Otras miradas

Los seis factores de los conflictos que alimentan el hambre

Olivier Longué

Director ejecutivo de Acción contra el Hambre

Un saco de harina en un almacén del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Níger. E.P./Michael Kappeler/dpa
Un saco de harina en un almacén del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Níger. E.P./Michael Kappeler/dpa

A principios de 2023, había en todo el mundo al menos 110 conflictos armados activos en los que participaban fuerzas armadas nacionales y/o grupos armados no estatales. Más del 85% de las personas que sufren el hambre más severa, viven en países afectados por conflictos. Estos son solo dos datos que muestran la vinculación directa entre el hambre y los conflictos.

Se cumplen cinco años de la resolución 2417 de Naciones Unidas sobre la prohibición del uso del hambre como método de guerra

Desde Acción contra el Hambre llevamos tiempo trabajando en analizar la vinculación entre los conflictos y el hambre. Nuestro último informe que acabamos de publicar, titulado No importa quién esté luchando, el hambre siempre gana, analiza pruebas de múltiples conflictos en todo el mundo para identificar las conexiones específicas y complejas entre los conflictos y el hambre. Conexiones y factores que podríamos resumir en los seis siguientes:

El primero, los conflictos suelen obstaculizar el acceso a cultivos y al pasto. El 80% de las personas extremadamente pobres del mundo viven en zonas rurales y dependen de la agricultura para sobrevivir. El acceso a la tierra es esencial para garantizar una seguridad alimentaria sostenible. Sin embargo, en tiempos de conflicto, muchas personas abandonan sus hogares y tierras. El despojo de tierras es una táctica común utilizada en los conflictos para controlar el territorio y acumular riqueza.

En segundo lugar, el saqueo o robo de bienes productivos y cosechas. En zonas rurales, la producción agrícola es atacada como táctica política y económica. Los ataques incluyen restricciones de acceso, robo o destrucción de herramientas y ganado, quema o saqueo de cultivos y cosechas. Los grupos armados pueden robar todas las cosechas, privando a la población de alimentos. Además, las fuerzas armadas pueden ocupar las zonas más fértiles, reduciendo el rendimiento y las oportunidades laborales. El robo y saqueo de ganado también es común.

El tercer factor es la contaminación por minas. Las minas terrestres y las municiones de racimo causan daños indiscriminados, y las víctimas pueden ser tanto menores como soldados. Además, las municiones de racimo esparcen explosivos por un área amplia, mientras que las minas terrestres dejan una zona llena de minas sin explotar. Estas armas no respetan el derecho humanitario y están prohibidas en gran parte por el derecho internacional, pero el número de víctimas ha aumentado en los últimos siete años. Al menos 9 países tienen una contaminación extensa por minas antipersona que abarca más de 100 km2.

En cuarto lugar, los conflictos suelen, provocar la destrucción de servicios e infraestructuras básicos. Durante las guerras, la destrucción de servicios e infraestructuras básicos socava aún más las condiciones socioeconómicas de las comunidades. El uso de armas explosivas en zonas pobladas destruye infraestructuras críticas, como suministros de agua y alimentos, hospitales y escuelas. Los conflictos también afectan al sector agrícola, con grupos armados que atacan infraestructuras necesarias para garantizar la seguridad alimentaria y sistemas de abastecimiento de agua que son utilizados por las partes en conflicto para controlar a la población.

En quinto lugar, provocan desplazamientos forzados. En tiempos de conflicto, las familias buscan un lugar seguro lejos de la violencia, pudiendo convertirse en solicitantes de asilo, refugiados o desplazados internos. En 2022, había 103 millones de personas desplazadas por la fuerza de sus hogares, un 15% más que en 2021. Los combates en Sudán han obligado a decenas de miles de personas a abandonar sus hogares en abril de 2023, amenazando con empujarlos a una mayor inseguridad alimentaria.

Por último, los conflictos, en muchas ocasiones, obstruyen el acceso a la asistencia humanitaria y a los medios básicos de supervivencia. En países en conflicto, los bloqueos de puertos y carreteras interrumpen el comercio y la ayuda humanitaria, provocando hambre y malnutrición.

Se cumplen cinco años desde que el 24 de mayo de 2018, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobara de forma unánime la Resolución 2417, que condena el uso del hambre como método de guerra, una oportunidad que no queremos dejar pasar para pedir medidas urgentes para prevenir el hambre relacionada con los conflictos, apelando al uso de una diplomacia preventiva y de mediación, que promueva el derecho de todas las personas a la alimentación, así como un aumento de la financiación humanitaria y de ayuda oficial al desarrollo a largo plazo para hacer frente a las causas subyacentes de los conflictos y la violencia.

El hambre es causa y consecuencia de los conflictos, y genera un círculo vicioso que debe ser quebrado sin demora.

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