Planeta Axel

Clase bosnia en Baviera

Desde que el histórico 1860 Munich pena en la segunda Bundesliga, lo más parecido a un derbi que aparece en el calendario de partidos del Bayern es su duelo con el Nurenberg. Es cierto: no es lo mismo. Durante la semana, los hinchas no habrán compartido mesa con aficionados del equipo rival en la mítica Hofbräuhaus –o en tabernas menos turísticas, ya que ahora lo que antes era autóctono se ha convertido en reclamo para forasteros-, ni habrán degustado cervezas, bretzels y weisswürste discutiendo sobre si el color que mejor representa a la ciudad es el rojo o el celeste. Pero el enfrentamiento regional también tiene su gracia: con las colinas nevadas de fondo, bajo un cielo irremediablemente nublado, pelean una contra otra las dos grandes urbes de Baviera.

Aunque no lo parezca, el choque de mañana en el Allianz enfrenta a los dos equipos que más veces se han proclamado campeones de Alemania. Viene a ser una batalla del tiempo: el dominador del pasado contra el emperador del presente. El Nurenberg ganó cinco ligas en la década de los veinte y cuenta con un total de nueve: sin embargo, no puede presumir de ello en su camiseta, ya que sólo uno, el de 1968, pertenece a la era de la Bundesliga –que se instauró en el 63-. El Bayern presenta un historial radicalmente opuesto: de sus veinte campeonatos, diecinueve los ha logrado en los tiempos modernos.

El partido, pues, será especial. Para las aficiones y para los jugadores. Fundamentalmente para uno: Zvjezdan Misimovic. Este media punta de 25 años nació en Munich y se formó en las categorías inferiores del Bayern –llegando a debutar incluso en el primer equipo-, pero actualmente milita en el Nurenberg. Su nombre, nada alemán, revela una historia familiar de identidades matizadas. Sus padres vivían en Gradiska, un pueblo situado en el norte de la República Serbia de Bosnia, un territorio con entidad política integrado en Bosnia-Herzegovina pero cuyos habitantes son mayoritariamente serbios. Los padres de Misimovic también lo son, y decidieron emigrar a Baviera, donde tuvieron a su hijo. Éste, convertido ya en futbolista profesional, podría haber representado a Alemania, Serbia o Bosnia. Eligió la última y ahora es el capitán y el mejor jugador de esa selección.

Pero no sólo hablamos de Misimovic porque la historia de sus raíces sea curiosa o porque se formó en un equipo y mañana jugará con el rival. También lo hacemos por su calidad. Cuando llegó este verano procedente del Bochum –donde se convirtió en el mejor asistente del máximo goleador de la última Bundesliga, el griego Fanis Gekas, al que se enfrentará la semana que viene en un Grecia-Bosnia-, le dieron enseguida el dorsal número 10, signo inequívoco de su categoría futbolística. Una categoría que demostró este jueves en el complicado compromiso de su equipo en Bucarest en la UEFA Cup ante el Rapid. Con la eliminatoria muy pareja, Misimovic anotó un gol de crack: su marcador, consciente de que tenía delante a un jugador diestro, le ofreció el perfil zurdo; él buscó rápidamente posición de disparo y con su pierna mala se sacó un latigazo con efecto y precisión que entró a media altura, pegado al poste. Acabó siendo el tanto decisivo que certificó el pase del Nurenberg a la fase de grupos.

Misimovic se reencontrará mañana con viejos conocidos. Bastian Schweinsteiger y Christian Lell, que están jugando con regularidad en el gigante bávaro esta temporada, fueron compañeros suyos en el filial del Bayern. Aunque no estarán para muchas concesiones. Y es que el espíritu con el que afrontará el partido el conjunto de Hitzfield será cercano al deseo de venganza. De recuperar la supremacía regional después de que el Nurenberg les pasara la mano por la cara en más de una ocasión la pasada campaña: salió vencedor de los duelos entre ambos en la Bundesliga –empate a cero en el Allianz y un humillante 3-0 en la vuelta- y cerró la temporada festejando el título de Copa –en contraste con un Bayern que la acabó en blanco-.

Pero todo parece indicar que las aguas –y Baviera es una tierra plagada de ellas, entre ríos, lagos y canales- volverán a su cauce. Eso señala la inercia. El grande es líder invicto del campeonato y está dejando unas sensaciones magníficas, mientras que el pequeño anda en zona de descenso flirteando con un riesgo que le es muy familiar pero del que consiguió escapar los dos últimos años. Dura tarea para Misimovic.

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