Para renovar su cargo, Donald Trump necesita el voto de los 51 millones de católicos (el 25% del electorado) y según las encuestas, la mayoría de ellos le han dado la espalda y no porque sea un presbiteriano protestante: en 2016, recibió el 52% de los votos católicos. En un intento desesperado, el 30 de septiembre el presidente de Estados Unidos envió al Vaticano a su secretario de Estado, el evangélico Mike Pompeo, con dos objetivos principales:
1. Conseguir una foto con el Papa Francisco para impresionar a los votantes católicos. Le preocupa que el candidato rival Joe Biden, un católico practicante, presuma en sus mítines de tener buena relación con el Pontífice.
2. Desprestigiar al Papa. La principal superpotencia temporal del mundo casi acusa al dirigente de la mayor potencia religiosa del planeta de preferir al Partido Comunista-ateo de China a Estados Unidos, temeroso de Dios. Trump acusa al Papa Francisco de:
a) No ser duro con China por sus "violaciones de derechos humanos" y de no defender la "libertad religiosa" en un país que somete a los musulmanes uigures. Hay que tener en cuenta que la sinofobia es un recurso electoral en Estados Unidos. "En ningún lugar se ataca más la libertad religiosa que en China", dijo Pompeo, que confundió a su aliado Arabia Saudí con el dragón asiático. Pompeo tampoco quiso recordar que Trump ha prohibido la entrada de los ciudadanos de siete países musulmanes a Estados Unidos, o que él mismo, en su visita a Israel, no reprochó nada a Netanyahu por impedir el acceso a los musulmanes palestinos a las mezquitas Al Aqsa e Ibrahim.
b) Ser capaz de firmar un acuerdo con China, país que no reconoce la existencia de Dios, y no respaldar a un buen cristiano como Trump, que hasta se fotografió con la Biblia para demostrarlo. Pompeo se refiere al convenio que el Vaticano firmó con China en 2018 y que le posibilita tener algo de voz en la elección de los sacerdotes chinos.
En este contexto, el Papa rechazó su petición de audiencia. El motivo oficial es "no interferir en el proceso electoral" de Estados Unidos. Bueno, si no hubiera elecciones el Pontífice hubiera presentado otra razón para ignorar a un tipo sin escrúpulos como Pompeo. En realidad, además de un desaire al régimen de Trump, el Papa impidió que, primero, su equipo utilizara su carisma para sacar el voto de los católicos pobres y, segundo, que el prepotente Pompeo le colocase en una situación embarazosa respecto a China, para sabotear el histórico acuerdo. A ver señor. Pompeo, ¿beneficia más al Vaticano recibir a un mortal como usted o ganar terreno en aquel gigante estado?
Trump no es cristiano
Es del dominio público que Donald Trump y el Papa Francisc no se soportan. Su relación ha sido casi nula. Sus diferencias empezaron incluso antes de que Trump se instalara en la Casa Blanca. Aquí un repaso:
En febrero de 2016. En alusión a la promesa del candidato Trump de construir un muro fronterizo con México, dijo Jorge Maria Bergoglio: "Una persona que solo piensa en construir muros, donde sea que esté, y no en construir puentes, no es cristiano". "Es una vergüenza que un líder religioso cuestione la fe de alguien", le respondió el constructor de muros.
En abril de 2016, el Papa se reunió con el candidato demócrata Bernie Sanders en el Vaticano. "Si alguno piensa que saludar es inmiscuirse en política, le recomiendo que se busque un psiquiatra", respondió a las críticas.
El 22 de enero de 2017, el mismo día que Trump juró su cargo como presidente de Estados Unidos, el Papa Francisco advirtió del aumento del populismo y del peligro de los supuestos "salvadores" que abren el paso a dictadores como Hitler.
En mayo de 2017, Trump realizó su primera visita como presidente, no a los países vecinos o aliados europeos, sino a Arabia Saudí, Israel y el Vaticano. A los dos primeros, porque sus lobbies habían hecho una ingente inversión en su elección para que destruyera Irán y al tercero no por ganas, sino por la fuerte presión de su círculo católico. Francisco le recibió, pero no anuló sus otros compromisos para la misma mañana como la audiencia en la Plaza de San Pedro: saber cuántos minutos dura un sufrimiento lo hace más soportable.
En abril de 2017, Trump entregó al presidente argentino Mauricio Macri unos 40.000 documentos desclasificados de la guerra sucia de Estados Unidos en este país durante la Guerra Fría. ¿Tiene algo que ver con Bergoglio, al que se le acusa de tomar una actitud pasiva durante la dictadura argentina, que secuestró, torturó, y asesinó a miles de opositores, incluidos a los católicos de la Teología de Liberación?
