Carta con respuesta

Apretada agenda

El católico está obligado moralmente a poner la X a favor de la Iglesia. Poner la X es una parte más del compromiso activo de un católico que vive su fe en comunidad y que se responsabiliza solidariamente con los otros en aras del bien común. A nadie le van a cobrar más impuestos ni a devolver menos y, además, la asignación a favor de la Iglesia católica es compatible con marcar también la casilla de fines sociales. La labor de la Iglesia en la sociedad es inmensa y, desde este año, su sostenimiento depende exclusivamente de los católicos y de todas aquellas personas que aprecian su enorme labor en la sociedad. Un sencillo gesto, como es marcar la X, no cuesta nada y, sin embargo, supone mucho, especialmente para aquellas personas que todavía necesitan tanto.

JESÚS DOMINGO MARTÍNEZ GIRONA

 

Estoy de acuerdo y, en ese caso, una de dos: o hay poquísimos católicos y son una minoría en España, o bien la mayoría de ellos no cumple con su obligación moral. Como fuere, yo creo que el resto de la sociedad está obligado a terminar de una vez con esta farsa. ¿Cómo puede ser que los católicos paguen menos impuestos que los demás? ¿Por qué se lo consentimos? Con sólo poner una cruz, los católicos detraen un porcentaje de lo que deberían pagar para dedicarlo a sus intereses o preferencias particulares. Que paguen sus impuestos, como todo quisque, y luego, si quieren, que le den a su iglesia favorita, pero de su bolsillo (no de lo que nos deben a todos).

Es inadmisible, ¿no le parece? Yo no tengo derecho a escaquearme y a poner una cruz para que mis impuestos, en lugar de ir a la bolsa común, vayan a un club de ajedrez, a mi bar favorito o una organización muy filantrópica y bondadosa que tiene mi cuñado. ¿A usted le parece bien que ese dinero, que es de todos, los católicos lo aparten y nos lo escamoteen para dárselo a su Iglesia, que luego se lo gasta en pagar a Jiménez Losantos? Aunque lo empleara en obras de caridad o en invitarme a mí a cañas, me parecería mal; pero es que encima lo utiliza para insultar, para hostigar a nuestro Gobierno y para oponerse a nuestras leyes. ¿Y éste es el presidente que presume de laico? Pues vamos apañados.

Una vez resuelto este feo asunto de la insolidaridad y codicia de los católicos, ya podemos dedicarnos con urgencia a otras cuestiones pendientes: denuncia del Concordato, eliminar la clase de Religión, cancelar subvenciones a la enseñanza religiosa, el patrimonio de la Iglesia, etc.

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