Planeta Axel

La doctrina del ideólogo Wenger

Antes, el Arsenal podía enamorarte por su sempiterno papel de segundón –ya se sabe que es muy romántico eso de quedar cerca de la gloria saboreándola muy de vez en cuando- o por su aroma a fútbol antiguo con respeto a las tradiciones –ese vetusto estadio de barrio como emblema de una institución local que pretendía competir con los gigantes del marketing y el público global-. Ahora, que es cuando mayor admiración despierta fuera de su Londres natal, los gunners te cautivan con su fútbol. El padre del milagro, el ideólogo que consiguió transformar a un equipo que era famoso por su juego rocoso y sus victorias sufridas –en Inglaterra todo el mundo conocía la significativa expresión "one-nill to the Arsenal", o sea, "uno a cero para el Arsenal"- en una escuadra deliciosa que practica el fútbol más fluido y vistoso del planeta, es Arsène Wenger. Un hombre que nació en Alsacia, un mito que se forjó en Islington.

Su libreto es casi una doctrina. No da importancia ni a la edad ni a la nacionalidad: si un jugador es bueno lo incluye en su equipo, aunque tenga 16 años –como Cesc- o haya nacido en Minsk –como Hleb-. El talento hay que identificarlo pronto, cuando aún es barato, para poder pulirlo en el club y convertirlo en germen de estrella. De esta forma se puede competir con los rivales multimillonarios: mientras ellos fichan productos acabados y caros, Wenger los fabrica en casa. Aunque la materia prima la haya tenido que comprar en cualquier parte del mundo.

Su filosofía de juego se basa en la movilidad constante, en el intercambio de posiciones, en ocupar los espacios, en la fluidez en la circulación de balón. Los delanteros bajan a recibir, los centrocampistas pisan el área, los extremos abandonan la banda y los laterales terminan en línea de fondo. Parece caótico, pero Wenger lo controla para que el único desorientado sea el rival. Y claro, el equipo está equilibrado, posee una defensa fuerte y un trabajador incansable en el centro del campo. Y siempre quiere el balón, pero lo quiere para darle profundidad, para generar ocasiones de gol. Si hay acierto en el remate –que este año lo hay-, el Arsenal es un conjunto prácticamente imparable.

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