Berto Romero

Supimos a principio de la semana pasada que, según confiesa Andre Agassi en su autobiografía, usó una peluca en la final de Roland Garrós de 1990. Un dato sorprendente, constatando su calvicie actual, y habida cuenta del tamaño del pelazo que lucía en aquellos días. Contemplar hoy aquellas fotos bajo la luz de la nueva revelación es una experiencia que produce gran asombro y estupor. La potencia del dato ha sido devastadora. Ha eclipsado casi por completo otros asuntos de mayor interés destapados en sus memorias, como por ejemplo que se dopó durante su etapa de tenista profesional. Algún buen amigo periodista le debió aconsejar bien: "Andre, explica lo del pelucón y seguro que nadie se fija en lo otro".

Cuenta el libro de Agassi que la noche antes de la final, mientras lavaba la peluca en la soledad de su habitación (imagen ya de por sí desasosegante), se desesperaba al constatar que se le estaba estropeando. Al día siguiente, durante el juego, no podía dejar de pensar en que se le iba a caer, ante el alborozo general. No podía apartar de su pensamiento la posibilidad de que millones de personas observaran atónitos a través de la televisión cómo se le desprendía el postizo durante un revés. Imaginaba los comentarios jocosos de éstos en cientos de idiomas diferentes. El momento posee una gran intensidad dramática y cómica a la vez. Una de esas peripecias vitales que si salen de la mente de un guionista se nos antojan demasiado exageradas y absurdas. Pero fue real.

Desde que leí esta noticia me corroen las dudas: ¿cuántas y cuán maravillosas historias cotidianas y costumbristas se esconden tras los grandes momentos de la historia? ¿Conoceremos algún día qué otros secretos divertidos e inesperados nos han ocultado los protagonistas de nuestros libros de texto? ¿Estaba obsesionado Hitler por sus hemorroides? ¿Fue ponerse pomada en ellas lo último que hizo antes de suicidarse en el búnker de la Cancillería? ¿Llevaba carmín en los labios Neil Armstrong cuando pronunció su famosa frase en la Luna? ¿Aspiraba helio Franco antes de hablar porque su voz real era demasiado grave y varonil e inspiraba temor? ¿Fumaba dentro del traje la actriz que daba vida a Espinete?