Carta con respuesta

Los arbitrios

En cualquier Gobierno, ya sea nacional, de comunidad autónoma, ayuntamiento y también cualquier clase de empresa, cuando hay déficit, hay que tomar medidas, como es lógico, si no todo se va a pique. Y éstas según las matemáticas pardas, que las entiende todo el mundo, son dos: o reduces gastos o incrementas ingresos. Por ello, lo que es imposible es no reducir gastos por las cuestiones que sean, por muy legítimas y razonables, y por otro lado no aumentar tampoco los ingresos, dado que los que tienen que engordar las cuentas deberían ser los que más tienen o los mejores clientes, no los que de verdad sufren por ello. Pero también se les quiere respetar o hacer la pelota, dado su potencial en todos los aspectos, sobre todo influyentes, cuando incluso en muchos casos día sí y día también informan y dan cuenta, como presumen de sus grandes ganancias, muchas veces aberrantes.

FEDERICO JOSÉ MARÍN RODRÍGUEZ JEREZ DE LOS CABALLEROS (BADAJOZ)

Lejos de mí la funesta manía de pensar que tengo conocimientos económicos. No poseo ni la más remota idea. Su teoría, sin embargo, me parece de una simplicidad sospechosa. Antes de Belmonte, el toreo se regía por los terrenos: se toreaba en unos terrenos, no en otros, porque en los terrenos del toro, según le decían a don Juan: "O te quitas tú o te quita el toro". Ni me quito ni me quitan, afirmaba Belmonte y así lo hizo, y toreó en toda la plaza.

O reduces gastos o incrementas ingresos. A mí no me parece tan sencillo ni tan obvio. Keynes, por ejemplo, como Belmonte, decía que ni lo uno ni lo otro, sino que la respuesta era más bien cebar la bomba: menos impuestos y más gasto público, y así se hace crecer la demanda. No digo que sea yo (muy) keynesiano, sólo le quiero sugerir que las cosas nunca son tan sencillas, que lo que vale para la tesorería del club de futbolín no vale para la renta nacional, y que la posición de arbitrista siempre es un poco ridícula, además de incómoda. Fueron una plaga en el XVII: eran locos benignos, en general, que enviaban al rey y sus propias soluciones mágicas para arreglarlo todo en dos patadas. ¿Que tardaban mucho las mercancías en llegar desde Flandes? Decía el arbitrista: ¡Habrá cosa más fácil! Se inunda media Europa con mangueras desde los Pirineos y asunto concluido, luego las transportamos en barco con toda comodidad.

No sería partidario de arbitrar la solución a la crisis, sino, como usted, de reclamar que el Gobierno gobierne y se explique. Me conformo también, como usted, con exigir que me digan qué piensan hacer y, una vez que lo haya entendido (aunque me cueste esfuerzo), ejerceré mi derecho a criticarlo, si es que no me parece adecuado o (como me temo) si me parece que se hace a costa de los de siempre: los de abajo.

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