Punto y seguido

El acuerdo nuclear entre la "no-diplomacia" de Raisí y el dilema de Biden

El acuerdo nuclear entre la "no-diplomacia" de Raisí y el dilema de Biden
El presidente iraní Hassan Rouhani (R) y el presidente electo Ebrahim Raisi (L) durante una reunión en Teherán, Irán, el 23 de junio de 2021.- EFE

La administración Biden cree que i) la presidencia del nuevo jefe del Ejecutivo iraní Ebrahim Raisí no cambiará la postura de la República Islámica (RI) en las negociaciones de Viena para restaurar el acuerdo nuclear del 2015, debido a que la política exterior iraní la determina la figura del "Líder", quien sigue siendo la misma persona desde 1998: el ayatolá Jameneí, y ii) que este cambio incluso es positivo puesto que podrá acelerar la firma del acuerdo final, por haber desmantelado uno de los dos gobiernos paralelos en Teherán.

Sin embargo...

Jameneí al designar a Raisí meses antes de las elecciones, justamente, ha decidido cambiar de política, a pesar de la abstención de unos 30 millones de votantes (y en Teherán del 75%) en las elecciones del 18 de junio, que muestra la pérdida de seguridad psicológica de una sociedad que deslegitima a sus mandatarios. Entre sus motivos:

- Dar prevalencia al "campo militar" sobre la diplomacia, y potenciar a las milicias chiitas en la región antes que generar confianza con las potencias mundiales. De hecho, la opción de Jameneí para este cargo era el difunto general Qasem Soleimani.

- La desconfianza hacia EEUU. Biden todavía no ha levantado las sanciones sobre el sector petrolífero y financiero de Irán que son las prioritarias para una RI que se enfrenta a una profunda decadencia económica a la que se suma el descontento masivo de la población, incluso su propia base social.

- No solo los republicanos sino también los halcones del Partido demócrata, como el senador Bob Menéndez, se oponen al levantamiento de las sanciones contra Irán.

- No hay ninguna garantía de que la persona que sustituya a Biden, la vicepresidenta Kamala Harris, por ejemplo, respete el acuerdo, como sucedió con Donald Trump, ni de que su posible reactivación no fuese temporal: Washington podrá suspenderlo en cualquier momento y bajo cualquier pretexto.

- Tanto AIPAC como Israel han aumentado sus presiones sobre el gobierno de Biden al respecto, y harán todo lo posible para sabotear las conversaciones de Viena entre EEUU e Irán.

- Ninguno de los estados ha encontrado todavía una fórmula para generar confianza. El secretario de Estado Antony Blinken insiste en un nuevo pacto "más largo y más fuerte" para atar de pies y manos a Irán, que incluya la prohibición de fabricar misiles de largo alcance y ponga fin a su apoyo al terrorismo en la región (a pesar de que el propio EEUU, Israel, Turquía y los países árabes también lo hacen). Pero, Irán sólo quiere que EEUU regrese al mismo acuerdo del 2015.

Por lo que, Biden puede tirar la toalla, como hizo Obama.

La estrategia de Biden

Biden ni puede ni quiere eliminar todas las sanciones. Si no firma el acuerdo perderá el control sobre Irán y si lo hace, también lo perderá. El potencial de Irán le permite recuperar su gran poder de los años setenta. Washington intentará reducir la influencia de los ayatolá en la región, en favor de la tranquilidad de su aliados sunnitas y judíos, y hacer que Teherán, Riad y Tel Aviv no maten sin su autorización. ¿Cómo conseguirlo?

- Levantar algunas sanciones que no reactivar el acuerdo nuclear: "Ni guerra ni paz, pero te recordaré cada segundo que tu vida me pertenece", es el mensaje que Biden pretende enviar a Teherán.

- Seguir atacando con misiles las posiciones de Irán en Siria e Iraq, e ignorar la propuesta basada en la "Doctrina del Pulpo" del nuevo primer ministro israelí Naftali Bennet de "aplastar la cabeza del animal que no sus tentáculos", o sea, atacar (las centrales nucleares y militares de) Irán, que es lo que ya está haciendo. El último, el 23 de junio, con un dron dirigido al edificio de la Energía Atómica en Teherán. Dice Ahmadineyad que "el responsable de la lucha antisraelí de Irán ha sido un agente del Mossad".

- Ampliar el poder de Israel en el Golfo Pérsico, fortalecer su integración en el Mando Central de los EEUU (CENTCOM) y los pactos de Abraham con los jeques árabes.

- Alejar al gobierno iraquí de Teherán. La creación de la Nueva Alianza Mediterránea entre Irak, Egipto y Jordania, unirá los recursos energéticos de Iraq (país políticamente dependiente de Teherán), con el capital humano jordano y el mercado y capacidades militares de Egipto: la compañía General Electric, por ejemplo, llevará la electricidad de Egipto a Iraq. Así se ha puesto fin al acuerdo firmado entre Irak e Irán, por el que los árabes pagaron 800 millones de dólares a Irán en 2019 para recibir luz. El propio EEUU también hará su negocio, tras destruir las centrales eléctricas de este país en sus bombardeos va a construir ocho reactores nucleares en la antigua Mesopotamia.

- Forzar el acercamiento de Riad a Teherán. Las negociaciones entre ambas teocracias se están desarrollando en Bagdad, con la mediación china, según afirma la prensa iraní.

Washington no tiene prisa en levantar las sanciones fundamentales, mosqueando a Teherán.

