Carta con respuesta

Apología de la tortura

Los que tuvieron que comparecer ante los tribunales fueron los que, tras la sangrienta y deliberada tortura de un toro, saltaron a la arena de la plaza de Las Ventas, en Madrid, para protestar del maltrato, tortura y muerte de animales por el placer de "hacerlo bien". Y en vez de ser ellos los juzgados, figuraban como acusadores y "ofendidos" los sádicos torturadores de animales y sus cómplices, que incluso pagaban por ver tan degradante espectáculo. Ya lo decía una de las pancartas: "El delito es torturar toros".

JOSEFA ORTEGA OLIAR. MADRID

Como me gustan los toros, me considerará al menos cómplice (y apologeta) de los sádicos torturadores. Si se parte de la convicción de que hay que rechazar todo placer (humano), si para obtenerlo se perjudica a un animal, habría en efecto que prohibirlos. Y por supuesto el fuagrás, el circo, las chuletas de lechal y es probable que hasta las películas del delfín Flipper. De hecho, habría que prohibir casi todo. Adelante, pues.

El fuagrás a costa del padecimiento de inocentes ocas puede prohibirse, pero nunca sería yo tan cernícalo como para afirmar que los demás comen fuagrás por sadismo. Lo comen por placer, porque les agrada el sabor o como mucho por hacerse los finos, pero dudo que lo hagan para provocar sufrimiento y me niego a creer que precisamente sea el dolor de las ocas lo que les agrada. Pues lo mismo con los toros: podrá ser un espectáculo cruel, pero desde luego no es sádico. Ningún espectador disfruta del sufrimiento, sino del arte del toreo. Nadie va al fútbol por ver cómo se cansan y sufren unos tíos. Lo que lleva a la gente a la plaza no es el dolor del toro, igual que nadie come fuagrás por el placer que le provoca que revienten el hígado de un pato indefenso. Una empresa con grandes beneficios se hace a costa del sufrimiento de muchos trabajadores, pero no creo que nadie monte una empresa por sadismo, para provocar ese dolor del que obtiene tanto placer. Lo hacen por la pasta. Los faraones no construyeron las pirámides solo por ver llorar a sus esclavos. La gente llena las plazas para ver torear, no por fastidiar a los toros.

El toreo es cruel, pero no sádico. La cuestión moral es, ¿qué sufrimiento es admisible, de cuál se puede hacer abstracción, a cambio del placer o beneficio que obtenemos a su costa (pero no de él)? ¿El de los esclavos que construyeron las pirámides? ¿El de los toros? ¿El de los mártires de la Iglesia? ¿El de los animales de laboratorio? Me dirá que todo sufrimiento ajeno, humano, animal o vegetal es igualmente horrible. Vale, muy fácil, pero la moral exige el esfuerzo de establecer distinciones y prioridades. Si dejamos de pedalear con la cabeza, la bici moral se cae al suelo.

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