Hasta hoy, que se sepa, los dos mandatarios no han vuelto a dirigirse la palabra. Eso sí, Trump en sus tuits hace publicidad en favor del ultraderechista arzobispo Carlo Maria Viganò quien pide la renuncia del Papa Francisco.
El voto ¿religioso?
En el país de mil y una religiones y sectas, el peso de las organizaciones que juegan con la fe de los creyentes depende del dinero que manejan. La famosa cena anual en la que los candidatos a la presidencia se burlan de sí mismos es organizada, por ejemplo, por la Fundación Alfred E. Smith Memorial, que representa a los católicos blancos de Nueva York. También la Conferencia de Obispos Católicos ha invertido millones en la campaña de Trump contra Biden, y el presidente Trump lo agradeció nombrando a la jueza fundamentalista católica Amy Coney Barrett para la Corte Suprema.
Según la prensa estadounidenses, en las elecciones de 2016, el 25% de los votantes eran cristiano-evangélico-blancos, y en un 81% votaron por Trump. Este grupo, cuya bandera es No al aborto, irrumpió en el escenario político cuando el presidente Jimmy Carter lanzó una serie de reformas sociales, entre ellas, el control de natalidad a finales de los años 70. Contribuyeron con sus votos a llevar al conservador Ronald Reagan a la Casa Blanca, quien construyó una alianza anticomunista con el jefe del Vaticano Juan Pablo II. En 2016, los evangélicos afroestadounidenses, pertenecientes a la clase trabajadora y que priorizan la "justicia racial", apoyaron a los demócratas. Entonces, el 52% de los católicos respaldaron a Trump, que luchaba contra Hillary Clinton, mujer, además defensora del derecho del aborto, belicista y corrupta.
Pero, la situación ha cambiado: Cuatro años de más pobreza, de xenofobia organizada desde arriba contra los inmigrantes, en su gran mayoría hispanos católicos (lo que además demuestra que en Occidente no hay una islamofobia sino aporofobia), y de enjaular a los niños migrantes, pueden asestarle a Trump un duro golpe, negándole esos apreciados votos que ni el dinero de un magnate sin escrúpulos puede comprar.
Donald Trump, dos veces divorciado, y con oscuros lazos con el empresario de la industria de pederastia Jeffrey Epstein, ha sido calificado por Mike Pompeo como un "enviado de Dios para ayudar a salvar al pueblo judío de la amenaza iraní2. Vale, pero, ¿qué santo es éste que no sólo no impidió la muerte de 207.000 compatriotas por coronavirus, ni les ha resucitado, sino que ha sido el principal causante de esta catástrofe?
Al igual que Il Duce Mussolini, Trump utiliza la religión para sus objetivos personales y políticos. Con el fin de ganar la simpatía de los movimientos ultraderechistas protestantes y católicos, Trump disolvió las leyes sanitarias de ayuda a los trabajadores y pobres promovidas por Obama y cortó la subvención a las clínicas de control de natalidad.
Biden, su rival, es católico practicante. "Sé que para mí mi fe católica me ha ayudado a atravesar la oscuridad", dijo el demócrata al referirse al dolor de la pérdida de su primera esposa, y dos de sus hijos, de forma trágica.
La mayoría de las personas religiosas no se ponen a realizar un análisis sofisticado y profundo sobre las creencias de su candidato. Un católico puede votar a Biden a pesar de su posición sobre el aborto, o a Trump, aunque sea un personaje de telebasura. J. F. Kennedy se convirtió en el primer presidente católico de Estados Unidos gracias también al voto de los protestantes.
De cómo la clase social determina el voto, la prensa estadounidense narra cómo en la década de 1970, los trabajadores inmigrantes católicos de primera generación habitaron los centros de las ciudades, se unieron a los sindicatos y votaron al Partido Demócrata por sus políticas sociales; mientras sus hijos, que ingresaron en los ochenta en las universidades y tuvieron éxito económico, se volvieron más conservadores en la religión y votaron por Ronald Reagan, representante de la industria armamentística, y curiosamente un provida.
Como demostró la crítica del Papa al muro de Trump en 2016, sus opiniones no influyen en el voto católico. Alguien dijo que "si usted es el Papa de los católicos y éstos votan a los fascistas, entonces usted tiene un problema".
"Nunca he sido de derechas" y "no soy marxista, pero no me siento ofendido si me lo llaman", ha afirmado el Papa, quien ha sido capaz de crear una cuidadosa imagen de sí mismo, confundiendo a más de uno.
