Carta con respuesta

Arte y placer

En la mayoría de las series televisivas, en los culebrones, tertulias, etc. que ocupan un gran porcentaje de sus horas de emisión, tienen siempre como modelo de conducta a mujeres que son utilizadas y humilladas por hombres atractivos y poderosos. El físico, el dinero y las relaciones sentimentales son elevadas a categorías impensables. Desde las asociaciones de telespectadores se hace un continuo llamamiento a los espectadores críticos que quieren, para ellos y para las futuras generaciones, un instrumento de ocio de calidad. Lo que realmente cuenta en televisión es el índice de audiencia. Y, en un momento en el que las instituciones políticas no actúan más que para hacer ver que actúan, somos los espectadores los únicos capaces de cambiar el panorama televisivo con el mando a distancia y con la unión en campañas conjuntas.

Ana Carmen Trujillano Málaga

Tenía una intensa sensación de déjà vu y por fin he caído. Pasé un año de mi juventud, la mar de a gusto, con el maestro García Berrio, estudiando el patrón horaciano en las polémicas sobre el teatro durante el siglo XVII. Qué tiempos, qué nostalgia. Le refresco la memoria: en el XVII se discutía sobre si eran lícitas o no las comedias. Los ayatolás de la época, como usted ahora, las censuraban con aspereza: no proporcionaban modelos de conducta, no enseñaban nada útil, ponían en peligro la virtud de las doncellas, etc. Proponían prohibirlas y acabar de una vez. Los escritores, esos tipos majaderos, sólo sabían contestar: bueno, sí, vale, pero no se trata de educar, ¿no? Al público le divierte el teatro, ¿no es suficiente? Los ayatolás respondían que entonces peor todavía: mucho más peligroso.

En el fondo, es claro, se estaba discutiendo sobre la función del arte. ¿Para qué sirve? ¿Por qué pintamos bisontes en las paredes de la cueva, escribimos comedias o hacemos películas para la televisión? Horacio, en su famosa Epistola ad Pisones, se pregunta si el arte debe deleitar (delectare) o debe enseñar (docere). ¿Placer intransitivo o provechoso aprendizaje? ¿Diversión o doctrina? A lo largo de la historia, los dómines, los ayatolás, los estalinistas defensores del arte comprometido y los supernumerarios del Opus Dei siempre han defendido el arte docente. En el otro bando, a favor del placer, hay cuatro locos, con Cervantes y Lope de Vega a la cabeza.

A la vuelta de los años, ¿qué prefiere usted? ¿Leer las comedias de Lope de Vega, ese corruptor de la juventud, ese machista que presentaba una imagen poco edificante de la mujer; o leer un buen auto sacramental en el que se encomien la castidad, la España plural, la dignidad de la mujer, la tolerancia y las virtudes salvíficas de la democracia y de la eucaristía?

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