Carta con respuesta

Nobel y democracia

Otra vez han fallado los pronósticos del Nobel de Literatura y se ha concedido a un escritor solo conocido en Francia, desconocido para el lector en general. Las quinielas de estos premios fallan  más que una escopeta de feria. Estos premios, igual que todos los premios, son escasos para tantos valores que existen y, como en los Oscar, se deja de premiar a personajes con mucho mérito. También se dice que en el jurado que concede los premios Nobel influyen las presiones de algunos países. Vargas Llosa y Carlos Fuentes, por ejemplo, siempre se encuentran en la lista en vano, y es que los países de habla hispana pesan poco en la Academia sueca.

ANTONIO NADAL PERÍA. ZARAGOZA

El prestigio del Nobel viene de la infancia franquista: el Nobel es el festival de Eurovisión de las Letras. Los niños votábamos en casa, hacíamos quinielas y hasta nos enfadábamos con Guayominí, esos hijos de la Gran Bretaña, que nunca nos votaban. Tuvimos nuestro momento de gloria con Massiel y Camilo José Cela, y disfrutamos con la minifalda y con la capa española, con el La-la-la y con el gran autor que absorbía un litro de agua por el culo. Nos leíamos a Pearl S. Buck o a don Jacinto Benavente sin rechistar, como tarareábamos a Salomé o a ABBA, pero ahora el Nobel importa ya tres pepinos. Por eso se ha intentado lo mismo que con Eurovisión: democratizarlo mediante una Operación Triunfo. El resultado son los Príncipe de Asturias y los Cervantes, premios televisivos ya democratizados, que les dan a cualquier famoso que se deje, como Fernando Alonso o J. K. Rowling; o a algún chiqui-chiqui, como Laín Entralgo o Al Gore; o a los más visibles en la prensa, esos inevitables Paul Auster, Goytisolo y los de Palacagüina. Como usted dice, lo importante es que no fallen las quinielas y que el lector en general se sienta a gusto: la democracia total y reconfortante.

El Cervantes, además, tiene la ventaja de ser un premio de consolación: la cara B para los enfurruñados acreedores a los que siempre se les debe un Nobel, los Vargas Llosas, Carlos Fuentes y la banda del Mirlitón a la que usted se refiere. Si hasta lo llaman "el Nobel hispánico", que es como decir "hamburguesa vegetariana". Con Franco, aún se llamaba UNO a las Naciones Unidas, en lugar de ONU, y se decía con orgullo, cuando no nos dejaban entrar: "Si ellos tienen UNO, ¡nosotros tenemos dos!" El Cervantes y el Príncipe de Asturias: ¡y dos huevos duros! Y ahora, encima, el premio Quijote.

¿Dice que pesan poco los países de habla hispana? No fastidie, ¿qué dirán entonces los chinos, los árabes o los de habla portuguesa? El mismo Nobel tienen Gabriela Mistral y William Faulkner, ¿qué pesa más: un kilo de hierro o un kilo de paja?

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