Otras miradas

No son muertes, son asesinatos

Serigne Mbayé

Diputado de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid

No son muertes, son asesinatos
Una concentración ha denunciado este lunes en el Paseo Sarasate de Pamplona, frente a la sede del PSN, la muerte de al menos 23 emigrantes subsaharianos durante el salto a la valla de Melilla el pasado viernes. EFE/Villar López

La rabia me invade viendo las imágenes de las personas asesinadas en Melilla. Estas muertes eran evitables, no son fruto de ningún accidente. Son la consecuencia de una política migratoria nefasta que deja a las personas migrantes desprotegidas y sin garantías de que se cumplan sus derechos humanos. Y es necesario investigar a fondo lo ocurrido y depurar las responsabilidades que se determinen.

La mayoría de las personas que las están viendo en su televisión, en cambio, quizá no lo perciban así. El racismo está tan asentado como parte de nuestra cotidianidad que las muertes de personas negras en la frontera parecen ser inevitables; una tragedia, sí, pero no deja de ser un duelo de otros. La foto fija de sus cuerpos sin recibir socorro demuestra que hay vidas que valen menos que otras.

En cambio, cuando veo esas imágenes desde mi realidad contemplo sin filtros la misma dureza que hizo que yo emigrara; los mismos motivos que han provocado que estas personas decidan arriesgar su vida incluso sabiendo que existe un peligro de muerte. Para entender la masacre de Melilla, no se puede dejar de poner el foco en un sistema económico sustentado en el colonialismo que extrae la riqueza de muchos países para sostener la economía de unos pocos. No se puede entender esta masacre sin acercarse a la idea de que la riqueza europea se asienta en la muerte de personas negras.

Las políticas colonialistas que han arrasado y siguen arrasando con los recursos de los países africanos, junto con los graves efectos del cambio climático, empeoran gravemente las condiciones de vida de los africanos y las africanas. No sólo las economías de sus países se encuentran supeditadas a Europa, sino que, además, la degradación del medio ambiente está mostrando la cara más dura en estos territorios. Lo sé porque fueron sus efectos sobre la pesca autóctona de mi país, Senegal, fruto de la actividad de grandes empresas pesqueras extranjeras lo que me impidió seguir ganándome la vida como pescador. Fue este sistema el que me lanzó una patera para buscar una vida mejor en España. El mismo sistema que provoca que cientos de africanos intenten saltar las vallas de Melilla a la vez que los asesina sin miramientos cuando se disponen a hacerlo.

La política migratoria de la Unión Europa es la de una Europa fortificada que, en vez de atender al derecho humanitario, opta por aliarse con dictaduras. En vez de garantizar vías legales y seguras para los migrantes y refugiados, apuesta por una externalización de fronteras a países terceros haciendo que la gente recurra a caminos más largos y mortíferos. Es la misma política que abraza a los refugiados ucranianos mientras asesina a los migrantes africanos en las fronteras. ¿Cuándo dejará de depender el valor de las vidas del color de piel? ¿Cuándo prevalecerán los criterios humanitarios sobre los intereses geopolíticos?

Lo que la derecha quiere presentar como una invasión no es más que la respuesta al colonialismo atroz que Europa ha impuesto en África. ¿Quién invade a quién? Desde luego, no quienes se juegan la vida intentando alcanzar una vida mejor. Y puede que sí lo hagan quienes se dedican a desposeer  a países de su riqueza y de su soberanía política, a costa de dañar las vidas de sus habitantes, con el único fin de defender los intereses de grandes corporaciones y los privilegios de sus propietarios.

Ante la crisis climática, que cada vez se hace más difícil de obviar, la izquierda europea tiene la obligación de mostrar una alternativa a las políticas migratorias que legitiman los discursos de odio de la extrema derecha, anclada en posiciones negacionistas y racistas. Es necesario afrontar una crítica profunda que cuestione el consenso, a derecha e izquierda, de que las vidas de personas negras valen menos que las vidas de personas blancas. Como diputado de la Asamblea de Madrid, pienso dedicar todos mis esfuerzos para que esta situación no se repita. Como activista antirracista no voy a descansar ni un segundo hasta que se investigue el asesinato de mis hermanos.

 

 

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