Otras miradas

El voto de los cuquis

Guillermo Zapata

Guionista y escritor

El voto de los cuquis
Amador y Maite forman pareja conocida como 'los cuquis' en la popular serie de televisión 'La que se avecina'

El 22 de abril de 2007, hace poco más de 16 años, Telecinco emitía el episodio piloto de La Que Se Avecina, una de las comedias más importantes de la historia de la televisión española. En dicho episodio conocíamos al conjunto de vecinos que serían el elenco fijo de la serie y también su localización principal: Mirador de Montepinar, una promoción de viviendas en un PAU. Una de esas zonas donde hay más rotondas que servicios públicos.

La serie recogía el testigo que sus creadores habían desarrollado anteriormente en Aquí no hay quién viva, que tenía una estructura similar, pero con un importante cambio inmobiliario. Si en Aquí no Hay quién Viva nos encontrábamos en un edificio que estaba en algún lugar entre el centro urbano de alta densidad y el barrio de toda la vida, aquí nos trasladábamos al cinturón de la ciudad y a los nuevos desarrollos urbanísticos.

Manteniendo unas claves muy similares en cuanto al tono: un costumbrismo feroz con muy buen tino para los chistes y la construcción de personajes con derivas hacia la astracanada y lo zarzuelero (dicho con el mayor de los respetos, esto lo escribe un fan entregado de las dos series) lo que se cambia es la diana a la que se dispara la acidez y el vitriolo. Aquí el objetivo es la clase media urbana y sus aspiraciones. Desde el pequeño empresario hecho a sí mismo, al político municipal venido a menos, pasando por los matrimonios de recién casados que ya se aburren de sí mismos y con un lugar muy destacado para Los Cuquis.

Los Cuquis: Amador y Maite. Felizmente casados (no) con tres hijos (habrá más) y con éxito personal y profesional (no). Temporada a temporada la serie se dedica a hundir en la más absoluta de las miserias a los dos personajes que mejor representan una aparente vida de éxito. Todas las tensiones de una clase media que ve como cada cosa que consideraban segura se evapora se condensan en ellos. No tienen ningún tipo de asidero en la familia, en el trabajo, ni por supuesto en el hogar, del que en algún momento llegan a ser desahuciados.

Me acordé de los cuquis gracias a mi hermano, que me hizo una broma en medio de una conversación sobre una de esas polémicas de campaña en torno a las distintas candidaturas electorales. Podemos mencionaba que Más Madrid era una izquierda cuqui frente a una izquierda valiente y mi hermano se acordaba de Amador, Maite y Mirador de Montepinar.

La cosa es que el voto de los Cuquis, de La Que Se Avecina, es uno de los elementos centrales de estas elecciones, como lo fueron en las elecciones pasadas.

Para entender ese voto cuqui es necesario entender como son esas "vidas cuquis". El escritor Jorge Dioni consigue acercarse al fenómeno en su libro Las España de las Piscinas.

El voto cuqui es uno de los que más ha oscilado en los últimos años, va y viene de la misma manera que va y viene todo lo que no tiene una identidad arraigada. Es un voto que ha aceptado más rápido y sin mirar atrás la crisis del bipartidismo, Las aspiraciones de Begoña Villacís para conseguir el ansiado 5% del voto se concentran en el voto cuqui. Es uno de los territorios donde Más Madrid ha tenido mejores resultados y donde Ayuso ha conseguido capitalizar una parte de su dominio electoral. Vox, habiendo abierto ciertas brechas, no es aún un partido hegemónico en estos territorios.

Es interesante analizar los vaivenes del voto cuqui porque el territorio "La Que Se Avecina" tiene algunas características importantes para pensar la política actual. Como bien explica Dioni es un territorio de frontera, donde el Estado del bienestar no existe como tal. Es el territorio donde cala mejor la lucha contra los impuestos de la derecha y la lucha por el derecho al tiempo de la izquierda. "Tenemos una casa, queremos un barrio", es uno de los lemas que Más Madrid ha usado a lo largo de esta legislatura.

Son territorios sin memoria, o la están están forjando poco a poco. Son territorios sin fuertes de luchas vecinales, ni grandes experiencias colectivas. Que hasta hace poco no tenían fiestas propias o cabalgatas de Reyes, con una enorme dependencia del coche y generalmente aislados.

En ellos se condensan conflictos que son centrales (con distintas intensidades) en el resto de la ciudad. Pero a la vez, sus procesos de politización no pasan por ninguno de los lugares tradicionales de la política. No les importa, digamos, si se es más o menos valiente, porque no tiene una relación intensa con lo institucional porque, general, son territorios sin dotaciones donde las instituciones no hacen acto de presencia. Son espacio seguros y a la vez asustados. Con ciertos recursos económicos, pero con enormes gastos derivados de la ausencia de cualquier red pública. Con hijos e hijas socializados en territorios sin ningún tipo de alternativa de ocio o cultura que no pase por el deporte o por algún centro comercial. Son sujetos moldeados por la forma más intensa de urbanismo neoliberal.

La idea de que "son de derechas" es garantía de derrota. La idea de "hacerles de izquierdas" es garantía de derrota. Dejar esos territorios "a su suerte" es una forma de decir que el mercado puede ocuparse de la reproducción de la vida sin instituciones democráticas, mala idea para cualquier proyecto que pretenda construir una alternativa. Son un desafío político de primer orden para cualquiera que se quiera tomar en serio la política municipal y regional, especialmente en Madrid. No hay manera de ganar Madrid sin los cuquis.

Es una pregunta desafiante para un día como hoy. ¿Cómo tratar con respeto y se escuchan las demandas de los moradores de Mirador de Montepinar?

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