Punto y seguido

Afganistán: maquillar la agonía

Son posibles elecciones libres en un país que agoniza bajo el terror de los talibanes y la invasión de unos 100.000 soldados procedentes de 43 naciones que no paran de soltar bombas y misiles sobre sus gentes? Afganistán –que hace 30 años era una República Democrática y en 2001, con la ocupación, pasó a ser una República Islámica tutelada por Estados Unidos– ha celebrado unos comicios que lejos de ser la culminación del proceso democratizador del país, sólo sirven a Washington para pintar de normalidad el caos absoluto, demostrar la utilidad de las agresiones militares, legitimar a sus políticos títeres y dar vanas esperanzas a este sufrido pueblo. Una farsa organizada con unos 65 millones de euros donados por los miembros de la Alianza Atlántica.

El presidente Obama, que no se enreda con palabrerías sobre la democracia o los no derechos de la mujer afgana y centra su prioridad en la seguridad (¡de sus tropas!), ha invertido cuatro veces más en operaciones militares que en reconstruir lo destruido. Los atentados del 11-S de 2001, año de la creación de la ambiciosa Organización de Cooperación de Shangai por China y Rusia, lanzaron a la mayor coalición militar de la historia, liderada por el Pentágono, a tomar Afganistán que, a pesar de no encontrar ni una sola prueba que lo relacione con dichos atentados, sigue ocupada.

Que Bin Laden no apareciera (como las armas de Saddam), y que Washington buscara una nueva alianza con los talibanes, presentan a Afganistán como un "daño colateral" de otros objetivos de EEUU: usarlo de trampolín para hacerse con el control estratégico y energético de Eurasia, punta de lanza de operaciones militares en la región y consolidar una OTAN asiática. Hoy Afganistán es el principal narco Estado del planeta; el país con mayor número de civiles afectados por la radioactividad de toneladas de bombas prohibidas descargadas por la aviación invasora; el país de donde han huido unos cinco millones de personas, dejando allá otro tanto de viudas y de niños huérfanos, que tientan a los traficantes de sexo y de órganos; donde mueren de hambre unos 400.000 niños al año y la esperanza de vida no alcanza los 45 otoños; una dictadura en la que los críticos acaban en uno de sus decenas guantánamos... Réquiem por Afganistán.

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