Punto y seguido

La espina dorsal de Obama

Algunos afectos a la obamanía comienzan a ver con desasosiego que las políticas de Barack Hussein Obama se revelan cada vez más como un calco de las de su predecesor. Sostienen mustios que la guinda de la metamorfosis del nuevo inquilino de la Casa Blanca es su defensa de las "guerras justas" y la confección de una lista de países terroristas. La burda reedición del Eje del Mal relaciona a Cuba con el yihadismo, que es como vincular a Andorra con los marsupiales.
¿Alguien creía que iba a permitirse que un pacifista redistribuidor de la riqueza tomara las riendas de un imperio con el mayor potencial destructivo del planeta?
Joseph Biden, cuando todavía era candidato a vicepresidente, avisó: "Van a tratar de ponerlo a prueba. Y van a descubrir que este tipo tiene acero en su espina dorsal". El futuro presidente iba a ser inflexible, pero no contra los todopoderosos grupos de presión, sino ante la esperanza de sus votantes.

Obama no ha tardado a la hora de exhibir su cuerpo hecho de acero fundido. Auxiliando a las entidades financieras con fondos de rescate que proceden de los bolsillos populares; intensificando la mortífera ocupación de Afganistán; empeñándose en que Irak no levante cabeza; tensando al extremo la cuerda en Colombia; manteniendo decenas de centros de detención secretos; y pretendiendo mostrar su potencia guerrera no en Irán –que sería un bocado indigesto– sino en Yemen, paupérrimo país mal armado donde uno, además de hacerse con el control de un enclave estratégico, puede convertirse en héroe sin apenas rasguños.
Conflictos externos que sirven para tapar la crisis interna. Las recetas del keynesianismo militar pretenden asegurar los pingües beneficios de la industria bélica. Los salarios de millones de estadounidenses dependen del negocio de las armas y la seguridad. Así aparecen brotes verdes en el negocio del miedo: escáneres que desnudan, expertos en controlar a los conciudadanos, decenas de miles de efectivos para las guerras actuales y futuras, etc. Sangre ajena a cargo del contribuyente, para el beneficio de unos pocos.
Obama dispone del mayor presupuesto militar de la historia, y no precisamente para promover la paz, el amor y la justicia. Es significativo que el galardón que le entregó el Parlamento de Noruega lleve el nombre de Alfred Nobel, mercader de petróleo e inventor de ingenios letales.
Que nadie se desilusione: Obama y Biden no son traidores. Ya nos avisaron.

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