Carta con respuesta

Escribo con corbata

Parecen una sociedad secreta de sin corbatas en las fotos que aparecen en su suplemento de presentación, ‘Hoy nace tu diario’. ¿Han lanzado ustedes una estricta orden a sus redactores para que aparezcan todos fotografiados sin corbata (excepto el redactor de Política y Actualidad Juanma Romero y el redactor jefe de Culturas, José Manuel Costa, de un total de ciento cincuenta hombres y mujeres)? ¿Es acaso una línea de acercamiento hacia un cliente al que quieren dirigirse? ¿O se trata simplemente de informalidad de la redacción?

EDUARDO HERRERO LÓPEZ Rincón de la Victoria, Málaga

Por supuesto que es pura casualidad, Eduardo. ¿Le parece concebible que en este periódico nos den órdenes con respecto a la indumentaria? Para su tranquilidad, le aseguro que tampoco recibimos instrucciones o consignas para afeitarnos, depilarnos las axilas o cambiarnos más a menudo de ropa interior. De hecho, me llama la atención que usted se haya fijado en eso: yo ni me había dado cuenta. En una redacción son 150 personas que se dedican (casi) todo el día a trabajar, llevamos ropa cómoda. Incluso corbata, si a uno le gusta (como a Costa y a Romero).

Nuestro trabajo no exige contacto personal con el público, así que no hace falta vestirse de una forma especial. Eso sí, nosotros nos ponemos la corbata por escrito. En la página siempre vamos vestidos de etiqueta. Una mancha de grasa en la camisa aquí no tiene importancia, pero una falta de ortografía sí. Podemos venir en camiseta, pero no estamos autorizados a utilizar adjetivos previsibles. Unos pantalones arrugados no llaman la atención, pero el uso de una frase hecha es imperdonable. Si los colores de la ropa no combinan, no pasa nada; pero en cambio la sintaxis tiene que ser impecable y elegante. Por respeto al lector y a nosotros mismos, en la página vamos de etiqueta, escribimos con corbata y con traje de noche.

Por otra parte, Eduardo, salvo por obligación profesional, cada vez menos gente lleva corbata. Sólo la usan políticos, banqueros, ejecutivos y gente así. Yo creo que hoy en día la corbata se ha convertido en un signo de distinción: es decir, de distancia. Distinguirse, distanciarse de la mayoría, alejarse del "vulgo municipal y espeso", me parece una ambición mezquina y minúscula. Además, para conseguirlo, uno casi siempre acaba avasallando: convenciéndose de que uno mismo es señor y que el resto son vasallos. A mí eso me parece tan entristecedor que casi nunca llevo corbata ni traje, porque incita a sacar pecho (al menos a mí) y a hacer a otros de menos. Prefiero acercarme a los demás en lugar de distinguirme o distanciarme de ellos. Y estoy convencido de que a usted le pasa lo mismo, Eduardo.

RAFAEL REIG

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