Otras miradas

Benditas mujeres: mi experiencia en el mayor evento de mujeres de la ONU

Mar García Puig

Diputada por Barcelona y vicepresidenta primera de la Comisión de Igualdad

Cientos de personas durante una manifestación convocada por el Movimiento Feminista de Euskal Herria, por el 8M, en Pamplona. - EUROPA PRESS / Eduardo Sanz
Cientos de personas durante una manifestación convocada por el Movimiento Feminista de Euskal Herria, por el 8M, en Pamplona. - EUROPA PRESS / Eduardo Sanz

Las pasadas dos semanas se ha celebrado en Nueva York, en la sede de la ONU, el 67 encuentro de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, uno de los órganos internacionales con más herramientas para decidir sobre la vida de las mujeres. Conocida por sus siglas, CSW, esta comisión se reúne cada año para elaborar un informe que sirva de arma a las defensoras de los derechos de las mujeres frente a gobiernos y legisladores, y avanzar así en políticas que nos lleven a ese futuro feminista que nos hará mejores.

Una pequeña delegación de la Comisión de Igualdad del Congreso, formada por diputadas y personal técnico, hemos asistido durante cuatro días al debate y a los actos paralelos, en los que participan tanto gobiernos como representantes de ONGs y otras organizaciones de la sociedad civil. El objetivo es presenciar las negociaciones de las conclusiones, y conocer cómo sobreviven y luchan en el día a día mujeres de lugares tan diferentes como son los 193 estados miembros de la ONU.

La primera lección la aprendemos en la sede de la Misión Española en la ONU, y nos viene de dos compatriotas, la embajadora adjunta, Ana Jiménez de la Hoz, y la Consejera en temas de Género, Ana María Alonso Giganto. Frente a diputadas de cuatro grupos parlamentarios diferentes y que solemos andar disintiendo a cada paso que damos en las paredes del Congreso, ambas mujeres nos hablan de la importancia de los consensos y de negociar hasta la extenuación incluso con la persona más lejana ideológicamente. Al no ser vinculantes, es fundamental que las conclusiones del CSW se aprueben por consenso, ya que sólo de esta forma cada estado miembro las podrá considerar propias y luchará para implementarlas. Y a mi cabeza vienen todos esos momentos en que en la Comisión de Igualdad no llegamos a acuerdos pese a que todas persigamos lo mejor para las mujeres, y tomo buena nota de lo que me cuentan estas dos sabias, con millones de segundos de negociaciones a sus espaldas y que han contribuido a que mujeres como nosotras estemos hoy aquí.

A la salida, y frente a un café para calentarnos de esos cero grados neoyorquinos, alcanzamos informalmente uno de esos consensos tantas veces impensables. Cada año la CSW se centra en un tema, y en esta ocasión es la innovación y el cambio digital, la brecha que sufrimos las mujeres en este ámbito y las violencias que enfrentamos en las nuevas vías de comunicación que se abren. Las que formamos parte de esta delegación no dejamos de ser mujeres privilegiadas, a las que esa brecha digital de género, devastadora para algunas, no nos afecta del mismo modo. Pero es en eso de la violencia a través de los medios digitales donde todas asentimos a la vez. Uno de los focos de los debates está en la violencia ejercida contra las mujeres que participan en política. No en vano, su brutalidad es uno de los factores que impiden el desarrollo de democracias paritarias e inclusivas, y las redes y medios digitales son uno de sus canales más preocupantes. Hay una impunidad en quien ejerce violencia contra las mujeres por este medio de la que todas hemos sido víctimas en mayor o menor medida y que todas convenimos en condenar. En las próximas horas tendremos la oportunidad de conocer inspiradoras iniciativas para intentar poner coto a este tipo de violencia, como la Ley Sobre Violencia Política contra las Mujeres mexicana.

Cuando entramos en el edificio de la ONU, andando juntas y llenas de entusiasmo al ver esos grupos de mujeres que ya en su vestimenta e idioma delatan la diversidad del encuentro, una señora entrada en años y vestida con coloridas telas africanas nos mira y con una sonrisa afirma: "blessed women", benditas mujeres. Esa bendición que nos acaba de regalar me lleva a la imagen de un ejército, uno pacífico, pero no menos valiente, que se hace de mujeres de todas las generaciones y de todos los rincones del mundo, y en el que cada una de ellas tiene una misión imprescindible. Pero no puedo dejar de pensar que muy posiblemente en este ejército las que están en la retaguardia son las que sufren más violencias y penalidades.

Motivada por la energía de esta africana imponente que me acaba de bendecir, recuerdo la bella imagen que evoca un personaje de una novela de la escritora Bernardine Evaristo: en Niña, mujer, otras, una mujer migrada que trabaja en los servicios de limpieza londinenses sueña con reunir un ejército de limpiadoras y volar con ellas hasta su tierra natal: "Las imaginó cayendo en picado por millones sobre el delta del Níger y sacando de allí a las petroleras con sus palos de fregona y de escoba transformados en lanzas". Porque, aunque en su mayoría hoy no estén aquí, la violencia que nos azota a las que tenemos el privilegio de pasear por estos pasillos se ceba especialmente en las precarias e invisibilizadas, y lo digital, con su tendencia a magnificarlo todo, también magnifica sus opresiones.

En la página web Código Doméstico, que animo a leer y releer sin fin, diversas mujeres americanas dejan testimonio de cómo las aplicaciones que se usan para contratar los servicios de limpiadoras han aumentado las violencias a las que se ven sometidas: la precariedad, el acoso, el racismo y el machismo. Para ellas también debe ir dirigido este encuentro. Porque las violencias, las visibles que llevan a las dimisiones de las mujeres en primera línea, pero también y sobre todo las invisibilizadas, las que llevan al hambre y la herida, son urgentes, y si algo hemos aprendido en la delegación estos días es que no hay cansancio que justifique no intentar llegar a ese consenso que pueda erradicarlas.

En los próximos días conoceremos las conclusiones de este CSW67 del que he podido ser testigo, y espero leer entre sus líneas ese "blessed women" que resuena en mi cabeza en el avión de vuelta, ese que predice la victoria de los derechos de las mujeres pero que, sobre todo, nos recuerda que nunca hay que olvidar a las que no se ven pero que son la más valiosa retaguardia.

Más Noticias