Carta con respuesta

Desvergüenza supina

El inicio de esta legislatura por parte del presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, puede calificarse como atroz. Descapitaliza la Tesorería pública con los famosos cuatrocientos euros que son el chocolate del loro para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Pacta el final de la huelga de los transportistas con la patronal, dejando a un lado a los obreros autónomos del camión. Resuelve el malestar de los pescadores a porrazos. Pacta con la Iglesia la mejor de las subvenciones. Y ahora nos dice a los críticos del Tratado de Lisboa que somos unos incorregibles demagogos o que tenemos una ignorancia supina. Para este viaje al que nos lleva ZP, nos sobran las alforjas.

MARIO LÓPEZ SELLÉS MADRID

No veo mucha diferencia entre el clásico "¡Usted no sabe con quién está hablando!" y el zapateriano "¡Usted no sabe de lo que está hablando!". Ambos latiguillos señalan el ademán del déspota, el gesto prepotente del que está acostumbrado a imponer su voluntad. Al fin y al cabo, lo único que dice Zapatero es: usted no puede estar en desacuerdo conmigo, porque hay demasiada diferencia entre usted y yo, ni siquiera le considero interlocutor: yo mando y sé lo que hago, y usted obedece y aprende (esa debe de ser su famosa pedagogía política). Si alguien no está de acuerdo, no hay que debatir los argumentos, ni siquiera hay que escucharle: basta con recordarle quién manda, un argumento de autoridad que, llegado el caso, no tendrá ningún inconveniente en convertirse en argumentum baculinum (es decir, a garrotazo limpio, con el báculo o garrote). Y cómo no, el que se atreve a disentir de la autoridad tiene que ser por ignorancia, demagogia, que habrá bebido algo o que estará envenenado por intoxicadores (puede que extranjeros o quizá la infatigable Brunete mediática esa). Todo demasiado conocido, ¿no es verdad? Pronto dirá que el pueblo español no está maduro para la democracia.

Como recordaba Antonio Orejudo, con Rubalcaba, Solana y Cía, no cabía esperar que esta fuera la legislatura de la decencia. Que se haya deslizado tan pronto y con tanto impulso por la cuesta abajo de la franca desvergüenza habrá sorprendido a los jóvenes más ingenuos (pero no, desde luego, a los que tenemos edad para recordar a Solana, Rubalcaba y los otros chiripitifláuticos del PSOE).

¿Demagogia? Asegurar que esa directiva no perjudica los derechos de ni siquiera un solo inmigrante, ¿qué es entonces? Ya hemos hablado aquí de ese poema que nunca escribió Brecht. Vienen a por los negros y los pobres. Como no somos negros ni pobres, no decimos nada contra la directiva europea: que se los lleven. Cuando Zapatero venga a por nosotros, ya no quedará nadie que levante la voz para defendernos.

Más Noticias