Otras miradas

¿Hacer política con la violencia de género?

Ana Bernal-Triviño

¿Hacer política con la violencia de género?
El portavoz de Vox en las Cortes, Juan García-Gallardo (i), felicita al candidato del PP a la Presidencia de la Junta de Castilla y León y presidente del partido en la región, Alfonso Fernández Mañueco (d), tras su debate de investidura.- Photogenic/Claudia Alba / Europa Press

A diferencia del cordón sanitario a la ultraderecha en Europa, este lunes Vox obtenía las llaves de su vicepresidencia en Castilla y León. El presidente, Alfonso Fernández Mañueco, defendió el acuerdo en la línea de Vox en inmigración, memoria histórica y una ley de violencia intrafamiliar. 

En este último caso, aportó que esta última no eliminaría la ley de violencia machista. Horas después, Elías Bendodo, coordinador general del Partido Popular, decía que "ya está bien de que la izquierda haga política o con el pasado o con la violencia de género", ya que hace "flaco favor a todas las partes porque cree que consigue algún rédito electoral".

El pasado 25 de noviembre, en el Senado, en la evaluación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, advertí del peligro de un periodismo de declaraciones políticas con bulos machistas. Porque esas declaraciones partidistas terminan dañando a las víctimas de violencia de género que, en sus circunstancias, solo piden soluciones más allá de las diferencias ideológicas. 

En contra de lo que dice Bendodo, hay que aclarar que hacer política no es malo, de entrada. Lo que lo hace bueno o malo es qué tipo de política se hace para ayudar a las víctimas. Es decir, qué se hace con esas políticas de igualdad, qué dotaciones presupuestarias se dan y en qué líneas se trabaja. Lo realmente malo, y de lo que cualquier víctima está cansada, es que con ellas se haga partidismo. También habla Bendodo de un "rédito político". Llama la atención esta respuesta justo en la semana en que su partido ha conseguido el mejor rédito político: su sillón de Gobierno tras acordar con Vox.

Ayer pude leer un tuit donde alguien preguntaba: "¿Pero qué pasa al feminismo con no querer aceptar la violencia intrafamiliar?" Y ahí es cuando asumes, una vez más, la falta de memoria de este país. Porque el feminismo nunca ha negado la violencia doméstica o intrafamiliar. En este país todas las víctimas están contempladas y protegidas, y la ley de violencia de género no restó ni uno de sus derechos al resto de las víctimas, respaldadas en el código penal. Entre otras cosas porque, además, las mujeres son mayoría también entre las víctimas de violencia intrafamiliar. 

La pregunta que habría que hacer a quienes piensan como el tuit que leí es: "¿Pero qué le pasa a una parte del país con no querer aceptar la violencia de género?" Con ponerle peros, con compararlas con otras, con querer integrarlas con otras, con insinuar que hay una situación de preferencia cuando una mujer es asesinada cada semana.

Quizás hay que recordar al Partido Popular, una vez más, que Vox lleva en su programa electoral nacional derogar la ley de violencia de género, que el Congreso aprobó esa ley en 2004 por unanimidad y que hay un Pacto de Estado inevitable. Aunque digan que se mantendrá la ley de violencia machista, el problema es que la victoria no es del PP, sino de Vox. El PP ha perdido desde que han aceptado el relato de Vox en esta materia, y desde que algunos de sus dirigentes aceptó su vocabulario en esta materia.

El reto va a estar en cómo Bendodo o Mañueco explicarán cuando se deje a un lado los discursos y empiece la verdad. Desde lo más sencillo a lo más complicado en la política local. Porque, ¿cómo va a gestionar el PP cuando Vox no guarde minutos de silencio por cada asesinato machista?  ¿O cómo va a gestionar el PP, que como comunidad tiene competencias en violencia de género, la financiación de casas de acogida o de asociaciones a las que su socio califica de "chiringuitos"? Las vidas de las víctimas y su recuperación dependerá de ello. Será ahí cuando veamos, en palabras de Bendodo, qué política real se hace y qué precio pagarán por el rédito político.

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