Carta con respuesta

Vivan los arenques

Me gusta todo tipo de deportes, el fútbol también, desearía que ganase la selección española. Me admira el ver en todas las selecciones la unanimidad de sus banderas y el fervor de su himno, la inmensa mayoría de los jugadores y los ciudadanos de los países que compiten en ese momento respetan y cantan su himno. En la Expaña del Sr. Rodríguez hay ‘doscientas selecciones y doscientas banderas’, sin nombrar el desprecio al himno nacional. En la televisión autonómica catalana se solicitó a los televidentes que enviasen mensajes expresando lo que sentían por la selección española, el 99,99% desearían un espantoso ridículo y les gustaría que ganase cualquiera selección excepto la del Estado Espanyol.

DANIEL GONZÁLEZ BARCELONA

No entiendo ni una palabra. A usted le gusta el himno nacional. Bien ¿y qué? ¿Alguien le impide ver partidos o escuchar el himno con arrobo? No me diga que el problema es que los demás no sintamos lo mismo. ¿Pretende obligarnos a sentir lo mismo que usted? Es como si dijera: reverencio los arenques ahumados y admiro que en Escandinavia se devoren con fruición toneladas de arenques. Desearía que en todos los bares hubiera arenques, como sucede en otros países, y que les tuviéramos un respeto escandinavo. Sin embargo, en no sé qué radio, solicitaron que la gente expresara sus sentimientos sobre los arenques. No se lo va a creer: ¡los aborrecen! Peor aún: desearían que jamás se los sirvieran. Preferirían cualquier otra tapa en lugar de arenques, incluso caracoles o mollejas. ¿Hay derecho a que los demás, siendo mis compatriotas, no sientan el mismo escandinavo respeto que siento yo hacia los benditos arenques?

¿Cómo va a obligar a nadie a que sienta algo, a ser patriota o a disfrutar de los arenques ahumados y de los goles de nuestra selección? Personalmente la selección nacional de fútbol me importa un rábano. Ni siquiera deseo que hagan el ridículo: me trae sin cuidado. Mucho más al fresco me trae el himno nacional: por mí, que lo supriman o que se encargue de interpretarlo una gallina afónica. No me incomoda que usted se apasione con el himno o la selección, es cosa suya. Lo que no acabo de entender es: a usted ¿qué narices le importa que los demás no sientan respeto por el himno, amor a la patria y devoción por los arenques o por la Pilarica?

Quizá me diga usted que no se puede comparar el himno nacional con los arenques ahumados. En eso sí que tiene razón, ya ve: los arenques al menos se comen. El himno, en cambio, no sirve para nada y hace ruido. Los arenques quitan el hambre, mientras que los himnos sólo despiertan los apetitos más sórdidos: el patriotismo, el nacionalismo, el amor a lo propio y el más obtuso y rudimentario orgullo.

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