Punto y seguido

El bombardeo de Sudan por Israel

Pasó desapercibido. En la madrugada del 24 de octubre en plena campaña electoral de EEUU, un escuadrón de ocho F-15 israelíes agredió a Sudan, lanzando cuatro bombas de dos toneladas sobre el complejo militar Yarmouk, cerca de Jartum. La llamada "comunidad internacional" y la ONU, no dijeron ni mu.

La prensa hizo cábalas sobre los motivos de Israel. Y estas muy variadas. Tales como que desde Yarmouk Irán armaba a los grupos islamistas de la región, o incluso que allí se fabricaba su bomba nuclear; que fue un ensayo para atacar a Irán, puesto que la distancia entre Israel y Sudan es casi igual que con Irán; que fue un mensaje a los candidatos de EEUU sobre la capacidad de Tel Avive para dar una lección a Teherán sin su apoyo; que así quiso reparar el prestigio dañado de su ejército tras el paseo de una nave no tripulada iraní por el cielo israelí; que se trataba de exhibir su poderío militar tras los golpes recibidos por las "primaveras árabes", o que pretendía medir la reacción de gobiernos y pueblos ante una agresión a otro país musulmán.

A ver. No cabe duda de que el ataque contaba con el respaldo de los EEUU de Obama,  ya que sucedió en  la víspera de la maniobra conjunta llamada "Desafío Austero, 2012". Días antes, EEUU cerró su embajada en Jartum. Además, para alcanzar Sudan, Israel necesitaba el permiso de Arabia Saudí (y por ende de EEUU) para sobrevolar su cielo.

Por otro lado, Irán no es Sudan. No sólo por las evidentes diferencias geográficas, sino también por la capacidad defensiva, a menos que los israelíes cuenten realmente con el "Pulso Electromagnético" cuya explosión sería capaz de liberar un alto nivel de radiación en la atmósfera, convirtiendo en chatarra los equipos electrónicos militares del enemigo.  Y, en el caso de que el objetivo fuera destruir todas las instalaciones nucleares iraníes, deberían enviar al menos una treintena de aviones y no cuatro. Por lo que todo indica que el objetivo principal de esta operación era debilitar al gobierno islamista de Jartum.

La importancia estratégica de Sudan, que fue el país más grande de África antes de su partición, y cuyo principal socio comercial era China, es vital para el pulso que llevan las potencias mundiales por apoderarse de los recursos de África. Desde que EEUU rompiera Sudan en dos en julio de 2011, y junto con sus socios europeos e Israel se quedó con el Sur —que no tiene acceso al mar aunque sí abundante petróleo y minas de uranio, oro y diamantes— esperaba que el gobierno de Omar al-Bashir del Norte, bajo la presión de duras sanciones económicas, llegara a un acuerdo con el nuevo estado, permitiéndole exportar el petróleo desde los oleoductos que cruzan su territorio hasta el Mar Rojo.

No fue así. La exportación de fuel se ha paralizado y la tensión aumenta entre ambos países, e impide la ejecución de los planes militares y económicos que los occidentales más Israel tienen para el Sur. La inviabilidad del proyecto de un nuevo oleoducto que conectara los campos del Sur de Sudán a la ciudad costera Lamu de Kenia les ha llevado al "Plan B": desestabilizar aun más al Norte, para convertirlo en un "Estado fallido" y poder dominar su territorio y sus aguas.

EEUU amplía su presencia en la África de los recursos naturales. Desde 2011 ha desplegado 100 unidades de operaciones especiales en Sudán del Sur, Congo, Uganda y la República Centroafricana, y otros 3.200 soldados en la base militar Camp Lemonnier (Yibuti), ampliando el AFRICOM (Comando de la OTAN para Africa).

Estamos ante nuevos episodios de las llamadas guerras "civiles", como la que sufrió Sudan, incitadas por compañías petroleras, como Lundin, el consorcio sueco-austriaco-malayo, acusado de crímenes contra la humanidad. Cuando en 1997 recibió la concesión del gobierno de Bashir para explotar el petróleo en un área conflictiva, le exigió seguridad absoluta en la zona. Y así se hizo: varios días de bombardeo del poblado Koch, la muerte de 12.000 personas y la huida de cientos de miles. Así, pese a que Lundin veía cómo ardían las aldeas, empezó a perforar el suelo ya "limpio".

China —primer socio comercial de Sudan—, tras perder a Irak, Irán, Libia y ahora Sudan, ve amenazada su seguridad energética y con ello convierte su política de "no injerencia" en los asuntos internos de los países, a "interferencia creativa", sin dar la imagen del imperialismo. O sea, que no se irá y habrá guerra, más guerra.

Israel en África

Siguiendo los pasos de EEUU, Israel ya bombardeó Sudan en 2009 y 2010,  bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo.

El interés de este país por Sudan empieza en los años 50. La "doctrina de la periferia", de David Ben-Gurion, apuntaba a los países no árabes (Irán del Sha, Pakistán, Turquía, etc.) como posibles aliados estratégicos. Visión que ha fracasado por dividir a las poblaciones por religión o etnia, y no por su poder sobre los recursos. La participación de Tel Avive en la ayuda humanitaria a Ruanda o a Congo, lejos de la filantropía y la solidaridad, fue una estrategia más con el fin de presentar los conflictos como "raciales": entre árabes y no árabes.

Así, los no árabes de Sudan fueron vistos como aliados para contener a Egipto, entonces pan-arabista y bajo el mando del carismático Gamal Abdel Nasser.  El los 70, utilizó el territorio de Uganda para ayudar a los rebeldes sudaneses, y en julio del 2011 junto con EUU promovió la independencia del Sur, justo cuando Mubarak, el aliado, se desmoronaba.

Israel, el primer país en abrir la embajada en el nuevo Estado, ha conseguido romper un país musulmán, debilitar el frente de apoyo a la resistencia palestina, crear alianza militar y comercial en Sudán Sur, ganar posiciones en sus negociaciones con el Egipto de Morsi, vender el excedente del agua que desaliniza a los africanos, alojar a parte de los 26.000 inmigrantes sin papeles africanos que residen en Israel, y fantasear con cubrir sus necesidades del oro negro de Sudán. Los israelíes, que hoy importan 282.000 barriles por día no han podido realizar el último sueño. Por lo que junto con EEUU intentan desmontar el gobierno de Jartum y alcanzar las aguas del Mar Rojo.

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