La semana pasada (y por si te lo estás preguntando yo también he sentido que escribía algo tipo "a mediados del siglo XIX") se hizo viral un meme que nos recordaba que Skynet, la Inteligencia Artificial detrás de la Guerra de las Máquinas de los inicios de la saga Terminator (luego la cosa se complica) tomaría conciencia de sí misma e iniciaría la guerra nuclear que lleva al futuro postapocalíptico que John Connor y su señora madre, con ayuda de diversos viajeros en el tiempo (el propio padre de John Connor, el robot que iba a matar a John Connor pero luego fue reprogramado, etc, etc.) deben impedir.
Skynet tomaría conciencia de sí el 29 de agosto y esa era la advertencia que nos daba el meme. Las puertas de septiembre se abrían y el verano terminaba con los oráculos digitales advirtiendo del inicio de la Guerra de las Máquinas.
Lo curioso es que Skynet no tomaba conciencia el 29 de agosto de 2024, sino el 29 de agosto de 1997. Es decir, o el meme llegaba más de veinte años tarde, o bien señalaba otra cosa. La pregunta con los memes siempre es la misma, ¿por qué ésto y por qué ahora? ¿Por qué el meme de Skynet no se volvió viral el 29 de agosto de 2023 o de 2012?
Si los memes funcionan en la medida en que recogen ansiedades, deseos y preocupaciones globales, podríamos decir que el meme de Skynet nos está señalando precisamente la angustia y la incertidumbre en relación a lo tecnológico que se ha ido haciendo patente en los últimos tiempos, pero de forma muy acusada este último año.
Desde 2020, más o menos, hemos ido viviendo un serie de procesos que han señalado lo tecnológico como una de esas patas de nuestra existencia que habían perdido la medida, que se movían a una escala angustiosa. Los cyber-escépticos nos decían "ya lo decía yo" y los cyber-utópicos decían "por aquí no es" y "otra tecnología es posible".
Quizás el elemento central de toda esa caída del caballo fuera la gigantesca crisis de reputación de Facebook, los sonados casos de Cambridge Analytica y el uso masivo de datos privados y fake news para interferir procesos de democracia formal.
2024 ha sido, aún es, el año en el que han eclosionado tres formas de ansiedad tecnológica especialmente importantes y que han disparado la ansiedad en unos términos que han posibilitado culturalmente la viralidad del meme de Skynet.
Por un lado, el estallido y crecimiento posterior (y vuelta a estallar) de la burbuja de las criptomonedas, que también es la socialización de las criptomonedas a nivel ciudadano. "El criptobro", el ejército de reserva en la Guerra de las Máquinas, es un nuevo tipo humano que se ha ido componiendo a partes iguales entre la nueva cultura del cuerpo masculino y la cultura de la especulación digital algorítmica. Quizás el mejor exponente del éxito de la cultura cripto es una parte de la base social y las simpatías del gobierno de Milei en Argentina.
El segundo filón de esta ansiedad es, por supuesto, la Inteligencia Artificial. La Inteligencia Artificial es hoy, a la vez, la expresión más concreta de lo utópico para una parte del planeta y la expresión más terrible de lo distópico para otra parte. En cualquiera de los dos casos, son sentimientos fuera de medida y, por tanto, angustiosos hasta que sepamos gobernar dichas herramientas. Al contrario que, por ejemplo, el desarrollo de los dispositivos móviles, que se incorporaron a nuestra vida y la cambiaron radicalmente desde la cotidianidad y lo íntimo, la Inteligencia Artificial aparece con la exterioridad de un alíen enorme.
El tercer filón es la forma concreta en la que la política se está relacionando con estas cosas y que se podría reducir (quizás de una manera muy simplista) en una alianza fortísima de las grandes compañías tecnológicas con las expresiones más exitosas de la extrema derecha, con la campaña de Trump a la cabeza y la convergencia de intereses entre Trump y Elon Musk, que han llevado a una evidente fascistización de X.
En el campo de la resistencia a esta particular "Guerra de las Máquinas", la batalla tiene diferentes frentes. Hay un frente en el campo de las leyes que intentan gobernar la IA y la economía de plataformas. La Unión Europea avanza (muy lentamente, con más ambigüedad que decisión, pero avanza) en lógicas reguladoras contra los monopolios digitales, ya hay avances legislativos, como por ejemplo la Ley Rider. Hay un frente en el campo judicial que ha tenido su expresión más fuerte en la orden del Tribunal Supremo de Brasil de bloquear X en el país después de que Musk se negara a dar información sobre los usuarios de X que han tenido una participación activa en el intento de golpe de Estado tras la derrota de Bolsonaro.
El último frente, el que está más cerca de la ciudadanía, es la apuesta por las redes abiertas y federadas. Mientras escribo esto, Bluesky ha alcanzado los nueve millones de usuarios y el debate sobre estas alternativas no deja de crecer. No podemos olvidar tampoco el éxito de las sucesivas huelgas creativas en Hollywood precisamente en la pelea para convertir la IA en un lápiz y no en una máquina de desposesión.
No es mucho, es cierto, pero recordemos que un chaval con flequillo y una moto, su madre paramilitar y un robot culturista, le ganaron a Skynet.
Comentarios
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