Otras miradas

¿Parar a Putin o humillarlo?

Sergi Sol

Militares ucranianos disparan un obús en una línea del frente en la región de Donetsk, Ucrania, a 17 de enero de 2023. -REUTERS / Oleksandr Ratushniak
Militares ucranianos disparan un obús en una línea del frente en la región de Donetsk, Ucrania, a 17 de enero de 2023. -REUTERS / Oleksandr Ratushniak

Zelenski y la Ucrania de los oligarcas no son mucho mejores que la Rusia de Putin por lo que a estándares democráticos se refiere. De hecho, Ucrania es un país de terribles desigualdades, con una renta per cápita que queda lejos de la rusa (menos del 50%) y con un índice de corrupción incluso superior.

Otra cuestión es que Putin ordenara la invasión y pretendiera tomar el control de Ucrania. Y que ante esa situación se imponía una reacción solidaria de la Unión Europea. Aunque fuera liderada, como siempre, por Estados Unidos que, sin duda, no sólo actúa como gendarme del planeta. También como gran beneficiado del negocio de la guerra.

Lo que se daba por hecho iba a ser una guerra relámpago que poco a poco se ha convertido en una ciénaga con unas líneas en el frente de guerra que avanzan o retroceden sin excesiva claridad. Y además, sin que se pueda decir que un bando se impone a otro con nitidez.

Claro está que si la Ucrania de Zelenski sostiene la ofensiva rusa es gracias al apoyo militar y económico de Occidente. Un Zelenski voraz que no deja de exigir más armamento y más moderno. Tal es el apetito de Zelenski que públicamente ha situado como objetivo, ni más ni menos, que recuperar Crimea. Lo que lleva la guerra mucho más allá de la situación que padecía Ucrania cuando el ejército ruso inició la ofensiva invasora el 24 de febrero de 2022.

A estas alturas, la cuestión también es de qué va esta guerra, si se trata de desangrar económicamente a Rusia (además de las pérdidas en vidas humanas), de humillarla, de decapitar a Putin como se hizo con Saddam o de rechazar la invasión de febrero.

La tumba de la URSS fue Afganistán. Diez años de guerra dejaron tocado de muerte a ese inmenso imperio que rivalizaba con Estados Unidos y que manejó los hilos para provocar una invasión que fue celebrada en la Casa Blanca. Habían metido al enemigo comunista en un avispero como ya se demostrara con el Imperio Británico que también en Afganistan empezó a cavar su propia fosa.

El Gobierno español y el conjunto de la Unión Europea deberían empezar a tener un plan propio sobre lo que se pretende. Y si es de su interés avivar una guerra hasta la extenuación. Sobre todo teniendo en cuenta que tiene un efecto directo en la economía de todos los países de la UE y que conlleva un aumento del gasto militar lo que, a su vez, supone menos dinero en otros ámbitos. Eso sin contar que se alimenta un conflicto que tiene un altísimo coste en vidas humanas. De ucranianos claro está. Pero también de rusos que por muy rusos que sean siguen contando como seres humanos.

Por eso hoy parece necesario impulsar el frente diplomático ante la duda de si Zelenski pretende rechazar la invasión rusa o llevar el conflicto hasta Crimea que cabe recordar fue regalada a Ucrania de un plumazo, sin más, por el presidente soviético Nikita Kruschev, el 1954. Por eso hoy parece más que razonable que un Gobierno progresista albergue dudas sobre si hay que seguir, erre que erre, armando sin fin a la Ucrania de Zelenski hasta los dientes. Por lo menos debería ser motivo de reflexión.

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