Punto y seguido

Musaví: el héroe del trapo verde

La aventura política de Husein Musaví, el candidato defraudado de las seudo elecciones de la República Islámica, es la de aquel personaje de Tiempos Modernos de Chaplin que recoge en la calle un trapo rojo, lo agita al viento para encontrar a quien lo había perdido y, de repente, se ve arrastrado por unos manifestantes que le convierten en su abanderado. Así, el color verde que hoy sacude Irán en manos de Musaví es el del islam, mientras que para el pueblo es el de la esperanza. Unos y otros se utilizan mutuamente y a conciencia, producto del vacío que han dejado tres décadas de eliminación sistemática de políticos progresistas. En los años ochenta, la "Década del Terror", el propio Musaví, entonces primer ministro del presidente Alí Jamenei –hoy el caudillo y su enemigo–, mataron a miles de críticos con la dictadura religiosa, así como a rostros carismáticos que algún día podían haber encabezado este movimiento popular que, hoy, hace temblar los pilares de una oligarquía corrupta disfrazada de la versión más oscurantista de la religión. Un movimiento que, a pesar de ser espontáneo, ha demostrado una gran madurez en sus planteamientos y, sin ser maximalista y suicida, da dos pasos adelante y uno atrás; pide "sólo" el respeto a su voto y decisión, golpeando un sistema basado en el tutelaje de unos pastores "iluminados" que, en su ficción, dirigían un rebaño. Mientras, Musaví actúa como un observador perdido que teme más una rebelión popular que cuestione al régimen que a aquellos que han ordenado disparar a los manifestantes. ¿Por qué no convoca un frente unido de todas las fuerzas democráticas para neutralizar el golpe palaciego y planear una huelga general? Su objetivo de apartar a los ultras del poder para salvar "su" República Islámica –amenazada por los enemigos regionales y por el descontento generalizado–ha coincidido con el reclamo de grandes sectores de la población, que pide nuevas elecciones bajo los auspicios de la ONU y que se declare ilegal al Gobierno de Ahmadineyad. Sería un error negar la solidaridad con el pueblo iraní por el pasado de Musaví, al que le va demasiado grande el papel que la historia le ha asignado hoy. Pero es lo que hay. La historia no elije a los héroes, los lanza, unos caen y se estrellan, otros iluminan los cielos oscurecidos. ¿Infeliz es la tierra que necesita héroes, tal como afirmaba Brecht? Demasiado idealista en un mundo real donde los poderes anulan las voluntades de la gente. A veces, una sola voz, hace historia.

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