no se desarrolla hoy en las mismas coordenadas que antes de la pandemia. Hoy la pulsión es anti-política en tanto que se rechaza lo que representa la política actual y de los últimos años. Vox es su pata reaccionaria (la salida para pocos a costa de los muchos), pero hay otra alternativa que representan cada vez con mayor claridad formaciones provinciales o de ámbito no estatal. La territorialización de la política, la otra clara ganadora en Castilla y León, es una forma de impugnar los esquemas vinculados al bipartidismo. Esa misma energía, canalizada en 2015 por Podemos y Ciudadanos, encuentra ahora nuevo impulso en partidos como Teruel Existe, Soria Ya, UPL, BNG o próximamente Levanta Jaén.

Repasemos algunos de sus últimos resultados históricos. Soria Ya ha vencido en su provincia con más del 40% de los votos. Teruel Existe hizo lo mismo en las generales del 2019 con el 27%. Unión del Pueblo Leonés ha obtenido su mejor resultado con el 21%. Incluso Más Madrid superó al PSOE en las últimas elecciones con el 17%. De forma paralela, y contrariamente a lo que algunos auguran los últimos años, el bipartidismo sigue en horas bajas sin visos de retorno dorado. En Castilla y León, territorio propicio para el mismo, la suma del Partido Popular y del Partido Socialista alcanzó el domingo un mínimo histórico con el 61% de los votos. Hace tan solo una década ambas formaciones recogían más de ocho de cada diez sufragios.

¿Problema de oferta o de demanda? A tenor de estos últimos datos, con el bipartidismo lejos de la recuperación y con la no-tan-nueva política (Ciudadanos, Unidas Podemos) en el aro de la desaparición, más lo primero que lo segundo. Por ello, este fenómeno de cantonalización no es solo de carácter impugnatorio (rechazo a la dinámica bipartidista), sino además constitutivo (retorno de la política sustantiva). En tan solo un lustro hemos pasado del voto determinado por los grandes debates (ruptura de bipartidismo, regeneración, nueva-vieja política) a otro influenciado por los concretos (infraestructuras provinciales).

Utilizando el término acuñado por Paolo Mossetti, existen todavía partículas de resentimiento en el aire del país. Un rechazo a lo establecido y vinculado al politiqueo. Un tercio de la ciudadanía en el país ve la política, en sus diversas formas, como el principal problema actual. Y este hecho exterioriza dos consecuencias actualmente materializándose. El resentimiento que desea mandarlo todo a tomar viento o el cierre de filas territorial. No puede entenderse el éxito de actores tan diversos como Vox y la España Vaciada sin atender al deseo frustrado de cambio reciente. Pero precisamente la condición de posibilidad de lo primero es pista suficiente para saber que todavía existe un porcentaje significativo de población que desea algo diferente a lo conocido. Solo falta reconocerlo y saber cómo interpelarlo. Una alternativa sin ruido, asertiva y ambiciosa con lo que hace, y no solo promete, puede ser un buen inicio de partida.

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