Carta con respuesta

Señales de humo

Nos enteramos ahora de que en los vuelos que trasladaron al ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, a varias capitales africanas se fumó libre y abundantemente, y lo hicieron tanto periodistas como miembros del equipo del ministro, sin que nadie pusiese objeción alguna a estos incumplimientos de la ley. ¿Tienen algún valor las leyes españolas? Si este es el ejemplo que se da desde el Ministerio del Interior, ¿qué se puede esperar del resto de los ciudadanos? En cualquier otro país europeo las autoridades pedirían disculpas e iniciarían un proceso sancionador, pero ¿podemos llamarnos europeos? ¿Piensa aplicar la ley, Sr. Soria?... ¿Sr. Rubalcaba?... ¿Sr. Zapatero?...

JUAN CARLOS LÓPEZ FANDOS BARCELONA

A mí no me sorprende en absoluto. El Financial Times ya reveló hace tiempo que Zapatero fuma tan campante en el avión en viajes oficiales. A mí Rubalcaba me recuerda a Tiberio, tal y como lo pinta Tácito en sus Anales (la primera "novela de dictador", a mi modo de ver, un Tirano Banderas imperial). "Incluso en los asuntos que no trataba de ocultar empleaba Tiberio, ya fuera por su manera de ser, ya por una costumbre adquirida, palabras confusas y oscuras (...), con unos ademanes que, aunque aparentaran tristeza, estaban más cercanos a la terquedad". ¿A que parece Rubalcaba?

Pues bien, yo creo que el agudo análisis de Tácito explica la conducta de Zapatero, Rubalcaba, Bermejo y Cía.: "Se tiene noticia de que Tiberio solía decir en griego: ‘¡Qué hombres más propensos a la esclavitud!’. Ciertamente, hasta él, que no quería las libertades públicas, sentía tedio por la despreciable sumisión de aquellos esclavos".

Imagino que idéntico resorte psicológico predomina en estos nuevos Tiberios de corbata de seda: se les hace tedioso el poco esfuerzo que les cuesta someternos, llega a fastidiarles nuestra servidumbre tan voluntaria. Por eso, para provocarnos, por entretenerse, de vez en cuando nos recuerdan quién manda y hasta qué punto se ríen de nosotros: fuman en los aviones, se gastan fortunas en un cuarto de baño, se van de cacería o se meten en una empresa privada a forrarse el riñón. Sólo son gestos, desahogos, señales (de humo) del inmenso hastío que les produce nuestra sumisión. Les encanta esclavizarnos, por supuesto, pero no pueden evitar despreciarnos por la facilidad con que nos sometemos: casi lo hacemos de buena gana y eso le quita emoción. Por si acaso, no está de más recordar que, a la muerte de Tiberio, accedió al poder su nieto adoptivo: Cayo Julio César Augusto Germánico, más conocido como Calígula, el tirano que solía repetir (según cuenta Suetonio), "Memento, omnia mihi et in omnis licere": recuerda que a mí me está permitido hacerle cualquier cosa a cualquiera.

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