Persona, animal o cosa

JAPÓN - "Si eso ocurriera aquí".

Berto Romero

JAPÓN - "Si eso ocurriera aquí".

En 2009 durante un viaje a Japón acudí al Museo Memorial de la Paz de Hiroshima, dedicado a la catástrofe del 6 de agosto de 1945. A las 8:15 de esa mañana los Estados Unidos lanzaron sobre la ciudad la bomba atómica Little Boy, desatando un infierno sin precedentes, segando al momento más de 100 mil vidas e iniciando una horrible cadena de afectados por la radiación. Un dato de la exposición me impresionó: al día siguiente ya habían restablecido las principales vías de tranvía de la devastada ciudad.

Hoy Japón vuelve a soportar la tragedia con el estoicismo que caracteriza a su pueblo. No se producen escenas de pillaje, muchos supermercados bajan el precio de sus productos, algunos propietarios de máquinas expendedoras las abren para que los ciudadanos tomen gratis los productos de primera necesidad, la población soporta horas de ordenada cola para tomar los medios de transporte y espontáneamente ahorran energía en sus casas. En general, los japoneses anteponen el orden social a sus propias necesidades individuales y soportan la adversidad desde la resignación.

Mientras tanto la frase que más se escucha por nuestros lares es "si eso ocurriera aquí..." seguida de toda clase de ejemplos. "Nos sacaríamos los ojos", "saldríamos a romper escaparates",  "nos mataríamos vivos", etcétera. Se oye en bares y tiendas, en la radio y en la televisión.

Como humorista he podido constatar día tras día que cualquier chiste que evidencie la insolidaridad, incivismo o falta de apego al trabajo de nuestro país es siempre recibido con grandes carcajadas. Un siniestro reconocimiento instantáneo de nuestro lado oscuro. Creo que íntimamente nos congratulamos por ello, y sin decirlo nunca abiertamente, en el fondo despreciamos actitudes como las del pueblo japonés, al que concedemos una obediencia y un servilismo que identificamos con la domesticación. Se diría que nos sentimos orgullosos de ser más salvajes, libres y apasionados. Pero la vergonzosa realidad es que quizá seamos simplemente unos bestias orgullosos de serlo.

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