Punto y seguido

Deconstruir identidades

Mao Zedong decía que la mente del campesino es como una hoja de papel en blanco sobre la que se puede escribir, preparándola para la nueva era de la felicidad compartida. Hoy sabemos cómo acabó aquella "revolución cultural" que no tuvo en cuenta que la fidelidad al clan prevalece sobre los demás valores en las regiones menos desarrolladas, en las que las mentes suelen ser más reticentes a los cambios, confundiendo el pasado con el presente e ubicando el futuro en el más allá.
El error del líder chino es hoy repetido por quienes reciben a los millones de personas que, en pos de una vida mejor, huyen de la penuria crónica de sus tierras. Tienen prisa por integrarlos. Temen que las identidades foráneas acaben ocupando todos los niveles, como vasos comunicantes, ignorando que dominará aquella cultura que cuente con más recursos.
En el otro polo están los inmigrantes que se aíslan por el miedo a contagiarse de los hábitos de sus anfitriones, mientras descuidan la gran oportunidad que les ha ofrecido la vida de conocer los grandes logros de otros pueblos.

Parte imprescindible del escenario son los políticos oportunistas y astutos de ambos grupos que acentúan su siempre sagrada y superior identidad, todo aquello que los separa. Buscan su momento de gloria y se hacen un hueco en el poder e, impidiendo cualquier transfuguismo de su gente, incitan a la ostentación pública de su condición para exhibir su poderío ante el rival. Unos vinculan la identidad nacional con la seguridad nacional; los otros hacen de la apología del retraso una bandera.
La conversión de las poblaciones dispares en una nación se basa en crear intereses comunes, y no en fingir una falsa paz social a costa de los derechos conquistados y otros aún por conseguir. Tanto el hegemonismo como el relativismo cultural son posturas conservadoras que niegan la necesidad de avanzar hacia valores universales y una mayor sofisticación en la cultura humana, como lo ha sido situarse contra la pena de muerte.
Cuanto más orgulloso de sus esencias se sienta un grupo, tanto más incapacitado estará para poner al día sus valores. Las identidades deben ser procesos dinámicos y fluir en todas las direcciones.

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