Carta con respuesta

Compartimos oxígeno

Es difícil pensar que podamos tener en España una educación democrática de verdad cuando la misma ministra de Educación no se entera de que sus principios más elementales, la libertad ideológica y de culto, recogidas en la Constitución, no pueden dejarse al arbitrio y autonomía de cada colegio público; de que los derechos humanos se respetan o no según mayorías o minorías; y de que la reciente sentencia judicial contra la exhibición de símbolos religiosos en colegios públicos va en contra de esas libertades y autonomías que defienden la democracia y la Constitución. Negro sobre blanco, en clara contradicción con las declaraciones de su mismo partido, Mercedes Cabrera debería volver a la escuela y aprender la, como se ve, tan necesaria Educación para la Ciudadanía. ¡Qué cruz!

    MARTÍN SAGRERA MADRID

 

Le sobra razón. No depende de los colegios, como es natural. La esclavitud está prohibida, incluso si fuera voluntaria. Está prohibido contratar a alguien para que trabaje de sol a sol por un euro al día, y da lo mismo que el trabajador esté de acuerdo con esas condiciones. Están prohibidos los castigos físicos en el aula, por mucho que los estudiantes estén entusiasmados de recibirlos (y su maestra de administrárselos).

El razonamiento (por llamarlo de alguna forma) de la ministra es más simple que el mecanismo de un cubo: que hagan lo que quieran, que eso es la libertad, la autonomía y patatín patatán. Por esa regla de tres, si les parece bien a todos, igual podían colgar fotos de Franco, dar clase con armas de fuego o salir a la pizarra en ropa interior.

No es tan difícil de entender. Por ejemplo: en los lugares de trabajo no se permite fumar, incluso aunque todos los trabajadores estén de acuerdo en fumar. En las escuelas no tiene que haber símbolos religiosos, incluso aunque al colegio, padres, alumnos y profesores les parezca estupendo. El colegio es un espacio libre de dioses y de humos. Si alguno no puede controlar su adicción religiosa, que salga a la calle: se podrían poner en la puerta crucifijos, junto a los ceniceros, para el que quiera salir un rato a echarse un pitillito o un padrenuestro. Algunos se comprarían parches teológicos, parecidos a escapularios. Sería interesante ver a la puerta de colegios y oficinas a los adictos tiritando juntos; unos con su cigarrillo; otros con el rosario. Igual surgían amistades inesperadas.

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