Carta con respuesta

Nuestra escuela

En Nueva York se pagará más a los profesores si los alumnos sacan mejores notas y también a aquellos que acepten dar clases en escuelas con mediocres resultados, donde hay gran necesidad de mejora. La experiencia indica que, para que el plan surta algún efecto, los incentivos deben ser sustanciales, al menos un 5% del salario del profesor, y todos los profesores de la escuela han de poder aspirar a ellos. Es posible que no funcione, pero al menos lo intentarán, cosa que no se puede decir de otros países, entre ellos el nuestro.

Xus D. Madrid Palamós Girona

Pues no sé si me parece una gran idea, la verdad. Si a los profesores se les paga más cuanto mejores notas saquen los estudiantes, ¿no inflarán las notas como un neumático para redondear el sueldo? Soy profesor y le aseguro que la tentación de subir las notas se presenta cada dos por tres. Y a menudo cedo a ella gratis, sin necesidad de que me paguen: al fin y al cabo, todo el mundo queda contento y me dejan en paz. Total, a mí ¿qué más me da?

A diferencia de la mayoría de mis contemporáneos, no pienso que la enseñanza sea una calamidad. La escolarización universal ha traído a las aulas a estudiantes que hace muy pocos años ni las habrían pisado: chicas que no han visto leer jamás a sus padres o chicos que viven en situaciones familiares y sociales difíciles y más bien adversas a la cultura o al esfuerzo prolongado sin recompensa inmediata. La verdad, no sé si yo habría sido tan buen estudiante de haber sabido que, al terminar, me esperaban (con suerte) el andamio y el salario mínimo; y, al llegar a casa, un entorno hostil a mis esfuerzos escolares. En realidad, ¿para qué educar a los ciudadanos si no les podemos dar también empleos decentes, vivienda y una vida digna?

No creo que el verdadero problema esté en la enseñanza y mucho menos en el profesorado (en general, excelente). Los problemas son más bien: una sociedad que desprecia toda formación sólida y se rige por un miope utilitarismo papanatas (inglés, informática, etc.); unos políticos que utilizan la escuela como tablero para disputar sus patéticas partidas de parchís (cambio constante de planes de estudios, localismo cerril, clientelismo, etc.); unos risibles presupuestos educativos y una inversión ridícula en bibliotecas escolares, profesores de apoyo, becas de comedor, etc.; unos medios de comunicación a los que les repugna la cultura y que idolatran sin rubor el éxito, el dinero, el poder y el atractivo físico. En fin, ¿qué esperábamos? La enseñanza es como todo, hechura nuestra, a nuestra imagen y semejanza. Si la comparamos con la televisión, la Iglesia, los políticos, los empresarios... la escuela (todavía) no está tan mal, ¿no le parece?

Más Noticias