Otras miradas

Las mujeres de la guerra

Anita Botwin

Las mujeres de la guerra
Refugiados ucranianos hacen cola ante el paso fronterizo de Porubne (Ucrania) para entrar en Rumanía.- EFE

Una ley, la Ley Marcial concretamente, ha decidido que los hombres ucranianos de entre 18 y 60 años deben quedarse en el país y combatir. Y mientras tanto, las mujeres huyen con lo puesto, bebés en brazos, abuelas de la mano, recuerdos en mochilas, hacia países cercanos, especialmente Polonia. Putin, otro hombre que tampoco amaba a las mujeres, ha decidido masacrar a un pueblo entero y ahora muchas familias se han dividido, ellos al frente, ellas a los corredores humanitarios.

Todas estas mujeres que se han visto obligadas a interrumpir sus vidas y huir hacia algún lugar que no es el suyo, ya sufrieron violencias antes, tal y como desvelaba en noviembre de 2020, Amnistía Internacional (AI) sobre todo en el Este de Ucrania, tanto por parte de las fuerzas militarizadas como por parte de sus parejas.

La guerra no deja a nadie indemne. Mata a quienes se quedan en el frente y deja desamparadas y heridas de muerte a quienes se ven obligadas a marcharse. En una guerra nadie de a pie gana, tan solo los poderes entonan la victoria. Las mujeres y las niñas son objetivo de las mafias de trata, que se aprovechan de la guerra y de sus víctimas. Por lo tanto, muchas de ellas han sufrido doblemente violencia al tener que huir de la guerra y encontrarse con depredadores en la frontera. Y tal y como indican muchas informaciones, proxenetas alemanes se estarían dirigiendo a la frontera entre Polonia y Ucrania para captar a mujeres. Les ofrecen transporte y alojamiento gratuitos y a cambio se las llevan para prostituirlas.

El depredador aprovecha las circunstancias de vulnerabilidad de las mujeres para atacar. Ya sea una guerra, la precariedad, pobreza, raza, la discapacidad... Se encuentra siempre al acecho para atacar a su víctima y termina encontrando la manera. ¿Cómo detenerlo?, ¿cómo parar esta impunidad? No sé si sienten la misma impotencia, rabia y dolor que yo, el no saber cómo ayudar, cómo hacer que nuestro grito llegue a donde tiene que llegar y haga tambalear los muros del patriarcado. Y me temo que es esa misma frustración la que determina que no nos quede otra que seguir con nuestras vidas como si tal cosa, intentando olvidar que la barbarie está tan cerca de casa sin que podamos hacer prácticamente nada por evitarlo.

La violencia machista en Ucrania no es nada nuevo tampoco. Los datos hablan y en 2018, hubo un aumento del 76% en los casos notificados en la región de Donetsk y un aumento del 158% en la región de Luhansk, en comparación con el promedio de los tres años anteriores, según AI. Todas estas informaciones datan de cuando comenzó el conflicto entre Rusia y Ucrania tras la anexión de Crimea por parte de Putin en 2014, que es cuando empezó la guerra que ahora nos preocupa.

Muchas de estas mujeres ya hablaban de sufrir violencia física o psicológica tras haber empezado toda esta tragedia. Los maridos en el frente no experimentan situaciones nada agradables y ¿con quién lo pagan? Desgraciadamente en muchos casos con ellas. La violencia que viven ellos en su día a día se transforma en violencia hacia las mujeres, el militarismo y patriarcado van de la mano y se refuerzan mutuamente. Quien vive inmerso en la violencia lo más posible es que la replique en otras esferas.

También es necesario hablar de vientres de alquiler cuando hablamos de Ucrania y cuando hablamos de guerra porque eso también es violencia aunque muchos pretendan venderlo de altruismo chachi guay. La precariedad de muchas ciudadanas ucranianas donde el salario mínimo no llega a los 200 euros, ha sido aprovechada por empresas para hacer negocio. Un negocio de  6000 millones de euros al año. Es vergonzante ver cómo muchos canales de televisión entrevistan a las familias españolas que han pagado un vientre de madre ucraniana y sólo se preguntan por el estado del neonato, en ningún momento por cómo se encuentran ellas, al fin y al cabo no son más que incubadoras de "El cuento de la criada".

Hoy, 8 de marzo, nos acordamos de todas ellas, y de todas las demás mujeres que sufren la violencia de las guerras y la violencia machista diaria. Eso es o debería ser en mi opinión la sororidad, apoyarnos unas a las otras, más allá de las fronteras, las lenguas, las ideas. Somos mujeres y vivimos amenazadas contantemente, pero nuestra unión hará que en algún momento -esperemos temprano- podamos doblegar al enemigo: el patriarcado.

 

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