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Inglaterra y Capello: historia de una unión aparentemente extraña

En lo que respecta al fútbol internacional, lo italiano suele contraponerse a lo inglés. Los seguidores de la Premier se sitúan en las antípodas de aquellos que disfrutan con la Serie A. Los valores de sus doctrinas no pueden estar más alejados. Como la izquierda y la derecha en la política, como la fe en un Dios y el nihilismo, como el mar y la montaña. La oposición es extrema. Entre lo horizontal y lo vertical, entre lo lento y lo veloz, entre el cerebro y el corazón, entre lo táctico y lo físico, entre el repliegue y la presión. Los partidarios de ambas filosofías se pelean en las tertulias, en las columnas de opinión, en todos los foros de debate balompédicos. Un juego, dos formas de entenderlo que aparentemente no pueden llegar a un punto de unión. Hasta hoy. Fabio Capello, entrenador italiano, está a punto de ser nombrado nuevo seleccionador inglés. Ver para creer.

Hay quien puede pensar que el fútbol del ex entrenador del Madrid no se aleja tanto del que se practica en la Premier. Efectivamente, ambos estilos carecen de una elaboración cuidada, de una salida de balón aseada, de un gusto por el toque y la distribución en corto y por el suelo. Digamos que tanto los equipos ingleses en su versión más arcaica como los conjuntos de Capello son bastante directos a la hora de intentar irse al ataque. Si hay que saltarse la zona de creación, se la saltan, y no les duele en absoluto. Sin embargo, su idiosincrasia se diferencia en un principio básico. Lo británico es alegre, despreocupado, amante de la libertad: vayamos todos a marcar gol, subamos al ataque, persigamos el balón, ¡no importa que dejemos espacios ni que nos puedan pillar al contragolpe! El fútbol que predica Fabio, en cambio, es disciplinado, hermético, defensor del orden y la autoridad: si se manda un balón largo lo perseguirán los delanteros y los llegadores, pero la última línea seguirá manteniéndose en su lugar, teniendo muy claro que la prioridad absoluta es no darle un solo metro al rival, ni una concesión. Pese a la similitud en la escasa construcción, hay un mundo de diferencia en la percepción defensiva.

¿Cómo digerirá el público inglés esa sumisión a la táctica transalpina? En realidad, ya lo hizo una vez. El fichaje de Eriksson ya iba hacia esa dirección. El sueco, pese a su evidente proximidad cultural –en los países nórdicos el fútbol es eminentemente de inspiración británica-, había triunfado en Italia, con la Lazio, revelándose como un seguidor académico de la escuela del calcio. Su Inglaterra, siempre que se puso por delante en grandes torneos, se replegó de forma escandalosa. En muchas ocasiones, esa estrategia le costó eliminaciones prematuras. Y se llevó no pocas críticas. Ahora el equipo pross irá un poco más allá.

¿Por qué vuelve, pues, la FA a confiar en un técnico de ese perfil? Porque McClaren ha convertido en buenos los tiempos de Eriksson. El sueco garantizó tres cuartos de final (2002, 2004, 2006), quedándose siempre muy cerca de las semifinales (un fallo del portero y dos tandas de penaltis). Gloria, comparado con el estrepitoso fracaso de McClaren, que no se metió ni en la fase final. ¡Si hasta Steve Coppel, técnico del Reading, llegó a proponer el mes pasado de nuevo a Eriksson como seleccionador inglés! Sin hacerle caso, han seguido su consejo: vuelta al libreto italiano, pero aún más radical. Capello es el hombre. Porque es ganador. Y eso es lo que quieren los ingleses: ganar. Basta de perder. Basta de humillaciones. Llegó el momento de unir la vehemencia con la disciplina. La fórmula del éxito. O eso creen.

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