Otras miradas

Las riadas del Vallés y los supervivientes de los campos nazis

Rosa Toran

Historiadora

El campo de concentración de Mauthausen. -Flickr
El campo de concentración de Mauthausen. -Flickr

Dos acontecimientos que en apariencia no guardan relación aparecen enraizados dentro de un relato integral de la dictadura franquista. Son bien conocidos los efectos de la catastrófica riada de la noche del 25 al 26 de septiembre de 1962 en Cataluña y especialmente en la comarca del Vallés occidental, pero no sucede lo mismo con lo acaecido en una fecha cercana, el 5 de noviembre, cuando en una cena fraternal 25 exdeportados de los campos nazis se reunieron para crear una asociación que les amparara, la Amical de Mauthausen.

El fenómeno natural de las inundaciones no se hubiera cobrado tal magnitud, con miles de víctimas, si no se hubieran alentado los asentamientos en condiciones indignas de los llegados de toda la geografía española, expulsados de sus tierras de origen para satisfacer las demandas de mano de obra del "desarrollismo" pregonado por la Dictadura. Abandonados a su suerte antes y después de la tragedia y usados como instrumento de propaganda de la bondad del régimen, que repartió a su modo y usanza las ayudas que llegaron desde toda España y desde el extranjero. Valgan como ejemplo las grotescas paradas de jóvenes uniformados con las enseñas falangistas, las pancartas y carteles que enmarcaban las visitas del mismo Franco y de sus ministros, y los que se lucraron con los montos de las ayudas, en muchos casos, los mismos que habían contribuido al alcance de la catástrofe, desde constructores a industriales.

Pues bien, retomemos el hilo del relato. También habían sido expulsados de su tierra los centenares de miles de personas que emprendieron la ruta del exilio en 1939, entre ellos los que por su combate contra los sublevados fascistas y contra los ocupantes nazis pagaron el alto precio de la deportación a los campos nazis. Instalados en Francia la gran mayoría de los que salieron vivos, no olvidaron a los pocos compañeros que habían regresado a España y que no gozaban de ningún reconocimiento, sino todo lo contrario. Los supervivientes, relegados al silencio, a la par que los familiares de los muertos, se vieron privados del duelo e incluso sumidos en la ignorancia de lo acaecido a los suyos desde décadas atrás. Y era en este contexto que las acciones de solidaridad iban llegando desde el otro lado de la frontera, con colectas para los presos políticos, entre los cuales se contaban antiguos deportados comprometidos en la lucha antifranquista, encerrados en Burgos, en Ocaña o en la Modelo de Barcelona, como lo fue Joan Pagés Moret, penado por su participación en la huelga de tranvías de 1951, Josep Sugranyes o Manuel Azaustre; sin que faltaran medios para facilitar entradas o salidas clandestinas de España.

En este contexto de relación fraterna y solidaria, los residentes en Francia no podían quedar indiferentes ante la tragedia de las riadas de aquel otoño de 1962, y llevaron a cabo una campaña desde la Amicale de Mauthausen a París, que acogía en su seno a muchos republicanos, para socorrer a las víctimas vallesanas. Y el día 5 de noviembre llegaba a la estación de Francia de Barcelona Émile Valley, secretario general de la aludida Amical, con la misión de hacer entrega oficial de 20.000 francos y de 3.000 botes de leche en polvo, que podían revertir en 10 toneladas de leche, con estas palabras en sus etiquetas: "Don de la Amicale des déportés du camp de concentration de Mauthausen aux sinistrés de Catalogne". Los trámites aduaneros previos a la donación los llevó a cabo Joan Pagés, que también acompañó a Valley al Gobierno civil, donde fueron recibidos por el jefe de su gabinete y por el director de los Servicios Sociales.

Pero la estancia de Valley tenía otro objetivo no menos singular, la reunión con los compañeros españoles para poner las bases de una asociación, con las pautas de su experiencia en la elaboración de la memoria y los estatutos para presentar al Gobierno civil, amparándose en el Fuero de los Españoles. La Amicale de Mauthausen se había fundado en París al poco tiempo de la liberación del campo y acogía en su seno a muchos españoles, con lazos indestructibles, sobre todo desde 1942, cuando los resistentes franceses empezaron a llegar al campo austríaco y recibieron ayuda de los veteranos republicanos. No en vano, Valley, "Mimile" para los amigos, fue uno de los que se empeñaron ante De Gaulle para que Francia fuera tierra de acogida para los supervivientes proscritos en España.

La emotividad que envolvió a los supervivientes en aquella cena en un restaurante barcelonés queda reflejada en las palabras de uno de los asistentes, Amadeo López Arias: "La voz corrió como un reguero de pólvora. Lo que jamás se había podido conseguir, reunir a tantos dispersos, lo consiguió como un conjuro la llegada del Secretario General. Uno conoce a uno y lo cita a la hora convenida en el lugar convenido. Este a la vez sabe de otro y es avisado rápidamente y así van corriéndose las voces hasta conseguir lo maravilloso de vernos a la hora prevista, reunidos 25 exdeportados. ¿Te imaginas? De seguro que a ti, como a todos nosotros se te hubiera caído la baba y hubieras respirado un ambiente que parecía imposible hasta entonces".

La reunión, bajo el amparo del cónsul francés a título privado, culminaba un año plagado de reencuentros y solidaridad, como había sido la inauguración del monumento a los republicanos en el campo de Mauthausen, el 6 de mayo del mismo año, en territorio francés y gracias a las aportaciones obtenidas por subscripción popular. ¿Podrían los exdeportados y sus familiares, ver reconocidos sus derechos morales y materiales en España como sucedía en los países de Europa occidental? Así lo reflejaba la memoria que precedía el proyecto de Estatutos: "Habida cuenta de cuanto antecede y siguiendo la pauta de los exdeportados de otros países (y familiares de caídos), consideramos necesario establecer una asociación desde la cual legalmente podamos:

Practicar la mutua protección entre los asociados;

Estrechar y mantener la amistad forjada en los campos de concentración;

Defender los intereses morales y materiales que les son peculiares;

Recordar y enaltecer la memoria de los difuntos,

Y como tributo de homenaje a los caídos en los campos de concentración de Alemania, adoptamos el nombre de AMICAL DE MAUTHAUSEN"

Trabajosos días, meses y años de aquellos pioneros que consiguieron sumar hombres y mujeres en su tarea, pero la legalización no llegó hasta el 8 de febrero de 1978. La Dictadura mostraba su cara siniestra, a pesar de los socorridos eslóganes de aperturismo, y Franco no cejó en perseguir a los considerados enemigos, en una guerra interminable, fuese contra los "rojos" o contra los que les relevaron en la lucha contra el régimen.

El 23 de febrero de 1963 presentaron el acta fundacional y los estatutos al gobernador civil Antonio Ibáñez Freire, quien, al tramitar el expediente al Ministerio de Gobernación, diez meses después, anotó la no conveniencia de su aprobación, en medio de una retahíla de recursos y más recursos que no sirvieron para rectificar la negativa.

Concluyamos con la relación entre las catastróficas riadas y la condena a la ilegalidad de los antiguos deportados y sus familiares. Víctimas, unas y otras, del régimen que mostraba la otra cara del desarrollismo y atentaba contra la dignidad de las víctimas del nazismo, que también lo fueron del franquismo, a pesar de haber dado singulares muestras de solidaridad.

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