Regresa el Ahmadineyanismo

La importancia del "factor humano" en la ejecución  de las directrices de Jameneí se reflejó en la presidencia de Mohammad Jatami, quien devolvió a la RI a la escena internacional y redujo las amenazas militares contra Irán; pero, también en el gobierno de Mahmud Ahmadineyad que con su infame congreso anti-Holocausto en el que invitó a los KuKlux Klan y los nazis demostró la profunda diferencia entre una lucha antisraelí progresista y otra fascista, y consiguió que hasta China y Rusia apoyasen en el Consejo las sanciones de EEUU. "Nuestro mayor regalo", dijo con alegría el exjefe del Mossad, Efraim Halevy, cuando Ahmadineyad "ganó" las elecciones del 2009, con el mismo método que hoy Raisí. Con la designación de Raisí, los israelíes habrán descorchado botellas de champagne: si tu enemigo se está ahorcando, no le distraigas. La respuesta de Netanyahu al tuit de despedida del todavía ministro de exteriores Javad Zarif (que se quejó en una cinta filtrada de que los Guardianes islámicos y Jameneí entorpecían las negociaciones, prefiriendo la guerra), ha sido "¡Buen viaje!".

La imagen que proyectan los representantes de un Estado es otro factor que afecta a su seguridad nacional (los Talibán afganos, un ejemplo). Y en cuanto a Raisí:

- Expresa su orgullo por haber formado parte del Comité de Ejecución secreta que masacró a miles de presos políticos desarmados en el verano del 1988 –sin precedentes en la historia de Irán en cuanto a la magnitud y forma-, ocultada hábilmente por la cortina de humo de la fatwa de Jomeini contra Salman Rushdi.

- Este juez-fiscal es un martillo para el que todo parece clavo: es un firme defensor de la Ley de Talión, de cortar manos de los robagallinas en un país que los clérigos millonarios como él han sumido a la mitad de la población en una pobreza escandalosa.

- Al descartar un encuentro con Biden, Raisí mantiene a la RI como el único régimen de mundo que nunca ha tenido un contacto oficial con EEUU, y no porque sea "imperialista" u "occidental": la RI mantiene relaciones con Reino Unido, Francia o Alemania, o con las compañías multinacionales, máximos representantes del capitalismo depredador. El "anti-estadounidismo" de los ayatolás es una imitación del lenguaje usado por la izquierda iraní, con el fin de ganar popularidad entre los sectores nacionalistas, al igual que el uso del término "desheredado", cuando el islam (supremacista, al presentarse superior a otros credos), es defensor de la propiedad privada y de la sociedad de clases. Tanto es así que las autoridades islámicas han enviado a unos 5000 hijos suyos a estudiar a EEUU, según ha revelado el exministro Mohammad Gharazi.

- Despreciar la diplomacia en un Oriente Próximo con tantas guerras abiertas (Siria, Yemen, Afganistán, Iraq, Libia y de Israel contra los palestinos) y cuando el propio Irán está siendo atacado desde dentro por Israel, es, como mínimo, incomprensible.

- Jameneí-Raisí cierran todas las vías de apertura, tanto en lo social como en la política exterior.

- El turbante negro de Raisí, señal de ser "Seyyed" (supuestos descendientes directos de Mahoma), le acerca más a los "chiíes hosseiníes", seguidores del Imán Hussein, quien en 680 fue a la guerra del poderoso ejército del califa Yazid en Kerbela (Irak), con unas 70 personas (mujeres y niños incluidos) y obviamente fueron martirizados, frente a los "chiíes hassaníes", partidarios de su hermano el Imán Hassan, quien renunció a la guerra, por el desequilibrio de fuerzas, y firmó la paz con su enemigo Muawiyah.

- Aun así, el nuevo presidente no es ningún suicida. A los 18 años consiguió convertirse en juez islámico y llegar al poder, eso sí, eliminando no solo a la oposición de derechas e izquierdas, y a sus propios camaradas curas (como Hossein Borujerdi, encarcelado desde 2006 por defender uno de los principios del chiismo que es el "no participar en el poder". Él pertenece a la misma facción de la RI que tachó el acuerdo nuclear de ser "un cadáver podrido", atacando al gobierno de Rohani por haber humillado al país a cambio de nada, pero ahora pretende sacar los frutos del esfuerzo de sus antecesores. Incluso la firma del acuerdo "estratégico" con China es en realidad un chantaje a EEUU: Beijing retiró sus inversiones en Irán tras las sanciones impuestas por Trump a Irán, y sigue denegando su solicitud del ingreso en la Organización de Cooperación e Shanghái, hasta que no normalice sus relaciones con el mundo. La RI ha manejado hábilmente el realpolitik.

- Si todo va como la RI ha previsto, Raisí ha venido para quedarse: como presidente para los próximos ocho años o como el sucesor de Jameneí. Pero, aunque se levanten las sanciones, la propia economía neoliberal, la monumental corrupción en un totalitarismo absolutista, el nivel del desempleo, una inflación del 43% (dato oficial) y la enorme brecha entre los pobres y los ricos seguirá siendo fuente de tensión social. A ello se añade la "atomización del poder" agravada por la expulsión de la familia de Jomeini, del clan de Lariyani (que ostentaban el poder legislativo y judicial), y a Ahmadineyad, que no para de tirar de la manta. La crisis de este capitalismo religioso es estructural: desde 1978 la caída de las inversiones ha sido de un 80%; el rial, que estaba entre las 16 más fuertes del mundo, está ahora en el penúltimo lugar; la tasa de crecimiento económico entre 2010 y 2020 ha sido cero, mientras el despilfarro en el inútil y peligroso programa nuclear ha sido entre 2.000 billones de dólares y 30.000 millones, según distintas fuentes, en medio de ausencia de transparencia.

A pesar de que Oriente Próximo ha agotado su capacidad de sufrir guerras y despotismos, y exige paz y progreso, la sensación es la calma antes de otra inquietante tormenta.

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