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En una encuesta realizada en EEUU sobre 14.000 personas, se han encontrado diferencias significativas en los hábitos alimentarios en razón del sexo; las mujeres tienen una mayor tendencia a consumir frutas y hortalizas, mientras que los hombres prefieren en mayor medida la carne y los lácteos. Esta diferencia ya había sido señalada, pero es la primera vez que se documenta con un trabajo de base tan amplia, siendo una cuestión que se debe tener en cuenta en campañas de promoción de una alimentación más saludable. Al menos está es mi conclusión. También que las diferencias entre hombre y mujer no son culturales y coyunturales sino estructurales.

JAUME CATALÁN DÍAZ GIRONA

Qué curioso, yo habría sacado la conclusión opuesta: que las mujeres coman de una forma más sana corrobora la presión cultural que se ejerce sobre su apariencia física. Siempre me ha parecido inquisitorial la exigencia que se impone a las mujeres y el castigo que arrostran a la más mínima desviación del canon. En mis carnes lo he sufrido: estar gordo (sobre todo a los dieciséis años) no es plato de gusto. Sin embargo, no es nada comparado con el infierno que supone estar gorda.

Sin dejar de ser atractivo, a un hombre se le permite algo de barriga, papada o ir vestido con el mismo traje gris a todos lados. A las mujeres, en cambio, se les exige una acomodación milimétrica de su cuerpo a las expectativas sociales (masculinas), una atención fanática a la moda y una obsesión con su aspecto físico que raya en la demencia. ¿Se imagina usted a los hombres resignados a maquillarse a diario, a depilarse, a pintarse las uñas y a renovar el guardarropa a medida que lleguen las nuevas consignas? ¿Se imagina usted a ocho ministros posando para una revista de moda masculina en una sesión de fotos disfrazados con modelitos? Ocho ministros, capitaneados por el vicepresidente Solbes, luciendo palmito con ropa de grandes diseñadores. ¿A que le costaría creerlo? Pues eso es lo que hicieron las ministras socialistas. Si eso no es una diferencia cultural inducida, que venga Dios y lo vea. Si eso es trabajar a favor de la igualdad, que venga Dios y lo vea.

Las mujeres, en efecto, se preocupan más por su alimentación. De la misma forma que se preocupan más por su apariencia, que tienen más potingues en el cuarto de baño y mucha más ropa en el armario. Yo eso no lo atribuyo a ninguna diferencia sexual estructural. Todo lo contrario: es cultural. La obligación de las mujeres es esforzarse por ser atractivas. Para pensar, decidir, mandar, trabajar y despreocuparse de su apariencia ya están los hombres. Supongo que ese es el mensaje que nos envían desde sus respectivos fondos de armario Solbes y Fernández de la Vega.

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