Punto y seguido

Irán: Alerta nuclear

Lanzar bombas atómicas sobre la población iraní para que su gobierno no lance sus inexistentes bombas atómicas en el futuro, es el argumento surrealista de los que planean, a sangre fría, un castigo colectivo a un pueblo y la hecatombe mundial ante un auditorio anestesiado y manipulado con viejas falsedades, que además ha olvidado el horror de Hiroshima y Nagasaki.

Una vez agostada la "Primavera Árabe", Irán vuelve a encabezar la agenda de EEUU y sus aliados europeos, árabes y judíos, de mano del Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), que afirma, sin ninguna prueba, que el programa nuclear iraní ha entrado en fase militar. China y Rusia lo rechazan y revelan que el informe es antiguo. Aun así, Irán no puede contar con ninguna para evitar la guerra. Suelen negociar su posición: Dejar en paz el Tíbet, el Cáucaso y algo más podrían ser el precio. La AIEA, mientras, hace la vista gorda sobre el arsenal atómico de Israel, país que se niega a firmar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNPAN), ni admite inspecciones a sus centrales.

La Carta de la ONU sólo permite el uso de la fuerza en caso de autodefensa ante una agresión militar o por una resolución del Consejo de Seguridad (CS). La República Islámica, cuya doctrina militar ha sido defensiva, no ha invadido ningún país, y el CS tampoco ha dictado una resolución para atacar a Irán.

A pesar de estar cercado por países con bombas atómicas -Pakistán, India, Israel, China y Rusia-, y por los submarinos nucleares de EEUU, Francia y Gran Bretaña que suelen pasear por el Golfo Pérsico, Irán podría haber abandonado  el TNPAN para fabricar el maldito hongo como hizo Corea del Norte. Pero no lo ha hecho.

Las sanciones económicas y los atentados perpetrados por Israel contra los científicos e instalaciones nucleares iraníes (estrenando la ciberguerra, con el envío del virus Stuxnet, que provocó el incendio de cientos de centrifugadoras) han paralizado su programa. Entonces, ¿qué buscan en realidad?

EEUU pretende llevar a cabo la fase "contener a Irán" de la doctrina de Doble Contención (Dual Containment Policy) que diseña paralizar el desarrollo económico, social, político y militar de Irak e Irán para convertir  a Israel en el país hegemónico de la región. Organizar una guerra entre los dos países (1980-1988) y luego la destrucción completa del Estado iraquí desde la Guerra del Golfo (1991) hasta ahora, forman parte de esa estrategia. Ahora toca debilitar a Irán. Y hay prisa, pues Barak Obama, necesitado del apoyo del lobby judío para su reelección de 2012, es consciente de que una vez que Irán consigna ser miembro de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), gozará de la protección militar de Pekín y Moscú y será difícil atacarle. Incluso hoy China e India, clientes del petróleo iraní, ven la guerra como un ataque a Asia.

EEUU sueña con el control de los inmensos campos de gas y petróleo del país asiático, y sólo lo conseguirá «enviándolo a la Edad de Piedra», así que el plan, costeado por los sultanes y jeques árabes (igual que la Guerra del Golfo de 1991 contra Irak), es bombardear sus infraestructuras. De paso será un festival armamentista y una salida a la crisis capitalista.

Esta tensión servirá al gobierno de Netanyahu para desviar la atención de sus «indignados» hacia el enemigo exterior, esconder la cuestión palestina y, con lo que se va a desencadenar, reanimar su potente industria militar (es fabricante de drones, armas a control remoto y aeronaves no tripuladas, estrellas del mercado de los artilugios mortíferos, cuya demanda se ha disparado).

Washington y sus aliados atacaron a Irak sabiendo que no tenía armas de destrucción masiva y a Libia cuando la obligaron a destruir las suyas. Moraleja: ¡Armaos para sobrevivir en esta selva! A pesar de ello, un Irán amenazado no necesita para defenderse artefactos de exterminio de civiles inocentes. Con una hábil y activa diplomacia combinada con el arma del petróleo y una política democrática interna, el régimen islámico podría haber desmontado esta conspiración. Hoy, aunque paralizara el programa –como hizo el presidente Jatami en 2003-, a sus enemigos les quedan otras dos bazas: acusarle del terrorismo (con guiones ridículos como el intento de matar al embajador de Arabia saudí en Washington) y de pisotear los derechos humanos. ¿Matarán a cientos de miles de ciudadanos iraníes bajo las bombas para defender sus derechos humanos?

Las espadas están en alto. Si al final hay guerra, los musulmanes del mundo se movilizarán, los islamistas se inmolarán por doquier, mientras se incendian las petroleras en el estrecho de Ormuz, arteria que lleva el nombre de Ahura Mazda, el antiguo dios de los persas, y por la que fluye el 40% del petróleo mundial. En el mercado financiero los especuladores elevarán el precio del barril hasta 300 dólares hundiendo a Europa y a los "emergentes". Y como Irán es un bocado demasiado grande para ser tragado con tanta alegría, antes de convertirse en escombros aplicará el método de Sansón "¡Muera yo con los filisteos!".

Existe amplio consenso en la sociedad iraní y en toda la oposición (desde los monárquicos y republicanos de derecha hasta los partidos de izquierda, todos en exilio) de que a pesar de la dictadura lo prioritario es parar la confrontación y defender el país de cualquier agresión imperialista, mientras reivindican un Oriente Medio y un mundo libres de bombas nucleares.

Esta crisis requiere una urgente solución política, no militar. La catástrofe anunciada todavía es evitable.

Incluso un estado de guerra es mejor que una guerra.

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Un artículo relacionado: Los informes del OIEA sobre Irán, un repaso de las actuaciones de Hans Blix, El-Baradei y Yukiya Amano al frente del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

Iré añadiendo textos que contribuyan a comprender mejor distintos aspectos de este complejo conflicto.

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