Carta con respuesta

Termómetros

Tiene gracia que se emplee el término de ‘ultracatólico’ para descalificar a un católico coherente. Parece que estemos en la Rusia comunista y tengamos que leer entre líneas. Porque si uno, que fue católico, se ha ido ‘más allá’ de la doctrina de la Iglesia, ya no es católico. Y si le llaman así a uno que es coherente con su fe en estos tiempos, como si fuera un insulto, merece
mi admiración.

Jose María Pérez Pontevedra

Pues sí que tiene gracia, la verdad. Estoy de acuerdo con usted: a alguien reaccionario, intolerante, doctrinario y reacio al diálogo bastaría con llamarle católico. Ése sería el católico medio. Si otro, en cambio, es partidario de organizar este mismo jueves una Cruzada para exterminar infieles con sus propias manos, entonces ya sí le podemos llamar ultra y, como usted dice: ese individuo, en concreto, se ha pasado.

Son los tiempos, ¡qué le vamos a hacer! También llamamos al PSOE socialista, ¿no? Y a los partidos de izquierda, por consiguiente, hay que llamarlos ultraizquierda o izquierda radical. Si ahora llamamos a Rajoy conservador, entonces ¿qué vamos a llamar a Acebes? ¿Vikingo neonazi? ¿Neocon afterpunk? El problema es la unidad de medida. ¿Hay, en el Vaticano, un católico de platino iridiado que sirva como referencia o un proto-bolchevique en el Kremlin? Le propongo que creemos figuras-termómetro: tipos que marquen el cero, un valor constante, y sirvan así para medir hasta las más mínimas oscilaciones.

En Letras, por ejemplo, el grado cero del termómetro sería Francisco Ayala: la temperatura a la que la novela se queda congelada. Así, Eduardo Mendoza estaría a unos 17 ayalas sobre cero: brisa primaveral, se puede leer en manga corta, sin pasar ni frío ni calor. ¿Millás? 10º sobre Ayala: se puede salir a la calle, pero amenaza lluvia, pies mojados y síntomas catarrales. Otros están ya a gélidas temperaturas literarias bajo cero, como César Vidal. ¿En política? Mi grado cero siempre había sido el insustituible Francisco Fernández Ordóñez: aquel político isotermo que no se inmutaba en cualquier puesto oficial que le pusiera el Régimen o cualquier partido. ¿A quién propone usted ahora como unidad de medida? ¿Quizá a Bono, ese vacío invariable y gesticulante, situado en el centro geométrico, que nos permitiría medir con precisión matemática el espectro político? ¿Podría Bono ser un termómetro doble, político y católico? ¿Serviría también como grado cero del catolicismo? Gallárdón, por ejemplo, estaría a sólo 3º bajo Bono: un poco más de derechas (pero muy poco) y un poco menos meapilas (pero muy poco). ¿Cuántos grados Bono marcaría Fernández de la Vega con mantilla ante el Papa? ¿Y Manuel Chaves en las procesiones de Semana Santa?

Más Noticias