La institución derechista que preside Jorge Bergoglio ha formado parte del poder blando del colonialismo y el imperialismo, al igual que las principales organizaciones judías e islámicas, sobre todo durante la Guerra Fría. Fue así como Karol Wojtyła, un cardenal polaco profundamente anticomunista sustituyó al Papa Albino Luciani, autor de la frase "La Iglesia no debe tener poder ni poseer riquezas", que murió, de repente, sólo 33 días después de ser nombrado. Juan Pablo II colaboró con la CIA en dos principales tareas: 1) desestabilizar el espacio cristiano-socialista desde su tierra natal Polonia, patrocinando al sindicato Solidaridad de Lech Wałęsa, y 2) acabar con la Teología Cristiana de Liberación en América Latina que desafiaba la hegemonía de Estados Unidos. En esta jugada, aunque el Vaticano no consiguió "catolizar Rusia" tras el fin de la URSS, sí consiguió apoderarse del Partido Republicano.
En cuanto a Joseph Ratzinger, la misión espiritual del Papa alemán en la posguerra Fría no fue exigir la disolución de la OTAN y destinar su megapresupuesto militar a acabar con la escandalosa pobreza en el mundo, sino luchar contra la herejía e invocar las raíces cristianas de Europa, ante 1) la llegada de los refugiados "no cristianos" de las guerras organizadas por la Europa y EEUU, y 2) las presiones de Washington a Bruselas para que integrara a Turquía en la Unión Europea, con el fin de diluir el peso de Berlín y Paris. También criticó las guerras de EEUU en Oriente Próximo que vaciaban la región cuna de Jesús, de cristianos que huían de la brutalidad de los yihadistas, otra criatura de la CIA para contener el comunismo. Los vaticanólogos nos dirán si el ascenso de James Harvey, el arzobispo estadounidense y el jefe de Paolo Gabriele, el mayordomo del Papa relacionado con el robo de documentos sensibles, o la inclusión de la Santa Sede en la lista de los países que blanqueaban dinero fueron parte de las tácticas de Estados Unidos para mantener el control sobre el Vaticano. ¿Fue su cese en 2013 parte de las Primaveras organizadas por Washington?
El cardenal argentino Bergoglio llega al poder tras los fracasos de Estados Unidos en dominar la Rusia postsoviética y sus fracasos en Oriente Próximo, el avance espectacular de la izquierda en su patio trasero, América Latina, y los escándalos de pederastia que envolvían a una Santa Sede que ya había perdido a millones de fieles. Francisco tendrá que "recristianizar" Europa y América Latina y poner barreras al imparable avance del islam y otro credos con un discurso moderno y atractivo. Criticará las guerras y el "capitalismo sin restricciones" que genera pobreza, hablará del cambio climático y abrirá la puerta del Vaticano a los divorciados y homosexuales. Hará un milagro al conseguir que, a pesar de llevar siempre la sotana, sea elegido por la revista de moda Esquire como el hombre mejor vestido del año, o que la revista Time le elogiara en su portada por "rechazar el dogma de la Iglesia". ¿Cuál? ¿El que impide el sacerdocio de mujeres?
Sus críticas al capitalismo "salvaje" no han evitado que en 2020, las 50 personas más ricas de Estados Unidos tengan más dinero que la mitad de la población, o el 90% de los empleados italianos hoy sean más pobres que en 2016. ¿Cuál es el programa del Papa de los parias para acabar con esta situación? Su visión está marcada por la era precapitalista idealizada: regreso a la familia patriarcal, un mercado libre y sencillo que no salvaje y controlado por las corporaciones, la globalización de la solidaridad y fraternidad, y un Estado bondadoso que vele por el bien común.
El Papa Francisco mantiene posiciones progresistas comparado con sus antecesores, pero le separan de la izquierda dos puntos esenciales:
1) Su visión idealista-precapitalista de la vida, que sueña con una vida austera, sencilla y espiritual para todo el mundo, mientras millones de emigrantes económicos arriesgan la vida en la frontera de Estados Unidos en busca de un bienestar material, poseer una vivienda digna, una educación universitaria para sus hijos y no para que aprendan sabiduría, sino poder conseguir un trabajo con un buen sueldo, quizás sólo entonces puedan dar las gracias a los dioses: "El estómago vacío no tiene fe", dice un refrán persa.
2) No señala a la responsable principal de las desigualdades que tanto le duelen: la propiedad privada sobre los grandes medios de producción (materia prima, tierra, bosques, agua, herramientas, grandes capitales, etcétera), que es el motivo de que el 1% de los ricos del mundo tengan acumulado el 82% de la riqueza global (2018). No se trata de "defender a los pobres", sino de tener propuestas viables para erradicar la pobreza.
Fue el marxismo la ideología que detectó el problema y demostró en la práctica que es posible erradicar las desigualdades.
El mundo no necesita un Papa rojo, sino el desmantelamiento de instituciones que confunden a los desheredados.
¿Es el Papa Francisco de izquierdas?
Comentarios
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