Punto y seguido

Los muros de la estupidez

Ocupen titulares de prensa o pasen desapercibidos, los muros regresan a los mapas tras siglos de desaparición para exhibir, una vez más, el triunfo de la fuerza sobre la diplomacia.

Que la obra humana más colosal sea un muro de más de 8.000 kilómetros, la Muralla China, evidencia la magnitud de nuestra ansia por hacernos con el control de los recursos en perjuicio de otros. Su construcción no sólo costó la vida de millones de trabajadores, a los que pretendía defender, sino que mostró la misma inutilidad ante el asalto de los nómadas que la mítica muralla de Babilonia, cuyas puertas hoy se encuentran en el museo de Berlín.

Buenas tapias que, lejos de hacer buenos vecinos, advierten un mundo de segregaciones.

Estados Unidos, tras sustraer el petróleo de México, refuerza el muro que ha levantado en su frontera con grupos paramilitares armados. El gusto por los cercos ha llevado a esta potencia a implantar otros cinco en Irak "para evitar conflictos entre chiíes y suníes" a pesar de la oposición del pueblo y su Gobierno. ¿Sigiloso paso hacia la partición del país en mini-estados? Esta tierra que hoy se desangra bajo la ocupación, hace 4.500 años presumía de ser la primera urbe amurallada de la humanidad.

Cerca de allí, en Tierra Santa, la ruina de los muros caídos antaño cede su lugar al que hoy separa a hermanos semitas. Será cinco veces más largo y dos más alto que el Muro de Berlín y convertirá Cisjordania en una gigantesca prisión. El pretexto de la "seguridad para los israelíes" oculta otras tentaciones: los recursos hidráulicos y las tierras fértiles de miles de familias palestinas desalojadas. "Lamentable muro" este por la incapacidad de los políticos de gestionar una convivencia civilizada.
Otro cerco de cuyo alambre de espino penden cientos de vidas se asoma desde Ceuta y Melilla, marcando la frontera del bienestar con la saqueada África.

La moda de sembrar muros se extiende. Arabia Saudí amuralla sus fronteras con Yemen y con Irak. Los Emiratos Árabes los construyen contra Omán, Kuwait e Irak, e Irán en sus límites con Afganistán. Otro, equipado con vallas electrificadas, separa la India de Pakistán.

Muros para encerrarlos, muros para encerrarnos. Y seguimos ignorando su temporalidad.

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